Pelicula:

Del cineasta surcoreano Bong Joon-ho habíamos visto en España The host, una curiosísima incursión en el cine de monstruos, que jugaba a modo con temas tales como la inveterada incompetencia de la administración pública (de cualquier administración pública: sálvate, Pericles…) o la heroicidad a su pesar de (o gracias a) la patosidad de los salvadores, todo ello con un ritmo endiablado y unos efectos especiales de virtuoso, puestos al servicio de la historia y no al revés, como tan frecuentemente ocurre. Ahora nos llega esta costeada coproducción, ahora ya con aspecto occidentalizado, habiendo intervenido en ella, además de la originaria Corea del Sur del cineasta, otras nacionalidades cinematográficamente tan potentes como la estadounidense o la francesa.


Lo curioso del caso es que el envite, con estrellas de Hollywood (Chris Evans, lanzado con la serie de El Capitán América), promesas británicas (Jamie Bell, el chico de Billy Elliot) y grandes popes de la interpretación en lengua inglesa (John Hurt, Ed Harris), parecía prestarse al típico blockbuster con muchos fuegos artificiales y poca sustancia, el tópico producto comercial aseadito y pulcro que satisfaga a públicos poco exigentes, buenos consumidores de cola y palomitas. Pero Snowpiercer no tiene nada de eso: es casi tan extraña, tal vez más, que la mentada The host.


Veamos: al principio se nos cuenta cómo ocurrió el Apocalipsis. En julio de 2014 (cielos, cuando se escribe esto falta poco más de un mes…) un buen número de países del mundo, aconsejados por los científicos, bombardean las capas altas de la atmósfera con un compuesto químico denominado CW7, que debería frenar y revertir el calentamiento terráqueo. Como era de esperar en esta suerte de experimentos sin gaseosa, lo que se produce es una glaciación brutal que arrasa con toda vida animal o vegetal sobre el planeta Tierra.


Un visionario, un muchimillonario que se olía la tostá, diseña años antes una especie de arca de Noé, en forma de tren, dentro del cual se salvará un número exiguo de humanos. La acción salta entonces a 17 años después de aquel fatídico Apocalipsis, cuando el arca-tren se ha convertido en un microcosmos a escala de una sociedad que reproduce los peores momentos de la Humanidad, con una clase baja esclavizada y envilecida, una élite que dimana del creador de aquel último espacio de vida, una policía que ejerce labores de defensa de la cúspide, una entelequia que convierte la educación de los niños en puro adoctrinamiento alienante.


En ese contexto, un hombre de 34 años concibe, junto a algunos adláteres, la posibilidad de revertir la situación y, desde la cola, el lugar alegórico y a la vez real que le ha sido asignado en esta nueva (pero tan vieja…) sociedad, se propone alcanzar el primer vagón, donde está el motor que todo lo mueve, como un nuevo “deus ex machina” (nunca mejor dicho…), y a su creador, y cambiarlo todo para que todo vuelva a ser humano.


Película rara donde las haya, tiene tantas lecturas y está tan preñada de significados que realmente haría falta un tratado para detallarlos todos. Haremos una parva gavilla a vuela pluma: desde la inicial invocación al mismísimo Apocalipsis de San Juan, con la aparición de unos aviones que dejan un reguero blanco a su paso (el CW7 que supuestamente debería acabar con el calentamiento terráqueo), que no deja de ser una terrorífica metáfora sobre el Jinete del Caballo Blanco del Primer Sello del Evangelista, hasta una cierta visión marxista del filme, con un proletariado que habrá de hacer su particular asalto al Palacio de Invierno, pasando por el escepticismo sobre el ser humano del último tramo, cuando ese objetivo último termina convirtiéndose en el final, quizá en el principio de todo. Ello además de reflexiones a las que Maquiavelo y su El príncipe no son ajenos, visiones criptocristianas con un líder, quizá un mesías, que a la edad de 34 años (uno más que Jesús de Nazaret…) dirige a su pueblo hacia la salvación, o un final protoecologista, acaso el comienzo de un nuevo Edén, ahora helado.


Muchas, tal vez demasiadas referencias, algunas contrapuestas. Pero, ¿saben?, lo curioso es que en conjunto, y a pesar del tramo final, que a ratos resulta abstruso, cuando no absurdo, el filme funciona, sobre todo por la rara fascinación que desprende, un mundo de pesadilla reducido a los dos metros que caben entre dos raíles, a lo largo de un camino sin fin, un bucle como de Moebius. No es una obra redonda, pero sin duda es mucho más estimulante que tanto filme más perfecto pero también, generalmente, más inane, más falto de propuestas, fallidas o no, que nos muevan e incluso nos conmuevan.



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Duración

126'

Año de producción

Trailer

Snowpiercer (Rompenieves) - by , Jun 14, 2018
3 / 5 stars
Después del Apocalipsis