Enrique Colmena

Lo prometido es deuda, o al menos eso dicen: he aquí, más tarde que temprano, el segundo capítulo de nuestro balance sobre 2005. En el anterior artículo hablamos sobre cine español e hispanoamericano; ahora lo haremos sobre cine europeo, asiático y, por supuesto, norteamericano. Ojalá pudiéramos comentar el cine africano que nos llega, pero es que no nos llega... Terminaremos con un comentario sobre la gala de los Goya, que no vamos a quedarnos sin decir palabra, cuando hay que decir algunas.
El cine europeo visto en España en 2005 parece confirmar cierto marasmo creativo. Pocos filmes tenemos de interés; es el caso de "El hundimiento", la estimulante aproximación a los últimos días de Hitler, en un filme creíble e inquietante por su temática y sus personajes; también hay que reseñar "La pequeña Lola", sobre el complejo asunto de la adopción de niños en Extremo Oriente por parejas occidentales, aunque esta vez Bertrand Tavernier no brilló a la altura deseada. Mike Leigh, por su parte, nos volvió a proporcionar otro drama de los suyos, "El secreto de Vera Drake", sobre el aborto, en un caso verídico sucedido en la Inglaterra de los años cincuenta.
Paradójicamente, encontramos más títulos de interés entre las películas que nos han llegado del continente asiático: así, hemos tenido una obra maestra, la subyugante "Old boy", una joya surcoreana de inusitada fuerza; otros dos filmes han rayado a gran altura: la israelí "Vete y vive", dolorosa narración ambientada en el éxodo de los judíos negros a una Tierra que se comprobará no era tan Prometida; y la japonesa "Nadie sabe", tremenda crónica sobre el abandono de unos niños y cómo la Naturaleza sale adelante. Por debajo de éstas, pero también apreciables, han estado "Llamada perdida", de Takeshi Miike, una espeluznante aportación al nuevo terror nipón; y "La casa de las dagas voladoras", de Zhang Yimou, que termina siendo en exceso manierista pero, en cualquier caso, resulta preciosa y a ratos fascinante.
En cuanto al cine USA, tenemos censada una docena de títulos de interés, lo que no es mala cosecha; claro que si lo comparamos con la ingente cantidad de películas que nos llega de esa procedencia, el porcentaje sería más bien escaso. Sobre todas sobresale, lógicamente, "Million dollar baby", la última obra maestra de Clint Eastwood, un prodigio de cine; después tendríamos la adaptación de Roald Dahl que ha hecho Tim Burton con "Charlie y la fábrica de chocolate", tan divertida como burtoniana; del mismo director, pero algo inferior, ha sido "La novia cadáver", que confirma la preeminencia de su antecedente "Pesadilla antes de Navidad"; después hay un poco de todo: cineastas clásicos, como Woody Allen y su sobrevalorada "Match point" (en todo caso interesante); densos dramas sexuales, como "Closer"; otro drama de conflicto generacional, "Una vida por delante"; una lujosa pero creativa adaptacion de cómic en "Sin City"; una suntuosa adaptación shakespeariana en "El mercader de Venecia", excelente vehículo para Al Pacino; un vidrioso thriller dramático, "Una historia de violencia", del siempre estimulante David Cronenberg; una comedia surrealista como "Flores rotas", en la que Jim Jarmush utiliza, por primera vez, estrellas de Hollywood; "Reencarnación", un desasosegante relato sobre el asunto del título, poco apreciado por la crítica pero que tiene bastante más interés del que han visto; y, aunque pueda sonar a raro, citaremos también "Star Wars. Episodio III. La venganza de los Sith", coherente y sólido final a la primera trilogía y, sin duda, el mejor capítulo de esa tríada.
En cuanto a la gala de los Goya, habrá que decir algunas cosas: por supuesto fue aburrida hasta la extenuación, y larga como ella sola. No vale hablar de los guiños cinéfilos, porque a una audiencia de tres o cuatro millones de telespectadores no se le puede pedir nivel de cinefilia al estilo de Maruja Torres. El guión era malo de solemnidad, los presentadores parecían no haber ensayado sus espantosos diálogos, hubo descoordinación... En fin, un pequeño desastre, que no podíamos imaginar en una ceremonia dirigida por el habitualmente solvente Fernando Méndez-Leite: todo el mundo tiene un mal día, supongo... Sobre los premios, los que leyeron la primera parte de este artículo se habrán dado cuenta de que no andaba muy desencaminado: "La vida secreta de las palabras" ganó los galardones mayores, confirmando que es la mejor película española del año, y "Obaba", como ya apunté, se ha quedado sin competir en los Oscar. Claro que después de que la Academia de España le haya dado sólo uno de los Goyas (y de pedrea), de los diez a los que estaba nominada, no es de extrañar que la Academia de Hollywood le haya hecho un metafórico pero feo signo con uno de los dedos de la mano...