Enrique Colmena
En estos días se está hablando mucho del rodaje de "El capitán Alatriste", versión al cine de las novelas de Arturo Pérez-Reverte sobre el imaginario soldado español del Siglo de Oro. Como siempre, no he leído ni oído nada sobre los despropósitos del proyecto, que podrían poner en órbita al cine español pero que, me temo, no hará otra cosa que mantenerlo en su actual postración, si no es que lo empeora.
Veamos esos despropósitos: el primero es encargar un proyecto de aventuras y recreación histórica a Agustín Díaz Yanes, guionista que pasó a la dirección con el interesante melodrama "Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto", pero que después metió la pata hasta el corvejón con su esperadísima "Sin noticias de Dios", empanada mental que fue un fiasco en taquilla, a pesar de sus buenos mimbres: pero fallaba lo fundamental, la historia que lo sustentaba, un rollo como para echar a correr. Parece que el mérito que se ha valorado en Díaz Yanes es su condición de historiador, además de experto en el siglo XVI español. Estupendo: con esa premisa, cuando se versione de nuevo "La Regenta", habrá que encargársela a un teólogo, por aquello de las relaciones ilícitas de la protagonista con el cura, o cuando se adapte alguna de las novelas negras de Juan Madrid o Andréu Martí, habrá que adjudicarle la dirección a un detective privado... Seamos serios, por favor: el director idóneo sería un cineasta con probado pulso narrativo, un fabulador de historias, un contador de cuentos para adultos. Se me ocurren algunos nombres, curiosamente todos vascos: buenos narradores como Enrique Urbizu o Imanol Uribe, o incluso el Pedro Olea de "El maestro de esgrima", la primera adaptación que se hizo al cine de una novela revertiana.
Más despropósitos: Díaz Yanes ha sido muy categórico y se ha puesto muchos moños con que tenía que rodarse en español. Pero, vamos a ver: si el presupuesto que se maneja es de 22 millones de euros, ¿ se imaginan cuánto tendrá que recaudar esta película nada más que para cubrir gastos? Algo así como el doble de esa cifra, para que los distribuidores y exhibidores se lleven su parte, que además son los primeros que cobran. Así las cosas, tendría que recaudar en torno a 44 millones de euros sólo para recuperar la inversión, cuando el record del cine español lo tiene "Los otros" con 27 millones de euros, y desde luego no parece fácil superar esa cifra. Entonces, ¿por qué se rueda en español? En nuestra lengua, a la que amamos pero cuyas limitaciones comerciales conocemos, sólo puede exhibirse, fuera de España, en algunos países hispanoamericanos, pero ya sabemos que allí el cine gachupín no es precisamente muy querido: hablando en plata, no nos comemos una rosca. ¿Qué otro mercado, entonces, permitiría la amortización e incluso una rentabilidad importante del proyecto? Está claro que el anglosajón, sobre todo el norteamericano. Pero en USA no se doblan las películas, como es sabido, y ése es el motivo de que el cine extranjero no rodado en inglés tenga tan escaso impacto allí. Para muestra, un botón, con el caso Amenábar: "Los otros", rodada en inglés (y con Nicole Kidman, es cierto: un reclamo inapreciable) rozó los 100 millones de dólares de recaudación en el mercado USA-Canadá. Sin embargo, "Mar adentro", rodada en español (y a pesar del reclamo de Javier Bardem) ha pasado sin pena ni gloria, comercialmente hablando, por los cines yanquis: antes del Oscar, no había llegado siquiera al millón de dólares de taquilla. Así que, ¿por qué ese empecinamiento en rodar en español? Para hacer patria ya hay otras cosas: por ejemplo, no poner a España en almoneda, como sucede cotidianamente...
Otro dislate de marca mayor: la saga del capitán Alatriste se compone de siete novelas, de las que ya hay cinco escritas. El proyecto de Díaz Yanes ha sintetizado las historias de las cinco novelas publicadas para una sola película. Pero, hombre de Dios, a qué jugamos: cuando se montó el proyecto de "El Señor de los Anillos", a nadie se le ocurrió resumir las tres novelas de la saga en un solo filme; cuando se compraron los derechos de las novelas de J.K. Rowling sobre Harry Potter, no se hizo una sola película, sino a razón de una por novela. Es decir, si hubiera habido un solo "El Señor...", habría habido un solo taquillazo, en vez de tres, y todo ello conforme a la lógica de los tres volúmenes escritos por Tolkien. Tres cuartos de lo mismo en la serie del niño mago, donde van ya tres episodios rodados y estrenados, un cuarto filmado y pendiente de estreno y en preparación el quinto, con resultados espléndidos comercialmente hablando. Pero nosotros no: nosotros desperdiciamos la oportunidad de establecer una saga, a razón de una película por novela, y con rodaje cada uno o dos años, multiplicando con ello las taquillas, que tanta falta hace al cine español (¿habrá que recordar otra vez los tres millones de espectadores perdidos por nuestro cine en 2004?) y, sobre todo, a la industria cinematográfica de nuestro país.
Ya para terminar, algunos disparates menores en el casting, pero que también tienen su importancia: bien está la elección de Viggo Mortensen como Alatriste, pero no porque domine el español, sino porque aporta al personaje su apariencia carismática, de macho bragado, que define adecuadamente al soldado imaginado por Pérez Reverte. Pero, en cuanto al resto del reparto, ¿por qué Unax Ugalde, que tiene 26 años, para el papel de Iñigo de Balboa, que frisa los 14 años en la novela? ¿Y por qué Elena Anaya, que cumple los 30 este año, para el personaje de Angélica de Alquezar, la pérfida lolita de 12 años que enamora a Iñigo? No es una mera cuestión de fidelidad al relato de Pérez-Reverte, sino que la edad de ambos es crucial: Iñigo, en la novela, es apenas un adolescente recién salido de la niñez, bajo la protección de Alatriste, y el amor, con el descubrimiento de Angélica, le llega como un mazazo, como ocurre todo a esa edad. ¿Podrá transmitir esa sensación el talludito Unax, con todos los resabios del mundo y que casi dobla la edad de su rol? En cuanto a la chica, el personaje literario es, en sentido estrictamente fisiológico, una niña, y la turbia sensualidad que emana, unida a su perversidad impúber, juega un papel fundamental en la trama. ¿Podrá, en este caso, la treintañera Elena aportar esas sensaciones a un personaje que prácticamente podría ser su hija?
En fin, un despropósito tras otro: así las cosas, me temo que estamos ante un nuevo batacazo del futuro cine español. Eso sí: si me equivoco, seré el primero en celebrarlo...