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CRITICALIA CLÁSICOS

Un tanto estancado en unas temáticas repetitivas y erráticas, el cine estadounidense del último cuarto del pasado siglo XX se sentía incapaz de seguir la estela de renovación y nuevos enfoques, como sí había podido hacer el cine europeo desde una década antes, sobre todo en Francia y en Reino Unido, con movimientos -siempre citados- como la Nouvelle Vague o el Free Cinema. Solo autores aislados como Sydney Lumet en la realización, o Paddy Chayefsky o Reginald Rose como escritores o guionistas, y algunos pocos más, parecían con fuerza para llevarlo a cabo, hasta el punto de llegar a ser etiquetados como la "generación de la televisión" por sus inicios en ese medio de expresión.

Pero acaso el ejemplo más evidente podría ser Martin Ritt, nacido en 1920 en Nueva York, y que cumplía con un buen historial de formación universitaria, sus pinitos como actor tras recibir clases de Elia Kazan, realizador de de telefilms para distintas cadenas, puesta en escena de muchas representaciones de Broadway, y además su inclinación evidente como miembro del ala liberal y progresista de Hollywood, hasta el punto de tener complicaciones  con las persecuciones del tristemente famoso comité del senador McCarthy en los años cincuenta, en plena juventud de Ritt, y a punto de dirigir su primera cinta en 1956, Donde la ciudad termina, con un reparto significativamente encabezado por John Cassavetes y Sidney Poitier.

Pero será muchos años después, ya en 1978, cuando mejor cumple sus inclinaciones de hacer un cine comprometido, lo que un tanto tópicamente llamamos "de denuncia", con su cinta más popular y premiada, Norma Rae, basada en un personaje real, y servida en la pantalla por una actriz, Sally Field, que también llega con ella -en su filmografía-  a uno de sus momentos más altos. La historia nos sitúa en Carolina del Sur, donde Norma vive en casa de sus padres, con sus dos hijos, y trabaja en una factoría textil de algodón, donde los operarios son explotados. Pero la mesiánica llegada de un sindicalista neoyorkino le hará ver la verdad, y con todas sus fuerzas luchará junto a él hasta conseguir implantar un comité de empresa y un sindicato que los represente ante los abusos de los dirigentes, visualizado todo ello por la buena fotografía de John A. Alonzo.

Ritt narra y conduce la acción con habilidad, pero obviamente no es un genio ni un maestro del séptimo arte. Hay muchas ingenuidades, mucho simplismo y obviedades en varios personajes, contrarrestados en lo positivo por la simpatía que despiertan en el espectador. Pero quizás, a esas alturas de su devenir en el cine, habría que pedirle más al director. No olvidemos que en ese momento en su carrera figuran ya cintas que fueron populares, bien acogidas por público y crítica, como Orquídea negra (con Sofía Loren y Anthony Quinn), El largo y cálido verano, sobre textos de William Faulkner y con un gran reparto (Paul Newman, su esposa Joanne Woodward, Lee Remick, Angela Lansbury, Anthony Franciosa... y como refuerzo la presencia nada desdeñable de Orson Welles), Newman de nuevo en Hud, el más salvaje entre mil y en Un hombre. También, en el haber de Ritt, El espía que surgió del frío, la gran novela de John le Carré y con Richard Burton de protagonista.

La década de los setenta se abre con Odio en las entrañas (The Molly Maguires), con Sean Connery y Richard Harris, durísima crítica de la explotación en las minas. Y ya muy cerquita de la cinta que hoy glosamos tenemos La tapadera (The Front), también titulada El testaferro, que protagoniza Woody Allen, y que se ambienta en la tenebrosa etapa de la Caza de Brujas -que ya citamos al comienzo de este comentario-. Y volviendo ya a nuestra heroína, luchadora contra la explotación y los abusos, cabe preguntarse el por qué supera en fama a todos esos títulos que hemos repasado. Quizás la clave está en la conjunción de dos nombres, Martín Ritt y Sally Field, que se potenciaron mutuamente y obviaron en su unión algunas debilidades (ya citadas) o la escasa popularidad de otros actores de la cinta, como Ron Leibman, Pat Hingle o Beau Bridges (de la saga de Lloyd Bridges, y hermano mayor del más popular, Jeff).  

Narrando el éxito de nuestra cinta de hoy, la película en los premios de la Academia de Hollywood -los Oscars-, tuvo cuatro  nominaciones, ganando en el apartado de la mejor actriz y en la mejor canción original, compuesta por David Shire. Y en el festival de Cannes se premió a Martin Ritt y de nuevo a Sally Field. Seguirían más galardones y candidaturas en los Globos de Oro, la asociación de críticos de Los Ángeles, la de Nueva York, la American Movies Awards... y casi siempre saliendo vencedora la protagonista, Sally, una mujer simpática que años después, en 1984, repetiría Oscar con En un lugar del corazón, de Robert Benton, otros éxitos -como el drama interracial No sin mi hija, con Alfred Molina- y ya la encontraríamos como la madre de Forrest Gump, filosofando sobre las cajas de bombones...
 
En su momento, cuando se estrena, algunos analistas buscaron (como uno de los avales del film) la valentía de su temática, el acercamiento a gentes de clase trabajadora o media, alejándose del ambiente glamuroso que -ciertamente- predominó en muchas décadas de Hollywood de siempre. Aquí vemos la lucha del día a día, narrado con sinceridad por Martín Ritt, un tipo honesto, que siguió haciendo cintas, como El romance de Murphy, con Sally Field de nuevo y con James Garner, culminando su carrera con Cartas a Iris, avalada indudablemente por la pareja protagonista de Jane Fonda y Robert de Niro, y otra vez bajando a los estratos humildes de la sociedad estadounidense.

Registrada esta última cinta ya en 1990, justo en Diciembre de ese mismo año falleció en Santa Mónica su realizador, a los 76 años, con la honestidad, la sinceridad y la valentía que siempre representó Martin Ritt en su vida y a través de sus películas.


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114'

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Norma Rae - by , Oct 27, 2024
3 / 5 stars
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