1971: Francia ha pasado por el Mayo del 68, que ha cambiado el mundo, aunque no como querían los estudiantes en las calles. En el campo, en la región de Limousin, en la zona central del país, una joven ayuda a su padre en el campo. No tiene novio, aunque un vecino la corteja un tanto pudorosamente y todos creen en el pueblo que finalmente ambos se casarán. Pero la chica guarda un secreto: le gustan las mujeres. Cuando marcha a París intentando escapar del ambiente asfixiante de su tierra, encontrará entre un grupo de feministas a lo más parecido a su media naranja. Pero desde el campo llegan malas noticias…
Aunque pueda parecer una perogrullada, Un amor de verano es una película romántica. Obviamente, que sus amantes pertenezcan al mismo sexo no invalida esa catalogación. La belle saison nos cuenta una historia de amor quizá imposible, o al menos muy complicada, en el marco de un país que, a pesar de la supuesta revolución del 68, en sus entrañas seguía siendo tan conservador, tan pacato, tan gazmoño como antes de que Daniel Cohn-Bendit llamara a la rebelión. Hoy esta relación amorosa sería perfectamente normal, pero las vidas se desarrollan en contextos históricos concretos, y el filme va de eso, de denunciar la represión externa, pero también la autorrepresión a la que se veían sometidas, velis nolis, las amantes en estas circunstancias.
Pero no sólo va de denuncia: La belle saison trata, sobre todo, de amor, de amor imprevisto, imprevisible, casi una oda al azar: dos personas que era improbable, casi imposible que se encontraran, sin intereses comunes, sin nada que las relacionara, y que sin embargo terminan por enamorarse hasta las trancas. Pero (siempre hay un pero…) las apariencias, las circunstancias, el sentido del deber, las obligaciones que los seres humanos nos imponemos… terminarán por hacer de lo que debía ser una fecunda, dilatada historia compartida, una flor de verano.
Catherine Corsini tiene ya una larga carrera como directora: comenzó a hacer cine en 1982, aunque ciertamente no ha destacado especialmente a lo largo de su filmografía. Hasta ahora su mejor película era Partir (2011), también otra historia de amor bastante peculiar, en ese caso mixta (vamos, de hombre y mujer), mejorada ahora por este filme sobre la fugacidad de la felicidad, sobre la dificultad de amar contra las vicisitudes de la vida, pero también una mirada fresca y desprejuiciada sobre temas como el efervescente feminismo de primeros de los años setenta en Francia, que es tangencial a la trama pero también tiene su interés.
Esforzadas y entregadas las protagonistas, Cécile de France, que tiene ya una carrera apreciable, nominada al César por este personaje, y la casi recién llegada Izïa Higelin, que resulta una presencia muy estimulante y puede dar mucho juego en el futuro.
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