Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS


Disponible en Filmin, Apple TV, Movistar+, Prime Video, Rakuten y Google Play Movies.


Sidney Lumet (1924-2011) fue uno de los más prominentes, si no el que más, de lo que la Historia del Cine conoce como la “generación de la televisión”, una serie de cineastas que se foguearon en la realización de, fundamentalmente, series y teledramas, y que posteriormente saltaron al cine, con frecuencia con buenos o muy buenos resultados, convirtiéndose en el relevo natural de los cineastas clásicos de la edad dorada. Esa “generación de la televisión”, en líneas generales, se mantuvo durante los años cincuenta dentro de los parámetros catódicos, para, ya a finales de esa década o a principios de los sesenta, pasarse al cine: fue el caso de, entre otros, Norman Jewison, John Frankenheimer, Delbert Mann, Martin Ritt, y, quizá sobre todos ellos, de Sidney Lumet, quien debutó en la gran pantalla con una película que dejó profunda huella, Doce hombres sin piedad (1957), que le reveló como uno de los nuevos y poderosos talentos llegados desde las 625 líneas. Desde ese momento, y hasta 2007, Lumet dirigió en esos cincuenta años un apreciable puñado de buenas películas por las que tiene un lugar en cualquier Historia del Cine que se precie; sin ánimo de ser exhaustivos, citaremos algunas de ellas: Punto límite (1964), Llamada para el muerto (1968), Serpico (1973), Veredicto final (1982), Declaradme culpable (2006) y Antes que el Diablo sepa que has muerto (2007).

Tarde de perros pertenece también a este selecto grupo de buenas películas lumetianas; siendo Sidney un cineasta ecléctico y capaz de hacer igual de bien todos los géneros (un poco, es cierto, a la manera de los directores de la época clásica de Hollywood), es verdad que quizá donde se sintió más cómodo y, con ello, hizo sus mejores películas, fue dentro del thriller, como es el caso de esta muy curiosa película, libremente inspirada en hechos reales (aunque pueda costar trabajo creerlo...) que ocurrieron en el barrio neoyorquino de Brooklyn unos años antes, en 1972.

Inicialmente vemos algunas imágenes documentales de Nueva York, de sus calles, sus obras, su playa... Pronto vemos al personaje de Sonny, un chico como de treinta y pocos años, y otros dos hombres, uno como de cuarenta y otro de poco más de veinte. Tras algunas dudas, los tres entran en una oficina bancaria. Sacan armas y, a grito pelado, comunican a los empleados y clientes que están perpetrando un atraco. Pero pronto vemos que los tres no son precisamente profesionales, sino más bien aficionados, y además con tendencia a meter constantemente la pata, aunque intenten parecer muy duros. Por de pronto, al más joven de todos ellos le entra el pánico y decide dejar el atraco, con lo que solo quedan Sonny y el más mayor, llamado Sal. A partir de aquí, todo empieza a ir mal: lo que debía ser un “entro, pillo el dinero y me voy”, se convertirá en una tarde y noche, literalmente, de perros...

La película de Lumet, en su momento, fue un gran éxito: con un presupuesto estimado de 1,8 millones de dólares, consiguió una recaudación en taquilla a nivel mundial de 46 millones (fuentes: IMDb y The-numbers.com, respectivamente), estuvo nominada a 6 Oscars (de los que ganó uno), 7 Globos de Oro, 6 BAFTA (de los que ganó 2) y se llevó a casa un David de Donatello del cine italiano, además de galardones en festivales como San Sebastián y Chicago. Las críticas fueron muy buenas, con un 96% de porcentaje de aprobación en la popular página de agregación de reseñas Rotten Tomatoes. Y lo cierto es que, casi cincuenta años después, cuando se escriben estas líneas, la película se mantiene perfectamente, habiendo envejecido muy bien, especialmente porque, en cuanto a su temática, resulta muy moderna, adelantándose claramente a su tiempo.

