Estreno en Movistar+.
Disponible también en Apple TV, Rakuten y Google Play Movies.
El australiano George Miller tiene un lugar en la Historia del Cine como creador de una de las franquicias más innovadoras y populares de los últimos cincuenta años, la iniciada con Mad Max. Salvajes de autopista (1979) y continuada con Mad Max 2. El guerrero de la carretera (1981) y Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno (1985); los flojos resultados en taquilla (y en las cuestiones artísticas…) de esa tercera entrega pareció finiquitar la saga, a pesar de lo cual, casi treinta años después resucitó, y de qué manera, con la potentísima Mad Max. Furia en la carretera (2014), que puso de nuevo de moda el universo postapocalíptico propio de la serie, hasta el punto de que, cuando se escriben estas líneas, se está rodando Furiosa, un “spin-off”, en concreto una precuela que establecería la historia previa de la carismática guerrera llamada Furiosa antes de conocer al loco Max.
Pero Miller ha hecho otras muchas cosas: lo suyo es el eclecticismo, y eso hay que agradecérselo, no se ha limitado a rodar una y otra vez aventuras de Mad Max. Así, ha hecho cine de gran presupuesto en Hollywood con Las brujas de Eastwick (1987), con estrellas como Jack Nicholson, Michelle Pfeiffer y Cher, pero también cine más pequeño, más humanista, como El aceite de la vida (1992), o incluso agradables fábulas animalistas, bien en imagen real, como la popular Babe, el cerdito en la ciudad (1998), bien en animación digital, como el díptico sobre pingüinos Happy Feet. Rompiendo el hielo (2006) y Happy Feet 2 (2011).
A pesar de ese eclecticismo en cuanto a géneros, el tema recurrente en casi toda la filmografía de Miller, por muy diversa que sea (que lo es…), es el núcleo familiar, concretamente las relaciones intrafamiliares y/o de pareja. Como seguramente no podía ser de otra forma, también ésta su nueva peli, de peculiar título, Tres mil años esperándote (la traducción del original parece que podría ser más bien “Tres mil años de añoranza”, pero el título español nos parece bueno, incluso superior al original), comparte ese tema, aunque inicialmente podría no parecerlo.
La historia se ambienta en nuestros días: Alithea Binnie (aclaración: Alithea es una de las variaciones nominales de Alicia, “verdad” en griego… no parece que la elección del nombre haya sido casual…) es una prestigiosa doctora en literatura de viaje académico por Turquía, en concreto en Estambul. Allí, por azar, se hace con una botellita de cristal de cuyo interior surge un genio, un “djinn” según la denominación arábiga, que la conmina a que pida tres deseos de corazón para que él pueda quedar libre; pero la doctora es bastante escéptica al respecto, sabedora de lo mal que suelen terminar estas historias, y se lo expresa así al genio, que decide entonces convencerla contándole las veces en las que fue encerrado en la botellita de cristal y las circunstancias de cada una de ellas…
Tiene esta Tres mil años esperándote una curiosa mezcla de tradición y modernidad, la modernidad de la doctora en Literatura, con todo lo que supone una mujer de nuestra época, una intelectual libre y dueña de su tiempo y de su persona, pero también la tradición del mito de los genios y sus tres deseos, de larga trayectoria en la narrativa, especialmente la árabe; citar Los cuentos de las Mil y Una Noches, por supuesto, es casi una obviedad, fundamentalmente por el famoso relato de Aladino y la Lámpara Maravillosa, de la que el film bebe sin recato, aunque no se trate en absoluto de copia ni plagio alguno, sino más bien de un cálido tributo.
Sobre el cuento de la escritora británica A.S. Byatt titulado The Djinn in the Nightingale's Eye (literalmente, “El genio en el ojo del ruiseñor”), publicado en 1994 en Estados Unidos por Random House, Miller nos presenta esta fantasía orientalizante en agradable envase digital, una historia que va de menos a más, con un inicio titubeante mientras conocemos a la doctora Binnie y las peculiares apariciones fantasmagóricas que recurrentemente se le presentan en los lugares más insospechados, hasta que encuentra, dentro de un pequeño frasco (aquí no tenemos lámpara, que eso ya sería demasiado vintage…), un genio de tamaño XXL que le ofrece los consabidos tres deseos a cambio de su libertad.
Miller juega con los tópicos de las historias de genios y deseos, pero lo hace entreverando la película de (volvemos a ello) la tradición de los cuentos que permiten dilatar “sine die” decisiones que se prevén muy perjudiciales para el personaje protagonista; así, aquí el "djinn" contará a Alithea su historia, esperando con ello ablandar su corazón de mujer práctica, científica, ajena a lo esotérico, a la manera en la que Sherezade contaba al Sultán sus historias en Las Mil y Una Noches para que el monarca no la pasaportara al otro barrio, como hacía con todas sus esposas tras la noche de bodas. Hay entonces un homenaje a esa milenaria narrativa oral preislámica que finalmente se plasmó en el texto que, con diversos añadidos a lo largo de los siglos, conocemos hoy día como la cima de la literatura popular arábiga.
Hay, claro está, una lectura actual, con ese amor que no puede ser exigible sino que solo podrá entregarse voluntariamente, un amor donde no caben imposiciones ni deberes más allá del deseo de cada uno de los participantes de ese sentimiento, pero también una mirada entre nostálgica y cómplice hacia ese mundo de fantasía que arrulló nuestros sueños infantiles, cuando todo era posible… incluso que un genio gigantesco salga de una minúscula botellita de cristal y te ofrezca tres deseos…
Como decimos, la película gana en interés conforme avanza el metraje, una vez que Miller ya se adentra en el meollo de la trama, que no es otra que la amena narración de las diversas peripecias del “djinn”, puestas en escena con ingenio y la imprescindible ayuda de los efectos digitales, que están aquí bien implementados en la historia, sin, afortunadamente, sustituir la sustancia narrativa por el efectismo de las maravillas tecnológicas, como tantas veces sucede.
Contra todo pronóstico, la química entre Tilda Swinton, con su frágil imagen, tan intelectual, tan nórdica y aparentemente fría, e Idris Elba, el gigantón afroamericano, funciona bien, nos creemos esta peculiar pareja de disímiles, quizá precisamente por su desigualdad.
(08-09-2022)
108'