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Tras una primera etapa durante los años cincuenta y primeros sesenta en los que Clint Eastwood fue fogueándose como actor en series televisivas y productos de serie B, alcanzó notoriedad en Europa con el subgénero del “espagueti-western” que inventó Sergio Leone. Agotada esa etapa y regresado a Estados Unidos, el artista de San Francisco inició una interesante colaboración con algunos de los grandes directores de Hollywood de la época, como Don Siegel y Joshua Logan. Sin embargo, una de las películas que hizo con Siegel, la percutante Harry el Sucio (1971), le convertiría en blanco de las iras de la crítica de la “gauche divine” de la época, que confundió a su personaje (un policía de métodos expeditivos, poco amigo de cumplir las normas y mucho de tirar de gatillo antes de preguntar) con la persona, y de esa forma Eastwood se convirtió en el pimpampum de esa crítica que equivocó el tiro y entendió que la ideología del actor se correspondía con el mensaje del film, por lo demás un notable ejercicio cinematográfico de uno de los directores más interesantes del cine USA de los años cuarenta a setenta.

En esos mismos años, a principios de los setenta, Eastwood comenzó una entonces incipiente carrera como director, al principio tanteando el camino, lejos de la aureola fachosa que la crítica miope de la época le quiso adjudicar; así, su ópera prima como director sería Escalofrío en la noche (1971), un extraño thriller cuyo tema era el inquietante y creciente acoso de una admiradora más bien chalada a un locutor radiofónico, para después incidir en el western con Infierno de cobardes (1973) y, posteriormente, hacer una dramedia romántica, esta Primavera en otoño que debería haber avisado a sus muchos críticos de que Eastwood era un director que en absoluto se correspondía con el retrato de chafarrinón de su personaje.

California, en los primeros años setenta. Una joven, casi una adolescente, que se ha hecho hippy y vive la vida tal y como viene, conoce por casualidad a un acomodado agente inmobiliario, divorciado, cincuentón y dado a las relaciones esporádicas, con el que inicialmente tiene algún tropezón, para después, poco a poco, ir ganando en intimidad...

Primavera en otoño es un film extraño; lo es por la gran diferencia de edad entre la pareja protagonista, en una época en la que ese tipo de relaciones no era precisamente frecuente; lo es también por el carácter fresco, anárquico, francamente rebelde pero sin radicalismos del personaje femenino, una chica permanentemente alegre y exultante, aunque no tenga donde caerse muerta (quizá fuera por eso...); y lo es también por su historia de amor y sexo, alejada de gazmoñerías, con un hombre que casi le triplica la edad. En el siglo XXI una relación de este tipo sería vista con recelo y calificándola poco menos que de pedófila (aunque la chica es, desde luego, mayor de edad), pero los años setenta eran todavía en ese aspecto un oasis de libertad, de normalidad, la peste de lo políticamente correcto no lo había invadido todo todavía.

Film ajeno a moralismos y que finalmente opta por el “carpe diem”, tan alejado de las ñoñerías del conservadurismo de la época (de cualquier época, realmente), Primavera en otoño tiene algunos errores típicos de principiante, como la forma demasiado rápida con la que los protagonistas bajan sus emocionales barreras protectoras para entregarse físicamente, cuando hasta unos minutos antes ambos actuaban como el perro y el gato, en una relación a la que le hubiera ido bien una más modulada forma de acercamiento romántico y sexual. No obstante, esa mezcla de miradas, la burguesa de él y la contestataria de ella, es otro de los alicientes del film, combinándolas Eastwood con soltura y solvencia.

Por lo demás, Eastwood hizo bien en fiar mucho en su pareja protagonista: él, William Holden, uno de los grandes de Hollywood, inolvidable en films como El crepúsculo de los dioses, Traidor en el infierno (por la que consiguió el Oscar), Picnic, El puente sobre el río Kwai o, ya maduro, Grupo salvaje. Ella, Kay Lenz, con apenas veinte años, una actriz a la que le iba como un guante el personaje, extrovertido, permanentemente risueño, una auténtica bomba de felicidad. Lástima que después Lenz no tuviera mucho más recorrido, al menos en productos interesantes, quedando relegada pronto a rutinarios productos televisivos.


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106'

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Primavera en otoño - by , Jul 28, 2018
2 / 5 stars
Cuando había hippies