Durante la década de los setenta, al calor de la fuerte vorágine política de la Transición Española, algunos de los más famosos humoristas españoles, que jugaron un papel muy importante en la apuesta por las libertades públicas durante el régimen franquista, decidieron saltar al cine como nueva forma de expresión de su muy peculiar sentido del humor. En todos los casos, sin embargo, la experiencia se saldó con un rotundo fracaso. Lo fue con Mingote y su Vota a Gundisalvo (en este caso sólo como guionista), lo fue con Chumy Chúmez y sus dos películas como director, Dios bendiga cada rincón de esta casa y Pero, ¿no vas a cambiar nunca, Margarita?, y lo fue con “Forges”, también con dos películas, El bengador gusticiero y su pastelera madre (sic), y su primera cinta, esta País, S.A..
Antonio Fraguas “Forges” es un humorista genial, como vienen comprobando los lectores de prensa en España desde hace muchos años. Pero su particular mundo satírico no es trasladable al muy distinto medio cinematográfico. Al menos él no lo consiguió con este filme, en el que contaba, un tanto atropelladamente, la historia de un grupo de infelices ladrones que deciden dar un “golpe” definitivo, y lo hacen secuestrando a un empresario al que le interesa precisamente “desaparecer” durante una temporada por motivos fiscales.
El resultado es visualmente pobre, flojo en diálogos y escaso en creatividad. Quizá influyera también en la mínima calidad del proyecto el que “Forges” trabajara sobre un guión no estrictamente propio, coescrito con Ramón de Diego, aunque evidentemente inspirado en sus habituales personajes. El reparto estaba compuesto por un grupo de actores secundarios del cine español, encabezado por una entonces muy en boga María Luisa San José, junto a profesionales tan sólidos como Fernando Delgado, aquí lamentablemente desperdiciado, o la gran Rafaela Aparicio, siempre estupenda.
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