Con esta comedia en clave romántica comenzaron varias cosas en España: por un lado, fue el principio del cine que se denomina “del desarrollismo”; el régimen de Franco, pasada la peor época de la postguerra, de las cartillas de racionamiento, de la escasez, del estraperlo y el gasógeno, buscaba nuevos horizontes que procurara un mayor bienestar económico y social; por otro, es la primera película producida por José Luis Dibildos con su productora Ágata Films, que sería muy importante posteriormente al llegar la Transición y postular una tercera vía entre la astracanada landista y el cripticismo del Nuevo Cine Español; también fue la primera película de la actriz argentina Analía Gadé en España, y su primer encuentro con Fernando Fernán Gómez, encuentro que tendría consecuencias artísticas (formaron pareja en varias películas a partir de ésta) y también sentimentales (fueron pareja en la vida real también durante bastante tiempo); y, aunque no fue la primera, sí fue de las primeras películas que dirigiría en España León Klimovsky, realizador argentino que, como Analía Gadé, se exilió en nuestro país a la caída de Perón en 1955.
Por lo demás, el interés de Viaje de novios, más de medio siglo después, no pasa del puramente sociológico: es curioso ver los intentos del régimen franquista (que, por supuesto, estaba detrás del cine oficialista español) para quitarse el pelo de la dehesa: aquí tendremos hoteles de lujo, piscinas, camareras que llevan el desayuno a las habitaciones, joyas y modelitos de diseñadores de postín, aviones y aeropuertos… todo aquello que faltaba en la vida cotidiana de la inmensa mayoría del pueblo español. Se buscaba acercarse a los estándares europeo y norteamericano de la época, aunque fuera solo en la fachada de un cine irreal, porque esas vidas de lujo y total ausencia de necesidades básicas no existía salvo en muy contadas excepciones, generalmente en gente próxima al régimen dictatorial en el poder.
Madrid, hacia mediados de los años cincuenta: un hombre que ha estado trabajando durante diez años en Sudán se ha casado por poderes con una mujer argentina. En el aeropuerto lo recibe el componedor de este matrimonio; mientras esperan a la recién casada, toman algunas copas de más, y la impresión de la bella al llegar a España es pésima al encontrarlo en estado de embriaguez. Ambos marchan a un hotel en la sierra, especializado en recién casados, donde conocerán a otras cuatro parejas en situación similar. La relación entre los protagonistas no es precisamente buena, con tan mal inicio, aunque algo empezará a cambiar poco a poco...
Klimovsky fue contratado, según es notorio, por ser un cineasta rápido y seguro. Otra cosa es que, además, era bastante ramplón y, con frecuencia, de una torpeza llamativa. Véase la pésima planificación y montaje, por ejemplo, de los gags de las sucesivas tartas que presentan a los recién casados, o la pedestre puesta en escena, en general, del film, tan lejos de la elegancia de la que, en ese mismo tipo de comedias románticas, habían hecho gala en Hollywood gente tan buena como George Cukor o Gregory LaCava.
Así las cosas, queda el buen trabajo de un puñado de notables actores españoles (algunos habitualmente protagonistas, como Fernando Fernán Gómez y Analía Gadé; otros segurísimos secundarios, como Rafael Alonso o Manuel Alexandre) y algunos intérpretes extranjeros (Lída Baarová, Rolf Wanka), que rodaron en España en aquella época algunos films, y que fueron fichados también para dar un lustre cosmopolita a esta, por lo demás, poco relevante película.
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