Serie: La cocinera de Castamar

Parece evidente que, aunque basada en la novela homónima de Fernando J. Múñez, la referencia obvia en esta serie es la del clásico de Choderlos de Laclos Les liaisons dangereuses, y más concretamente la espléndida adaptación que de esa novela hizo al cine Stephen Frears, y que en España llevó el título de Las amistades peligrosas (1988), con un extraordinario triángulo formado por John Malkovich, Glenn Close y Michelle Pfeiffer.

No sería arriesgado afirmar también que el propio autor de la novela, Múñez, se sintió influido por el clásico literario y el no menos clásico fílmico al escribir su texto. El caso es que esta costeada producción televisiva, hecha en comandita por Atresmedia Studios y Buendía Estudios (la “joint venture” creada por Atresmedia y Movistar+ para proveer de contenidos de calidad sus plataformas) resulta ser un agradable aunque a ratos insuficiente drama romántico.

La acción se desarrolla en pleno siglo XVIII, durante el reinado de Felipe V, ya mayor, cuando fantasea con la posibilidad de abdicar en su hijo mayor, lo que hizo finalmente, aunque la temprana muerte del nuevo rey, Luis I, en menos de un año, le hizo volver al trono. En ese contexto conocemos a don Diego, duque de Castamar, noble cuya esposa fallece en un accidente de caballo; el marido, enamoradísimo, no encuentra consuelo y descuida sus obligaciones. La madre, doña Mercedes, busca traerlo de nuevo a la normalidad, para lo que le presenta a doña Amelia de Castro, una joven de la alta sociedad que atraviesa por problemas económicos tras la muerte de su padre, buscando que el duque vuelva a interesarse por las mujeres y por la vida. Simultáneamente llega al palacio la joven Clara Belmonte, hija de uno de los hombres que han luchado contra Felipe V y que está en busca y captura. Clara es una magnífica cocinera y pronto se convierte en indispensable en la cocina de palacio. Pero cuando  don Diego de Castamar conoce personalmente a la cocinera de los deliciosos platos, siente dentro de sí algo que creía ya haber olvidado...

Efectivamente, La cocinera de Castamar evidencia las influencias que la novela de Choderlos de Laclos y, sobre todo, la película de Frears, han tenido sobre su línea argumental, aunque nos parece evidente que carece de la sutileza ni la exquisita perfidia de sus modelos. No son las únicas referencias: sin ir más lejos, no es difícil rastrear las huellas de aquella vieja pero tan buena serie televisiva británica del siglo XX, Arriba y abajo (1971-1975), pero también de su descendiente (no sabemos si legítimo o natural...), Dowton Abbey (2010-2015), con los problemas de los criados y lacayos, por un lado, y los conflictos de sus amos ricos y millonetis, por el otro, en una relación que puede ser tensa o más relajada, según toque en cada momento.

Pero, como decimos, no tiene La cocinera de Castamar la elegancia malévola de sus modelos, aunque hay que reconocerle el buen gusto en la puesta en escena, el cuidado en la ambientación en palacios de la época, el buen tino en el vestuario y el atrezo. El reparto también resulta en general convincente, en especial los protagonistas, Roberto Enríquez (aunque este quizá resulte algo mayor para el papel) y Michelle Jenner, siempre tan creíble. Gusta recuperar a Fiorella Faltoyano, la musa de la Transición en films como Asignatura pendiente (1977), de la que hacía tiempo que no teníamos noticia. Del resto habrá que decir que Hugo Silva resulta muy poco verosímil como el astuto aristócrata Enrique de Arcona, personaje que nos parece claramente influido por el pérfido vizconde de Valmont de Les liaisons dangereuses, pero sin su clase ni su mala leche exquisita; y es que para interpretar ese papel era necesaria una trastienda de la que Silva, lamentablemente, carece.

La creadora, Tatiana Rodríguez, fogueada en los guiones de series de toda laya (Compañeros, Águila Roja, La otra mirada, La valla), apuesta fuerte por las escenas de cama de cierto voltaje erótico, a la manera de series históricas como Los Tudor o Juego de tronos, pero ciertamente ello no mejora una historia en la que se ven permanentemente las referencias ya mencionadas, y con llamativos errores de bulto como imaginar que una persona de raza negra pudiera ser adoptada por un noble castellano en pleno siglo XVIII, o todo un duque, grande de España y otras zarandajas, se rebajaría a ir a la cocina como si fuera un criado más, y encima se enamoraría de la cocinera; este tipo de cuestiones modernas incluidas a martillazos en ficciones de época ya rechinaba, por ejemplo, en otra de sus series, la mencionada La otra mirada. Las líneas secundarias necesarias para completar los doce episodios de la serie tampoco se puede decir que estén muy trabajadas, resultando en su mayor parte inconsistentes, cuando no irrelevantes.

El conjunto, entonces, es agradable pero insuficiente, una historia que se sigue con benevolencia por los hermosos decorados arquitectónicos, fundamentalmente el Palacio del Infante Don Luis, en Boadilla del Monte, al que ciertamente se le saca mucho partido.


La cocinera de Castamar - by , Sep 13, 2021
2 / 5 stars
Una referencia demasiado evidente