Pelicula:

Guillermo Rojas (Córdoba, 1981) es un productor andaluz (a través de su productora Summer Films, que comparte con otros cineastas como Laura Hojman) que desde hace unos años también se está desempeñando como director, primero rodando algunos cortos y después pasándose al largometraje de ficción, debutando en ese formato con la apreciable dramedia romántica Una vez más (2019). Ahora cambia de género y se pasa a la comedia (llamémosle) histórica, ambientando esta su nueva película, Solos en la noche (que evoca, no sé si premeditadamente, aquella vieja peli de José Luis Garci, Solos en la madrugada, con Pepe Sacristán), nada menos que en la tarde, noche y madrugada del 23-F, aquel golpe de estado que, en 1981, intentaron dar el teniente coronel Tejero, el teniente general Milans del Bosch, el general Armada y otros conspiradores de menor relieve público.

Aquel 23 de febrero de 1981, hacia las 6 y media de la tarde, se procedía en el Congreso de los Diputados a la votación para elegir al nuevo presidente del gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, tras la dimisión, nunca suficientemente explicada, de Adolfo Suárez. Tejero y un centenar de guardias civiles asaltaron la sede de la soberanía nacional, a la espera de que Armada se hiciera cargo de un gobierno a todas luces fuera de la Constitución. El golpe, parado por el rey Juan Carlos en una intervención televisada de apenas un minuto, a la una de la madrugada, tuvo en jaque, sin embargo, a todo el país durante varias horas.

Rojas, en esta película, imagina qué podría haber sucedido en un modesto despacho laboralista durante esas horas. Pronto conocemos a los principales personajes de esta dramedia coral: Paquito, abogado siempre con más miedo que siete viejas, socialista más bien a empujones, escasamente ideologizado; Antonio, otro abogado que está en estas cuestiones más bien con intención de tirarse a cualquier moza que se ponga a tiro, a base de mucho morro y de declamar vibrantes poesías de Rubén; Manolo, el ideólogo del grupo, comunista, marxista, leninista, estalinista y otros “istas”: demasiados “istas” para su mujer, Carmen, a la que tiene bastante abandonada con su bebé de pocos meses; Marisol, nueva en esta plaza, a la que Antonio le pone los puntos aunque ella está más por Paquito, quien a su vez se le cae la baba con Adriana, una briosa argentina que es la amante (no tan) secreta de Manolo.

Este variopinto grupo se verá conmocionado cuando se entera (vía transistor, como todo el mundo aquel día) del asalto al Congreso. Como es un bufete de abogados de corte izquierdista, entran en pánico, pensando que pueden ir a por ellos, así que deciden trasladarse a la casa de la tía de Paquito, que se encuentra fuera de la población, para así no estar localizables para los “fascistas”. Pero además de huir de esos nunca concretados perseguidores, los seis tendrán tiempo también para estrechar lazos entre ellos, de tal forma que esa noche será definitoria en cuanto a sus relaciones sentimentales para varios de ellos, formándose nuevas parejas y deshaciéndose otras...

La película va intercalando, de forma intermitente (es un recurso lícito, en este caso se diría que casi ineludible), algunas imágenes televisivas del 23-F, esas imágenes que, no por más conocidas (como la entrada de Tejero en el hemiciclo al grito de “¡al suelo, al suelo!”), dejan de ser impactantes, sobrecogedoras.

Rojas utiliza con frecuencia la cámara al hombro, para dar una mayor sensación de verosimilitud, de realismo, en una película rodada con corrección, sin alharacas, buscando más narrar su historia que hacer florituras fílmicas. Con diálogos frescos y naturales, recoge bien el ambiente inflamadamente ideologizado de la izquierda y la ultraizquierda de la época, pero rebozado de un humanismo más pagano, más sentimental, también más carnal. Así, habrá momentos para henchir los corazones de utopía, como en la escena en la que rememoran la portuguesa Revolución de los Claveles y se ponen a cantar, a coro y a capela, la Grandola Vila Morena de José Afonso, pero también para cierto (sano) cachondeo con los símbolos más venerados de los partidos llamados progresistas, como la escena en la que solo consiguen que el bebé de Carmen y Manolo (este el más furibundamente ideologizado de todos ellos) deje de llorar cuando le cantan, a modo de nana... La Internacional...

Aunque el director no conoció en directo el golpe (nació el mismo año de aquella intentona), es evidente que le interesa mucho el tema; de hecho, la película está dedicada a sus padres, que le hablaron mucho sobre aquel infausto suceso. Rojas opta aquí por hacer una visión del 23-F desde fuera, no buscando una reconstrucción, que ya se ha hecho (por ejemplo, en la miniserie 23-F: El día más difícil del rey, de Silvia Quer, o en el film 23-F. La película, de Chema de la Peña), sino presentando a un grupo humano a cientos de kilómetros de aquel epicentro que fue el Congreso, para ver cómo podrían desenvolverse tras darse a conocer la noticia de la asonada militar, por supuesto no buscando una historia realista sino más bien una ficción incardinada en aquel evento, que lógicamente actuaría como catalizador de conductas y actitudes.

Sin duda el personaje más curioso, también más entrañable, será el del abogado Paquito, un personaje que es todo miedo, temeroso de todo, prudente hasta decir basta; pero, eso sí, un hombre cabal, sensato, que habrá de sobreponerse a ese pánico atávico que constantemente le reprime, para poder dar lo mejor de sí ante un micrófono, en un mensaje a través de las ondas hertzianas que no sabemos si escuchó alguien, pero sí desde luego la mujer a la que ama (secretamente para él, a voces para todos los demás), presente delante de él; ese “speech” es vibrante, creíble, un “speech” en el que reconoce su  miedo, como todo el país, miedo a que vuelvan los tiempos oscuros, a no poder vivir en libertad, un discurso que advierte de que las libertades son frágiles, pero que no hay que dejarse llevar por ese miedo feroz. Un discurso sentido, apasionado, que suena muy a verdad, quizá de lo mejor de un film en el que sin embargo otras escenas (por ejemplo, la de la emisora de radio, en concreto la pelea con una pistola de por medio) resultan ser más endebles, pobremente filmadas y no muy bien montadas.

Es curioso que el personaje de Paquito sea, en buena medida, un epígono del arquetipo creado por Woody Allen en tantas películas: con miedo de todo, balbuceante, prudente hasta la exageración, hipocondríaco a la novena potencia, “salido” pero temeroso de dar el paso... si hasta lleva unas gafitas que recuerdan poderosamente al cómico neoyorquino... Por supuesto, esto no es una crítica, sino la constatación de que el arquetipo Woody forma ya parte del imaginario creado por el ser humano, al fin y al cabo un arquetipo que nace de personas que, realmente, son así. A este Paquito se le deben buena parte de los mejores golpes de humor, en esta comedia que a ratos es más bien comedia negra, incluso drama, aunque no llegue la sangre al río.

Buen trabajo actoral, en una película de la que se puede decir que tiene un protagonismo coral. Quizá el trabajo más matizado sea el de el sevillano Pablo Gómez-Pando, que interpreta a ese Paquito que se parece bastante a Woody Allen, pero también llama la atención el personaje interpretado por Alfonso Sánchez, uno de los sandungueros “Compadres”, que aquí sorprende haciendo de concienciado y ferviente comunista.

(24-12-2024)


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88'

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Solos en la noche - by , Dec 24, 2024
2 / 5 stars
Woody Allen en el 23-F