Como los años no pasan en balde, parece que Allen ha decidido desdoblarse en su última película: ya no tiene edad para tener líos sentimentales con parejas de ida y vuelta, así que en esta Todo lo demás hay dos Woody: uno, con su aspecto, con edad teórica de sesenta años, según dicen en el film (aunque ya sabemos que los que ha cumplido en diciembre han sido sesenta y ocho; y es que en el fondo es un coqueto...), y otro, un veinteañero, interpretado por Jason Biggs (cuyos créditos como actor en la nefasta serie American Pie no son precisamente un timbre de gloria...), que se reconoce como un Woody joven, decididamente más guapo que el original (tampoco esto era muy difícil...), y que obedece exactamente a las mismas pautas que el personaje que con nombres distintos interpreta Allen desde hace tres décadas: neurasténico, balbuciente, aprensivo, lúcido pero infeliz, pésimo en sus relaciones de pareja, de poco espíritu... en fin, el Woody de siempre, pero ahora con la cara de este joven judío de infame pasado interpretativo.
Y Woody hace de él mismo, pero ya de vuelta de todo, permitiéndose cosas que el Allen anterior jamás habría hecho: no sólo habla de la Muerte sin que le tiemble el labio ni se vuelva tartaja, sino que es capaz de vengarse de un agravio con todas sus consecuencias, con una violencia que jamás vimos en sus películas. Así que ya tenemos dos Woodys, uno tal que el anterior, con cuarenta años menos e igual de botarate, y otro sexagenario largo, al cabo de la calle, que ha superado la fase del psicoanalista y se cisca en todo. Bueno, algo hemos avanzado, es cierto...
Por lo demás, la nueva película woodyana es muy clásica con respecto a sus habituales comedias, con el panoli de turno y sus difíciles relaciones con las féminas, en este caso con su rellenita novia, una Christina Ricci que, junto con el personaje de su madre, interpretado por Stockard Channing, habrán concitado todas las furias del feminismo de guardia: las dos son inconstantes, infieles, desorganizadas, desleales, bordes... vamos, unos angelitos.
Divertida casi siempre, con los temas recurrentes en Woody pero ahora con esa doble perspectiva del descreído de vuelta de todo y del que empieza el camino, tan acarajotado como siempre, resulta un film agradecido de ver, mayormente para los woodyanos, y que evidencia la evolución de Allen hacia zonas quizá no demasiado distintas a las que habitualmente ha hollado, pero sí con ciertas (y estimulantes) variantes.
(24-12-2003)
108'