Tengo dicho y escrito que España necesita un cine comercial que compense y dé lugar a ese otro cine más arriesgado, artístico, de innovación, comprometido, que hace que una cinematografía avance y no se estanque. Pero también digo que la mejor receta quizá no sea mimetizar los esquemas televisivos de las “sitcom” hispanas que triunfan en nuestras televisiones, y ése es posiblemente el mayor defecto de esta previsible comedia.
Claro que teniendo en cuenta que está coproducida por una televisión, Antena 3, y con guión y dirección de un hombre del medio televisivo como Nacho G. Velilla, fogueado en series como Médico de familia, Siete vidas y Aida, estaba claro cuál iba a ser el tono de esta historia.
Los ingredientes con los que se ha contado en este guisote son también esperables: un chef, enamorado de su oficio, que regenta un restaurante estilo “nouvelle cuisine” y está divorciado de su mujer por una intempestiva salida del armario, recibe en herencia de su ex a sus dos hijos, quinceañero y seisañera (perdón por el neologismo), con los que tendrá que lidiar y aprender los conceptos básicos de una paternidad (medianamente) responsable. Alrededor pululan su “mâitre”, una chica tan despampanante como falta de suerte en el amor, un futbolista que resulta que “entiende” y hasta le quiere, un descerebrado irresponsable cuya acogida en su cocina es su buena obra del día (o del lustro…), y una recua de memos con mandil que componen el dudoso equipo del restaurante.
Con estos ingredientes, combinándolos de forma elemental, se cocina un plato bastante superficial, una sopa de enredo que sabe a artificial, con una planificación descaradamente televisiva (hasta tienen cuarta pared, como en las comedias catódicas…) y un final que busca la moraleja, lógicamente moderna y políticamente correcta.
Cine comercial, sí: pero cine comercial que tenga enjundia, que interese al espectador bastante más que el último episodio de La familia Mata o La que se avecina, que es justamente lo que ofrece este producto insulso. Porque, no lo pongan en duda, para ver amorfos productos televisivos pasando por taquilla, el espectador se quedará en casa y se dará por contento con la ración diaria (y gratis) de la caja tonta.
Javier Cámara hace una notable creación de su personaje, pero es su mérito, no el del director; porque Lola Dueñas, actriz espléndida donde las haya, una de las mejores de su generación, está perdida en su lamentable papel, el de tonta buenorra (no puede representar razonablemente ni una cosa ni la otra…) con querencia a darle al tarro, y el resto del reparto va con el piloto automático; eso aparte de Fernando Tejero, que hace su papel de siempre…
(16-04-2008)
110'