Serie: Borgen. Reino, poder y gloria

Estreno en Netflix.

En 2010 se estrenó en la televisión danesa una serie, Borgen, que causó un fuerte impacto no solo en su país de origen, Dinamarca, sino en su difusión en todo el mundo. Hábil mezcla de thriller político con drama social, familiar y de los “mass media”, la serie consistió en 3 temporadas en las que se nos fueron narrando las peripecias de la protagonista, Birgitte Nyborg, al alcanzar el poder como primera ministra por una serie de carambolas y situaciones que alinearon los astros para que accediera a tan alta magistratura siendo líder de un partido relativamente pequeño. A partir de ahí, en esas tres temporadas que se extendieron durante cuatro años (de 2010 a 2013), iremos conociendo mejor a esta mujer, y cómo tendrá que lidiar no solo con el día a día en el gobierno de una de las naciones con mayor nivel de bienestar del mundo, sino también con los problemas surgidos en su familia por su inevitablemente alto grado de atención hacia las tareas de gobierno. En líneas paralelas conocíamos otras historias, como las que suceden en la sede de la televisión pública TV1, con varios personajes en conflicto por diferentes enfoques periodísticos, editoriales y sentimentales, como la periodista Katrine Fonsmark y su ex Kasper Juul, a la sazón asesor mediático de la primera ministra, en una relación éticamente cuando menos cuestionable.

Tras un paréntesis de nueve años, la televisión danesa Danmarks Radio (DR), dueña de los derechos de la serie, con buen criterio, aborda en compañía de la todopoderosa Netflix el proyecto de retomarla con esta nueva temporada de 8 episodios que tendría en cuenta los años transcurridos, de tal manera que los personajes también son nueve años mayores y en ese tiempo algunos han variado de empleo (como Katrine, ahora al mando de los informativos de la TV1), otros prácticamente han desaparecido de escena (como Kasper, que aparece solo incidentalmente por su relación coparental con Katrine), o bien siguen en política (como Birgitte), pero ahora sin problemas familiares, al estar divorciada y ser sus hijos ya mayores de edad, aunque el benjamín, como buen veinteañero, le complica la vida con su rebeldía, que en su caso es peor dada la relevancia pública de la ex primera ministra, ahora responsable de Asuntos Exteriores en el nuevo gobierno de coalición danés, en el que participa como líder de su partido, los Nuevos Demócratas.

Damos un tratamiento diferenciado a este Borgen. Reino, poder y gloria, teniendo en cuenta que no estaba incluido en el proyecto inicial, habiendo transcurrido nueve años desde el final de la anterior Borgen, así como el hecho de que esta teórica cuarta temporada tiene título propio, distinto al de las tres primeras, y las peripecias narradas, aunque protagonizadas por algunos de los personajes de la primera tanda, lo cierto es que también lo son por otros nuevos e importantes (como Asgard, el Ministro del Ártico, o Rasmus, el jefe de gabinete de Nyborg), mientras que otros han desaparecido; de esta forma, vemos las suficientes diferencias como para darle un tratamiento específico.

Aquí, además, hay un tema fundamental, que en la primera tanda de temporadas se recogía de forma tangencial, el de Groenlandia, y que en este caso se concreta en el supuesto hallazgo de combustibles fósiles en su subsuelo, lo que alienta las ansias independentistas en aquel territorio autónomo que forma parte de la corona danesa. Ese eje argumental da sentido a esta nueva línea narrativa, con sus correspondientes complicaciones en forma de injerencias de potencias extranjeras (Estados Unidos, China, Rusia...), todos ellos buscando posicionarse en el tablero geoestratégico en una zona rica en yacimientos naturales (no solo combustibles fósiles, también las llamadas “tierras raras”, esenciales para chirimbolos tales como los móviles, tablets, etcétera), añadiendo elementos siempre de actualidad, como el calentamiento global y la transición energética, pero también introduciendo elementos sentimentales, como la relación iniciada por el más bien pánfilo ministro del Ártico y la representante del gobierno groenlandés, más las presiones cada vez más asfixiantes sobre Katrine en su nueva responsabilidad al frente de los informativos de la cadena pública de televisión.

Se puede decir sin faltar a la verdad que la serie gira sobre un doble pivote, petróleo vs. ecología, quizá el tema fundamental de nuestro tiempo; y Dinamarca vs. Groenlandia, con el recurrente tema de la mala relación entre la metrópoli y su región autónoma de la que la separan casi tres mil kilómetros, además de las correspondientes historias secundarias: la periodista progresivamente desquiciada, el nuevo ministro enamorado de la que es su adversaria en la mesa de negociaciones, el hijo adolescente entregado a guerras imposibles y haciendo la vida ídem a la madre...

Por supuesto, habrá lugar para las complejas maniobras políticas, como en las anteriores temporadas, a veces con insospechados compañeros de cama (metafóricamente hablando), así como para los giros imprevistos que salvan situaciones que parecían insalvables, y para los equilibrios casi de funambulista para no desairar a tirios y a troyanos (léase yanquis, rusos y chinos). En este sentido, se puede decir sin ambages que Borgen. Reino, poder y gloria mantiene intacto el solvente tono de las tres temporadas anteriores, si bien también nos parece cierto que, conforme al signo de estos tiempos progresivamente descreídos, hay en esta nueva temporada una mirada menos benévola, menos idealista sobre Birgitte Nyborg, pero también sobre el resto de los personajes de primera línea.


Así, podemos decir que estamos ante una serie más agria, más cínica, más amarga, como si el transcurrir del tiempo y las experiencias vividas hubiera hecho a los personajes más duros, menos idealistas, como si hubieran sido sometidos a un baño de realidad; se puede decir que todos ellos han dejado de ser utópicos para ser pragmáticos, en una visión pesimista y amarga sobre la política, el periodismo y, en general, la sociedad de la tercera década del siglo XXI. De esta forma, resulta llamativo un cierto envilecimiento en prácticamente todos los protagonistas, y en todos los casos por razones puramente prosaicas: el mantenimiento del empleo, la falta de ocupación, ganar más dinero…

Una parte final en la que Nyborg, que a lo largo de la temporada se había deslizado por una cuesta abajo no solo política, sino también física y personal, siempre irascible y cansada, vuelve a las esencias con un vibrante discurso en el que se reconcilia con ella misma, pero también con los ciudadanos, con su partido y con su familia, parece poner el contrapunto moral de esta serie que, siendo Borgen, a la vez no lo es.

Sidse Babett Knudsen, la Birgitte Nyborg protagonista, se maneja perfectamente en el personaje por el que, nos parece, tiene ya un lugar en la Historia del Audiovisual, un personaje hecho de sutiles matices, pero también con una inusitada fuerza y una inteligencia poco común. En cuanto al resto, bien en general, si bien en algún caso, en concreto Birgitte Hjort Sorensen, que encarna a la periodista Katrine Fonsmark, la vemos por debajo de su interpretación en las tres temporadas anteriores, quizá porque la deriva de su personaje resulta un tanto forzada, por lo que entendemos no es, en puridad, culpa suya.


Borgen. Reino, poder y gloria - by , Jan 07, 2023
4 / 5 stars
Más agria, más cínica, más amarga