Tras el espléndido debú de Azucena Rodríguez en la dirección con Entre rojas, elaborado documento en torno a la represión franquista contra las mujeres, su segunda película enfría los ánimos sobre las esperanzas despertadas. Quizá ello se deba a la consideración, voluntariamente asumida por la directora, de Puede ser divertido como una película de encargo, un guión ajeno puesto en sus manos en razón a la pericia demostrada.
Pero a pesar de que la cineasta ha buscado llevar a su terreno el filme, no lo ha conseguido: el guión apenas daba para un mediometraje, con este ir y venir de dos amigas divorciadas y con niño, sus confidencias y su enfrentamiento tras el encoñamiento de ambas por un mismo varón. Tampoco Azucena parece encontrarse muy a gusto en su faceta de realizadora a sueldo porque, en contra de lo que ocurría en su primera película, donde constantemente se imponía retos, aquí se limita a ilustrar aseadamente pero sin imaginación una historia ajena a sus obsesiones.
Y es una lástima, porque hay algunos apuntes atractivos, como el hecho de que el protagonismo recaiga exclusivamente en féminas, en un filme hecho entre mujeres. Los hombres son peleles en sus manos, y el personaje de Toni Cantó resulta ser un objeto erótico equivalente al que tantas películas han popularizado con sexo femenino. Pero no es suficiente con hacer una cinta que busque la complicidad; si dentro de las rebanadas tan artísticamente cortadas no hay nada, ¿a qué le vamos a dar el bocado?
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