Con una narración clásica y un vigoroso ritmo, marca de la casa, la película resulta ser un producto muy sólido, muy de su momento histórico, esos años setenta que tomaron el relevo a los titubeantes años sesenta en los que Hollywood buscó nuevos caminos tras los cambios que trajo la segunda mitad de los años cincuenta (Elvis, James Dean...) y los primeros sesenta (hippies, movimiento anti-Vietnam, música pop y rock). El film de Lumet mantiene perfectamente el interés durante las dos horas que dura, sin que el espectador, ni siquiera cincuenta años después, pierda la atención. Evidentemente, ello es mérito de un Lumet en su mejor momento, en plena madurez de su carrera, a sus cincuenta y un años, pero también de la historia que se nos cuenta, tan extraña que resulta sorprendente que fuera, en lo básico, verídica. Porque además el atraco real, y por supuesto su representación en la película, tenía como motivación (increíble para la época, pero cierta) nada menos que, con el dinero robado en el banco, financiar el pago de una operación de cambio de sexo para el novio del protagonista, Sonny. A partir de ahí, y con su habitual dominio de la puesta en escena, Lumet nos ofrece un thriller percutante, con frecuencia irisado de cierto tono de farsa, en la que dos pánfilos, uno queriendo parecer lo que no es (un avezado y experimentado criminal), y el otro con un puntazo dado que (en su caso sí) le hace muy peligroso, a fuer de imprevisible, habrán de intentar salir con bien de una situación catastrófica.

Otros elementos del film son también muy curiosos, como el desmesurado despliegue policial, helicópteros incluidos, que hará que Sonny, por primera (y única...) vez en su vida se sienta importante, cuando siempre fue un mindundi, un tipo divorciado y con hijos pequeños que abandonó a su (bastante insoportable, por cierto) esposa para irse con un hombre que se sentía mujer; este Sonny (y la espléndida -aunque también bastante pasada de rosca- interpretación  que de él hizo Al Pacino) es un personaje que, sin duda, resulta de lo más interesante del film, un pobre diablo metido en un fregado que le supera, un tipo que creyó que podría desafiar al sistema, para lo que desde el principio intenta transmitir la seguridad y la fortaleza de las que, sin embargo, realmente carece, una falsa seguridad que, en el fondo, resulta bastante jocosa; y es que el film, a ratos, resulta incluso cómico, como ese diálogo en el que se pregunta a qué hora acabará el atraco, como si fuera una función de teatro o una sesión de cine...

Lumet y su guionista, el también director Frank Pierson, presentan la historia con otros ribetes muy peculiares; así, lejos de lo habitual en el cine del género, el atraco es un desastre en su planificación y en su plasmación, nada que ver con los clásicos atracos perfectos, más cercano al Rufufú de Monicelli que al Rififí de Dassin. También es llamativo el creciente apoyo que presta a los atracadores el público que rodea el banco, quizá porque se identifica con ellos, gente corriente que se ha metido en un embolado que les supera; a ello también contribuye la actitud del protagonista, que consigue meterse en el bolsillo a los curiosos con sus palabras y la (falsa) seguridad que transmite, también haciéndoles ver que es uno más de ellos. El culmen de este apoyo popular llegará cuando, tras conocerse por la retransmisión televisiva el motivo del atraco, se plante ante el banco una manifestación gay, en una época en la que (aunque ya se había producido el estallido social de los disturbios de Stonewall, que inició el largo camino hacia la normalización de la comunidad LGTBI) este tipo de personajes de tendencias sexuales no heteronormativas era poco menos que imposible de ver en una pantalla, si no era para ridiculizarlos o para demonizarlos.

Cabría añadir que Lumet se adelantó también a un fenómeno que, con el tiempo, mostró su peor cara, lo que podríamos llamar la espectacularización a través de la televisión (posteriormente, en nuestros días, también a través de las redes) del crimen y de todos aquellos acontecimientos que se consideren morbosamente atractivos para públicos no especialmente formados.  

La película se cierra con un rótulo que informa de la situación de los personajes de la historia que se nos ha contado: Sonny cumple 20 años de cárcel, su esposa Angie vive de la beneficencia, León, el hombre que quería ser mujer, finalmente ya lo es.

Gran trabajo interpretativo, como queda dicho, de Pacino y Durning. También de John Cazale (el que fuera pareja de Meryl Streep, trágica y precozmente fallecido unos años después), en un registro actoral muy distinto, muy interiorizado.

(14-06-2024)


Dirigida por

Género

Nacionalidad

Duración

125'

Año de producción

Trailer

Tarde de perros - by , Jun 27, 2024
3 / 5 stars
Más "Rufufú" que "Rififí"