Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, Plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).
Julius Avery es un guionista y director australiano que, tras hacer algunos cortos en su país, llamó la atención con su primer largo, rodado en su tierra, el thriller Son of a gun (2013), con Ewan McGregor como principal reclamo comercial. Este film le sirvió de tarjeta de presentación para ser fichado por Hollywood. Bad Robot, la productora de J.J. Abrams, uno de los nombres importantes de la televisión y el cine norteamericanos del siglo XXI, le encargó la puesta en escena de esta Overlord, que mezcla géneros en principio poco proclives (o quizá no tanto...) a combinarse como el bélico y el terror.
La acción se desarrolla el famoso día D, el 6 de abril de 1944, cuando las tropas aliadas desembarcaron en Normandía para dar comienzo a la recuperación de Francia, entonces en poder todavía de las tropas alemanas. En ese contexto, se envía un avión con un pelotón de soldados con la misión de hacer explotar una iglesia en un pueblecito cercano a la costa donde se sabe existe un centro de telecomunicaciones de la Wehrmacht, el ejército nazi, para evitar que desde este se dé conocimiento al Alto Mando alemán de la invasión. Durante el lanzamiento en paracaídas mueren varios soldados, quedando solo un grupo reducido de ellos, bajo el mando del rígido cabo Ford. Entre esos soldados está Boyce, un recluta negro que lleva solo 3 meses en el ejército, en el que tuvo que alistarse forzosamente. Pero cuando se acercan al pueblecito francés donde está la iglesia, el pequeño comando comenzará a darse cuenta de que, además de un puesto de telecomunicaciones, en el recinto religioso existen también unas instalaciones donde se gesta algo tremendamente siniestro...
Nos parece evidente que Avery ha aceptado este encargo para entrar en la siempre difícil industria hollywoodense, si bien es cierto que quizá no sea el tema que mejor le cuadre, a la vista del antecedente de la mentada Son of a gun. Tampoco el guion era la octava maravilla, con malas soluciones narrativas y reiterado recurso al azar, ese elemento que, en lo tocante a los libretos cinematográficos, ha de tratarse con cuidado porque su reiteración lleva a la desconexión del espectador, que termina dejando de creerse lo que se le cuenta, con tanta carambola y casualidad. La historia, cogida con alfileres, sin embargo está bien resuelta por un cineasta que, con buen criterio, ha optado por dar lo mejor de sí en la puesta en escena, ya que lo que nos cuenta es tirando a disparatado e inverosímil. A los nazis se les ha atribuido de todo, desde barbaridades que realmente hicieron, como los abominables experimentos del tristemente célebre doctor Mengele, hasta fantasiosas historias de clonaciones como la que se presentaba en la (por lo demás interesante) Los niños del Brasil (1978), de Franklin J. Schaffner. Aquí el “leit motiv”, que no destriparemos (el verbo quizá no sea el más adecuado, teniendo en cuenta el tema...), sería conseguir el objetivo que se pone en boca del malo de la función, el antagonista, el teniente nazi que afirma que “un Reich de mil años necesita soldados de mil años...”, en lo que podría considerarse una burda dislocación, una insana paráfrasis del concepto del “superhombre” de Nietzsche.
Con esa premisa, la película funciona en tanto en cuanto el elemento más interesante es precisamente el soldado protagonista, Boyce, un militar negro reclutado forzosamente, cuya mirada humanista aportará lo mejor del film, su incesante búsqueda de hacer lo correcto, lo lícito, lo que está bien, contraponiéndolo a la maldad intrínseca del régimen nazi, pero también a la rigidez inhumana de las órdenes de sus superiores, para los que los daños colaterales son despreciables. Bien contada, con soluciones de puesta en escena muy cinematográficas (la caída en paracaídas del protagonista, narrada desde su propia perspectiva, en medio de las ráfagas de las baterías antiaéreas, pero también el plano-secuencia del tramo final, cuando todo se derrumba alrededor de él, que escapa por piernas del lugar), Overlord ciertamente no pasará a ninguna antología, ni del cine bélico ni del de terror, ni siquiera de la mixtura de ambos, pero obtiene razonables momentos de tensión, con una gradación adecuada, sin tensar demasiado la cuerda, lo que generalmente conspira en contra del objetivo de generar adrenalina en el espectador. Si además tiene un evidente aliento humanista desde la perspectiva del soldado protagonista, mejor todavía...
Con un inevitable regusto por el gore, que parece el peaje inevitable en este tipo de cine, la película no es ciertamente apta para estómagos sensibles; claro que, estando de por medio los nazis, cuya capacidad para la crueldad, la tortura y el sadismo, además de lo conocido por la Historia (Holocausto, etcétera), se nutre de la fantasía de los guionistas, el plato (no precisamente de gusto...) está servido...
El reparto está cuajado de desconocidos: el único que tiene cierto pedigrí artístico es el protagonista, Jovan Adepo, un actor inglés al que hemos visto episódicamente en algunos films como Fences (2016) y madre! (2017).
(19-06-2020)
110'