Albert Dupontel es un actor generalmente dedicado a la comedia, aunque no es precisamente un intérprete de primera fila. De su ya larga carrera como tal podríamos destacar algunos títulos como Un héroe muy discreto, Las confesiones del Dr. Sachs (probablemente su filme más interesante) o Largo domingo de noviazgo. Como director su filmografía es mucho más corta, sólo cinco títulos a lo largo de diecisiete años. No es un director estrella, pero sí es cierto que tiene cierta intencionalidad y, desde luego, un marcado estilo, que a ratos parece una mezcla entre Amelie, con sus ñoñerías de diseño, y el personaje de Hannibal Lecter que puso de moda El silencio de los corderos; estamos entonces ante una mixtura cuando menos curiosa, el cine minimalista, hiperrealista y a ráfagas onírico, emparentado con el cómic, de la mentada Amelie, pero también de otros referentes del cine galo, desde Delicatessen a La isla de los niños perdidos, pasando por Subway, pero empapado de una capa gore, con toques pretendidamente épater la bourgeoisie: ese forense en la autopsia, que más parece grosero matarife en matadero de reses; ese bárbaro crimen que se atribuye al protagonista, que no hubiera despreciado el exquisito gourmet Dr. Lecter…
Parece claro entonces que las influencias en el Dupontel director giran en torno a Jean-Pierre Jeunet, Marc Caro y Luc Besson, un cine que busca una realidad irreal, por decirlo con un oxímoron algo ininteligible.
Una jueza de reconocido prestigio, una mujer renuente a cualquier tipo de relación sexual con hombres (tampoco con mujeres), una magistrada que apunta muy alto por su inflexibilidad, por ser látigo de delincuentes, una noche de farra descontrolada en Nochevieja; seis meses después, algo está creciendo en su interior, y tiene dos piernecitas, dos bracitos y una cabecita: cuando la juez indaga (con todo el poder que le da su cargo) quién es el padre de la criatura, cree morir de horror cuando se entera que es precisamente el enemigo público número uno, un ladrón al que acusan de haber mutilado salvajemente a un viejecito e incluso comerse sus ojos (los del viejecito, no los del ladrón…).
Comedia desopilante, que juega con el enloquecimiento de la imagen (generalmente con buen tino), es cierto que a ratos resulta excesiva, sobre todo en la descalificación continua y algo redundante de varios personajes (el juez que corteja a la magistrada, un memo al que tanta insistencia en su idiocia resulta chocante; el policía mentecato, del que ya sabemos que es imbécil desde el primer plano, sin que nos lo tengan que reiterar tanto), si bien en otros casos resulta de lo más gracioso, como ese abogado grandilocuente y tartaja, un gran carajote capaz de decir las mayores patochadas creyéndose un Cicerón o un Demóstenes.
Dupontel se reserva el papel principal, que compone con acierto, en esa línea como de dibujo animado que parece perseguir la película. Sandrine Kiberlain, que ha trabajado con la flor y nata de los directores franceses del último cuarto de siglo (Granier-Deferre, Rappeneau, Audiard, Jacquot), confirma por qué es una actriz tan apreciada en Francia, aunque en España sea relativamente poco conocida.
9 meses... de condena -
by Enrique Colmena,
Apr 26, 2014
2 /
5 stars
Amelie según Lecter
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