En los años ochenta, el cineasta alemán Win Wenders se reafirmó en su papel preponderante en el cine mundial de la época con esta formidable película formalmente americana, pero tan europea en el fondo. Tras sus éxitos con En el curso del tiempo, El amigo americano y Relámpago sobre agua, y de la fallida experiencia de rodar en USA con capital yanqui en Hammet/El hombre de Chinatown, Wenders vuelve a las tierras de América del Norte para contarnos una historia nacida de la imaginación de Sam Shepard, uno de los más importantes dramaturgos (y actor, y director de cine) actuales, tan próximo temáticamente al universo wendersiano.
Un hombre aparece en medio del desierto. Nadie sabe quien es, ni de donde ha salido. Tras las correspondientes pesquisas vuelve a su hogar, con su mujer y su hijo, aunque nada recuerda. El tiempo vendrá a recomponer, mal que bien, el rompecabezas de una mente en blanco, de una vida resquebrajada.
Hermosa fábula de la memoria, presenta por primera vez en el cine de Wenders la emoción, ese tan raro sentimiento, tan frecuentemente bastardeado, pero que en la fría mirada del cineasta alemán aparece como el paradigma de la sencillez. Harry Dean Stanton y Nastassja Kinski resultan realmente inolvidables en sus devastados personajes.
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