Serie: Mentiras

Disponible en Netflix.

Al igual que las películas, también las series son objeto de “remakes”, con cierta frecuencia transnacionales, como ha ocurrido con la serie británica Liar, compuesta por dos temporadas de 6 capítulos cada una, grabadas entre 2017 y 2020 por la productora Two Brothers Pictures, propiedad de sus creadores, los hermanos Harry y Jack Williams, y distribuidas por ITV y BBC. En España el grupo Atresmedia compró los derechos para filmar la versión hispana, llevándola a la pantalla bajo su sello Atresmedia Studios, siendo en este caso los creadores Curro Novallas, autor de series como Traición y Alta mar, y el veterano Norberto López Amado, con una larga trayectoria en el universo seriéfilo, con títulos tan populares como Tierra de lobos, Mar de plástico o El tiempo entre costuras, aunque también tiene una cierta carrera en la pantalla grande, con films como Nos miran y El cuaderno de Sara. Quiere decirse que ambos son gente experta en el mundo audiovisual, pero en el caso de la adaptación española de Liar, aquí titulada Mentiras, nos parece que no han estado demasiado atinados.

La historia sigue, en líneas generales, la del original británico, aquí localizando la acción en la isla de Mallorca. Laura es una profesora de instituto que acaba de separarse de su marido, Iván, policía nacional. Una noche tiene una cita con Xavier, prestigioso cirujano cuya esposa ha muerto algún tiempo atrás; el médico tiene un hijo adolescente, Lucas, que es alumno de Laura. La noche de la cita algo ocurre: cuando Laura despierta por la mañana, tiene la sensación de que, aunque ella no quería, Xavier mantuvo sexo con ella. Denuncia la violación en la comisaría de Policía, donde es atendida por la inspectora Bauzá y el inspector Silva; tras el interrogatorio de Xavier, hay dudas, por lo que éste queda en libertad,... Laura, indignada, cuelga el tema en sus redes sociales, lo que provoca un terremoto de imprevisibles consecuencias...

Mentiras es la típica serie resultona pero que, desde luego, no es ninguna maravilla. Y no lo es, entre otras cosas, porque, como casi todos los audiovisuales de nuestro tiempo, está demasiado alargada, incluyendo líneas argumentales secundarias, como la relación extramatrimonial de la hermana de la protagonista, que nada aporta a la historia central; al contrario, la ralentiza y entorpece. El guion peca del hoy día tan frecuente defecto de que los personajes actúen al albur de lo que place a los guionistas, no a la coherencia interna exigible a un libreto audiovisual, incluyendo incongruencias tales como la más bien increíble circunstancia de que la Policía interrumpa una operación quirúrgica para interrogar al sospechoso, como si no pudiera esperarse a que terminara, lo que tampoco ayuda a la verosimilitud de lo que se nos cuenta. Pero quizá la falla mayor del guion sean sus diálogos, insulsos y llenos de lugares comunes, redundantes, endebles, no ayudando precisamente a que progrese la narración y contribuyendo, a ratos, a una cierta sensación de aburrimiento, un pecado mortal en una serie que, es evidente, pretende jugar en la liga de los productos comerciales al uso.

Es cierto que la filmación, sin ser nada del otro jueves, es correcta y con buena factura, como corresponde a una serie de un nivel medio en España en nuestro tiempo, con un buen equipo técnico y artístico; también lo es que los “cliffhangers”, los puntos de tensión de final de capítulo, en general, están bien traídos y mueven al espectador a ver un episodio más, que de eso se trata.

El asunto central, por supuesto, es el de la veracidad, o no, de la denuncia de una violación, aquí con el aditamento morboso de la ingesta de escopolamina o burundanga, la droga que deja sin voluntad ni consciencia a quien la toma sin saber que la está ingiriendo; sobre esa supuesta agresión sexual es sobre la que la serie juega hasta prácticamente la mitad de su metraje, momento en el que se descubrirá la verdad, lo que no debe ser revelado aquí, lógicamente. Estamos ante un tema muy de nuestro tiempo, aunque en puridad debería ser de todos los tiempos, la posibilidad de que las relaciones sexuales, tanto en hombre como, sobre todo en mujer (por obvias razones), no sean libremente asumidas, aceptadas y consentidas, pero también, claro está, el posible caso de la denuncia falsa y la entonces consecuente figura del falso culpable. Sobre ambas premisas contrapuestas bascula la historia de Mentiras, con elementos que pueden hacer creer al espectador una cosa o la contraria. En ese sentido, la intriga está bien mantenida y siembra la duda en el espectador, hasta que la acción va ya decantándose hacia la verdad de la historia que se nos cuenta.

Buen trabajo, en general, del equipo interpretativo, con una muy entregada Ángela Cremonte, exquisita actriz teatral con una también ya dilatada carrera sobre todo en televisión, aunque también en cine. Javier Rey resulta creíble en su papel, que ha de ser necesariamente vidrioso, y él lo consigue razonablemente. Del resto nos quedamos con la seguridad y solvencia de secundarios como Miquel Fernández, Paco Tous e Itziar Atienza, muy ajustados a sus papeles.


Mentiras - by , Mar 23, 2022
2 / 5 stars
Violación o falso culpable