Enrique Colmena

En el día en el que se publica este texto, 23 de Abril de 2016, se conmemora por partida doble el cuadringentésimo aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes y Saavedra y de William Shakespeare, máximos exponentes de las lenguas española e inglesa, respectivamente, en una efeméride que no deja de ser curiosa: que los dos escritores de mayor relevancia mundial fallecieran prácticamente a la vez no sé si es cuestión de astros, de casualidad, o de hados. En cualquier caso, en CRITICALIA nos unimos al homenaje de ambas eminencias literarias con una serie de artículos que se irán publicando a lo largo de este año 2016, en los que intentaremos ir glosando la obra, aunque también la vida, de Miguel y William, William y Miguel, siempre en relación al cine o la televisión, en definitiva, a las artes audiovisuales.

Para esta primera entrega de la serie, por aquello de barrer para casa, hablaremos de Miguel de Cervantes. Se da hoy por supuesto su nacimiento en Alcalá de Henares, aunque de la fecha no se tiene certeza absoluta. Parece que pudo ser el 29 de septiembre de 1647. En cualquier caso, Miguel tuvo a lo largo de su vida, además del de escritor, otros muchos oficios, algunos tan dispares como soldado y recaudador de impuestos, que es como si hoy se pudiera ser a la vez coronel e inspector de Hacienda…

Su obra magna es, por supuesto, El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, que desarrolla la vida y milagros de un hombre tan embebido en la lectura de los libros de caballerías que pierde el seso y sale a los caminos a correr aventuras como los de sus admirados Amadís de Gaula o Belianís de Grecia, acompañado para la ocasión por un escudero, Sancho Panza, un campesino de teóricas pocas luces, al que seduce con la promesa de concederle el gobierno de la ÍIacute;nsula Barataria. Su dama inalcanzable a la que rendirá todas sus victorias será Dulcinea del Toboso (en la realidad Aldonza Lorenzo, mesonera fea cual Picio), y sus aventuras irán desde la célebre batalla contra los molinos de viento, en la que sólo consiguió una gran costalada, hasta la lucha contra los odres de vino, en la que se puso pingando (por fuera…) de vino tinto, entre otras muchas escaramuzas en las que su locura le hacía ver lo que no era.

Es curioso que la repercusión de la obra cervantina en el audiovisual sea, abrumadoramente, la relativa al Quijote. Otras obras de Cervantes han tenido una incidencia prácticamente mínima. Sin embargo, en el caso de Shakespeare no hay una preeminencia clara, hay muchas de sus obras con diversas adaptaciones a la gran o pequeña pantalla. Se podría decir, como en el himno alemán, aquello de Don Quijote über alles, Don Quijote por encima de todo.

Hablaremos en dos artículos del Quijote en cine y televisión, y en una tercera entrega dedicada a Cervantes lo haremos sobre el resto de su obra en el audiovisual y también de cómo se ha tratado en la pantalla su vida.

Según la imdb.com, la biblia del cine, hasta 2016 se habían rodado un total de 111 producciones inspiradas, de una manera u otra, en obras cervantinas. De esa cifra, el abrumador número de 85 se refieren a versiones relacionadas con El Quijote.



Don Quijote no habla

Aunque hay indicios de la posible existencia de un Don Quichotte rodado en 1898 por Gaumont, lo cierto es que la que se reputa como la más antigua de las adaptaciones de la obra cumbre cervantina es el cortometraje de 1903 titulado Les aventures de Don Quichotte de la Manche, rodado en Francia por los pioneros Ferdinand Zecca y Lucien Nonguent. La primera versión española se considera que es la de Narciso Cuyás, en 1908, bajo el obvio título de Don Quijote. A partir de ese momento se rodarán durante la etapa muda diversas aportaciones al cine de la figura del ingenioso hidalgo y su rupestre escudero. Varias cinematografías acometen tal empeño, desde de nuevo la francesa, en Don Quichotte (1909), de ÉEacute;mile Cohl, a la italiana (en clave cómica, además), en La parodia di Don Quichotte (1911).

Tendremos que llegar hasta casi mediados de la década diez del siglo XX para que se ruede ya una versión más ambiciosa de la novela en Don Quichotte (1913), con dirección del francés Camille de Morlhon y todo un elenco de actores famosos de la época. El cine norteamericano afronta por primera vez la figura del Caballero de la Triste Figura en Don Quixote (1915), bajo la dirección de Edward Dillon y con DeWoolf Cooper Jr. como el héroe cervantino, en una producción que ya duraba 50 minutos.


Ya en la década de los años veinte, el cine británico también aportaba su granito de arena a la filmografía del caballero manchego en Don Quixote (1923), con Maurice Elvey en la dirección y Jerrold Robertshaw como Alonso Quijano. Una cinematografía tan insólita y exótica como la danesa será la responsable de Don Quixote (1926), con dirección de Lau Lauritzen y con un escandinavo Carl Schenstrom caracterizado como el muy celtibérico hombre de la Mancha y un Harald Madsen como improbable Sancho Panza, con rodaje en España y un tono paródico, a la manera en la que este dúo de cómicos, conocidos en su tierra como Fy y Bi, solían hacer sus películas. Con este filme se cierra la etapa muda de las adaptaciones quijotescas al cine.


Pie de foto: Cartel de la danesa Don Quixote, de Lau Lauritzen.


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