Tierra generosa

Jacques Tourneur es uno de los grandes cineastas norteamericanos de la época clásica que, sin embargo, no es demasiado famoso. Los buenos cinéfilos si lo conocen perfectamente y le admiran por míticos films de terror como La mujer pantera (1942), Yo anduve con un zombie (1943) y La noche del demonio (1957), cine negro con ejemplos tan potentes y plenos de sutileza como Retorno al pasado (1947), y vibrante cine de aventuras en películas como El halcón y la flecha (1950) y La mujer pirata (1951).

En el western Tourneur, sin llegar a esas cimas, también aportó films de interés, como Una pistola al amanecer (1956) y esta Tierra generosa (1946). El cine de Tourneur siempre fue un tanto esquinado, aportaba una visión sutilmente distinta a la habitual y estándar. Así, en este film nos encontramos con un triángulo amoroso que realmente es un cuadrado: Logan es un empresario en el mítico Far West norteamericano, en concreto en Oregon, a mediados del siglo XIX, cuando la colonización de la zona estaba en pleno apogeo, en continua disputa con los indios, que se resistían (con tanta razón...) a ser arrollados por los rostros pálidos... En ese contexto, Logan tiene negocios de transporte de mercancía a lomos de mulas; es persona inquieta y dada al continuo movimiento, tanto en sus negocios como en su vida personal; está comprometido con una mujer, Caroline, aunque Lucy, la novia de su mejor amigo, George (a la que él, cuando es necesario, lleva de un lado a otro en las difíciles llanuras de la comarca), está no tan secretamente enamorada de él. Por su parte, George, de oficio banquero, tiene un serio problema con el juego, que hace que ande gastándose el dinero de sus clientes en sus continuas pérdidas en partidas de póquer...

Tierra generosa se basa en una novela de Ernest James Haycox, Canyon passage (título que se mantuvo en el original de la película), publicada en la revista “pulp” The Saturday Evening Post, como otras muchas del mismo autor. Tourneur la llevó a su terreno y narró con esa base argumental una de sus tortuosas historias románticas, en la que las miradas y las insinuaciones veladas están muy por encima de los diálogos supuestamente inocentes. Presenta también el modelo de hombre íntegro, del héroe masculino típico de la época, del hombre fiable y noble, y como contraposición aparece la figura del tipo brutal, poco más que un animal, temible por todos conceptos. De esa dicotomía de civilización, honestidad y nobleza, por un lado, y bestialidad sin sentimientos ni escrúpulos, por otro, y del finísimo triángulo isósceles que plantea Tourneur, surge un film hermoso y sereno, quizá no de la misma altura de las obras maestras del cineasta antes citadas, pero sí notable en su firmeza y buen pulso.

El siempre solvente Dana Andrews compone con tino su personaje, el hombre cabal que se debate entre dos mujeres, siempre respetando la amistad con el amigo que, finalmente, no estará a la altura de las circunstancias. De las dos bellas, la mejor sin duda es una Susan Hayward que aún no había llegado a sus cimas de los años cincuenta (singularmente la espléndida Quiero vivir), pero que ya era una actriz que dominaba todos los recursos de la interpretación. Estupendos secundarios: el fordiano Ward Bond, en un personaje ciertamente inolvidable por su crueldad y su vesania; Lloyd Bridges, el padre de Jeff y Beau Bridges, imprescindible actor de reparto de la época; y el gran Brian Donlevy, especializado en villanos sinuosos y de muchas capas, aunque también en personajes atados a pasiones, como aquí con el juego.

El film estuvo nominado a la Mejor Canción Original, llamada como el título original, Canyon passage, compuesta por Jack Brooks (letra) y Hoagy Carmichael (música), teniendo este último un papel secundario de cierta relevancia en la película.