Con independencia de la vigencia (o no) de la teoría del cine de autor que proclamaron en los años cincuenta André Bazin y los chicos de Cahiers du Cinema, lo cierto es que hay ocasiones en las que proyectos interesantes son entregados a las manos equivocadas: se suele hablar de los errores de casting, pero, ¿qué hay de los errores al encargar una película a un determinado director que se revela inadecuado? Algo de eso hay, me temo, en esta Nos vemos allá arriba, versión al cine de la laureada novela homónima de Pierre Lemaitre, que ganó todos los premios cuando se publicó, en 2013, incluido el prestigioso Goncourt, el equivalente (si no es aún más preciado) a nuestro premio Cervantes. Lemaitre ya había llamado poderosamente la atención con otras novelas, singularmente Alex, un formidable relato “noir” que ponía patas arriba la tradición del policíaco en Francia.
Noviembre de 1918, en los días previos al armisticio que pondría fin a la entonces Gran Guerra, después Primera Guerra Mundial. Dos soldados, Albert y Edouard, en una canallesca incursión que ordena el felón teniente Pradelle, sufren un fuerte bombardeo por parte de los alemanes; Albert, el más mayor, está a punto de morir ahogado en arena en una trinchera, pero lo salva Edouard; sin embargo, un obús mutila horriblemente el rostro de este. Edouard, el soldado desfigurado, gran dibujante, bon vivant, todo un bohemio, es la oveja negra de una poderosa familia de París, cuyo padre, hombre muy influyente, lo despreciaba y lo envió a la guerra para quitárselo de encima; el otro, Albert, es un humilde contable; regresados ambos a la capital, el mayor ayudará a su joven amigo tras su terrible amputación facial, hasta que ambos columbran la posibilidad de dar el campanazo con una estafa sobre los caídos en la guerra, exacerbando el patriotismo.
Albert Dupontel, el director y guionista (además de protagonista), es fundamentalmente un actor que, desde hace un par de décadas, de vez en cuando dirige también algún film: nada distinguido; lo más parecido a un éxito fue su anterior 9 meses... de condena (2013), una especie de comedia marciana entre Amelie y El silencio de los corderos, que ya es imaginación... Sin embargo, y aunque tiene algunas esquirlas de humor negro, la novela Nos vemos allá arriba no es, de ninguna forma, un texto cómico, pero la adaptación que ha hecho Dupontel va más por esa senda que por el sentido drama, realmente una tragedia, que en el fondo es la obra de Lemaitre. Nada habría que objetar si el resultado fuera igual o superior al original literario: ya sabemos hace tanto que literatura y cine son lenguajes distintos, y que la mejor versión al cine de un texto escrito es la que se olvida de este y crea a partir de él, casi “ex novo”. Pero nada de eso hay en esta película, que resulta elemental, superficial, con un estúpido humor que parece querer emular al del cine de Jacques Tati, cuando Tati está a años luz de Dupontel.
Costeada (casi veinte millones de euros de presupuesto), vistosa, con logradas ambientaciones y una muy correcta recreación tanto del frente de guerra como del París de los años veinte, sin embargo Nos vemos allá arriba, como película, carece de alma, sus personajes jamás empatizan con el espectador (salvo una escena al final entre quienes se repudiaron y terminan reconciliándose con auténtica emoción), en personajes hechos con brocha gorda, sin real humanidad; el villano de turno, que concita en él todos los vicios, es un monigote, no tiene entidad real alguna más allá de su propia maldad, de su arrogancia, de su inicuidad. La historia está contada con pulcritud pero sin auténtica capacidad de llegar al público, que asiste al film sin que le afecte nunca este que debería ser en realidad un gran drama, el de un hombre diferente que nació en la familia equivocada, y cuyo rechazo (a la par que la más terrible mutilación física) le marcaría de por vida.
Por cierto que llama la atención que en la adaptación cinematográfica se ha escamoteado la condición homosexual de Edouard, dato crucial para entender (además de sus inclinaciones artísticas) la desafección de su padre hacia él. Extraña a estas alturas esa omisión, que es esencial, cuando además el film sigue con pulcritud toda la línea argumental de la novela, salvo en el final, en el que hay ciertos cambios, en cualquier caso no sustanciales.
Film que prefiere antes la vistosidad, la aparatosidad a la hondura, al dolor humano, Nos vemos allá arriba es una muestra de hasta qué punto es importante una buena elección del director. Aquí, desde luego, Dupontel no ha sido, ni mucho menos, el profesional adecuado para llevar a buen puerto la estimulante historia de Lemaitre. En cuanto a los intérpretes, Nahuel Pérez Biscayart, visto recientemente en 120 pulsaciones por minuto, hace de nuevo un personaje peculiar, en los que parece que se está especializando (o encasillando, según se mire); su trabajo es correcto, aunque es cierto que actuar durante casi todo el metraje con una máscara que le oculta media cara, o incluso la cara entera, no ayuda mucho. De todos, me quedo, como siempre, con el espléndido Niels Arestrup, un viejo sabio que lo hace todo bien, sea lo que sea.
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