Trapecio

Carol Reed fue un director londinense que llevó a cabo una interesante carrera en su país de origen, el Reino Unido, con títulos como El ídolo caído (1948), El tercer hombre (1949) (en la que, es cierto, la mano de Orson Welles, presente en el reparto, se apreciaba en la espléndida puesta en escena) y Oliver (1968), que ganó cinco Oscar; Reed también probó suerte en Hollywood, haciendo allí algunos films, como este Trapecio y también El tormento y el éxtasis, el biopic sobre Miguel Ángel y su complicada relación con el papa Julio II para pintar la Capilla Sixtina.

Trapecio no deja de ser una entretenida aventura circense, un film que en su momento se ponderó como el no va más de las cintas con trapecistas, aunque el tiempo, ciertamente, no ha sido clemente con ella. Narra la historia de una pareja de estos acróbatas de permanente flirteo con el peligro; cuando uno de ellos muere, su hijo reclamará  su sitio, pero el superviviente, que sabe del riesgo mortal de la profesión, se mostrará  renuente a ello.

La película combina a un tiempo los tonos melodramáticos típicos de la trama principal que se narra con los románticos, y cierto suspense en las escenas de saltos mortales, como es habitual, aunque es evidente que en ese aspecto la cinta se ha quedado avejentada.

Apañado reparto, con un Burt Lancaster que en su juventud fue efectivamente trapecista, teniendo que dejarlo por una lesión (afortunadamente, habrá que decir: de otra forma no habríamos disfrutado de su talento interpretativo) y un Tony Curtis en su mejor momento físico, en los años en los que interpretaba films como Con faldas y a lo loco y Espartaco, ambos enfrentados por una mujer, Gina Lollobrigida en su aventura americana. También destaca la belleza racialmente hispana de Katy Jurado, siempre tan personal.