Pelicula:

CINE EN SALAS

Tenemos escrito que desde la década pasada, la de los años diez de este siglo XXI, se está produciendo en Cataluña un cierto fenómeno que podríamos denominar un nuevo Neorrealismo a la catalana (el lector interesado puede consultar el artículo ¿Hacia un Neorealisme Catalá?), un cine plenamente incardinado en la sociedad catalana, con problemas y cuestiones propias de aquella tierra y en claves claramente realistas, muy apegadas al terreno (con frecuencia incluso de corte telúrico), y también con frecuencia con la temática de la maternidad de por medio, una maternidad entendida de forma sutilmente distinta a los habituales clichés que el cine español (y mundial) han perpetuado desde prácticamente los inicios del cinematógrafo, ahora hace casi 130 años.

Pues esta Casa en llamas nos parece que participa en buena medida de esa especie de Neorealisme Catalá que, a lo tonto, a lo tonto, parece conformarse como una de las tendencias más claras y firmes del panorama cinematográfico español de los últimos quince años. El film parte de un guion de Eduard Sola, con una apreciable filmografía como tal, en películas como Libertad, Donde caben dos y La voluntaria, y series de éxito como El cuerpo en llamas. La historia se ambienta en nuestros días, en Cataluña, concretamente en la costa gerundense, en donde conocemos a Montse, una mujer en torno a los sesenta años; a sus hijos, David y Júlia, a las hijas y el marido de ésta, y a su exesposo, Carlos, de profesión notario, del que se encuentra divorciado desde hace tiempo, y que va acompañado de su nueva novia, Blanca, psicóloga. Todos van a la casa de la playa que heredó Montse, que tiene intención de venderla, en contra del criterio del resto de la familia. Montse y David,  junto a Marta, la última pareja del chico, pasan de camino en coche a ver a la abuela, que vive en otra localidad, pero Montse, cuando sube al piso, se la encuentra muerta en el suelo; tras un momento de pánico y confusión, decide no decir nada, para no perturbar ese fin de semana con su familia, con cuyos miembros se va a reunir después de mucho tiempo sin estar todos juntos...

Tiene Casa en llamas, ciertamente, un buen empaque: dramedia familiar en la que todos mienten o mentirán, compuesta por gente de la que difícilmente se libra nadie de ser personas poco recomendables (el que canta como un grillo pero es un narcisista y tóxico, el egoísta fullero y en buena medida estafador, la mala madre harta de su vida, el calzonazos al que lo que digan las niñas va a misa...), asistiremos en ese fin de semana a un tiempo en el que todos, al convivir de nuevo, volverán a reproducir todas las rencillas, incluso los rencores, resentimientos y posiblemente odios que se han ido incubando en el clan a lo largo de los años. En ese sentido funciona razonablemente bien como el típico artefacto de “ahora que estamos juntos de nuevo vamos a ponernos de chupa de dómine otra vez”, con cada uno de los miembros de este (casi ex) clan haciendo la guerra por su cuenta, cada uno con sus neuras, sus miedos, sus secretos, sobre todo sus mentiras.

El problema radica sin embargo en que hay un exceso de verbalización, una exagerada palabrería: por supuesto, una película como ésta ha de construirse a base de diálogos, pero también debe haber su tiempo para los silencios, para las miradas y las reflexiones; además, esos diálogos tampoco es que sean la octava maravilla, con frecuencia redundantes y con tendencia al toma y daca que no se termina nunca. Ello hace que el film, sin tener origen teatral, resulte sin embargo bastante teatralizante, porque tampoco Dani de la Orden se ha matado precisamente para filmar con personalidad, para conferir a la película un auténtico aliento cinematográfico, fiándolo todo a la historia que se narra, a los enfrentamientos de los personajes, a los giros de guion, con lo que estamos más ante un libreto cinematográfico pulcramente rodado que ante una película de verdadero cine.

No es que Casa en llamas sea un mal film, que no lo es: pone el énfasis en esas relaciones familiares con frecuencia tan  complicadas, y sobre todo, en esa soledad de los progenitores cuando los hijos vuelan del nido, del que no se acuerdan más que cuando tienen algún problema. Pero hay formas y formas de hacerlo, y aquí, sin ser una cinta deleznable, que no lo es, sí podemos decir que no se ha conseguido el film redondo y solvente que podría haber contenido esta historia.

Nos parece que De la Orden lleva últimamente demasiado tiempo en el género de la comedia puramente comercial (El mejor verano de mi vida, Hasta que la boda nos separe, Mamá o papá, El test), por lo que quizá le ha pillado este nuevo envite de corte serio un tanto desentrenado, después de tanto tiempo intentando hacer reír (no siempre con éxito, es cierto...). En sus inicios hizo un díptico, Barcelona, noche de verano (2013) y Barcelona, noche de invierno (2015), que jugaba modestamente las cartas de la dramedia, como esta Casa en llamas, pero últimamente la tenía bastante abandonada, entregado al cine teóricamente más taquillero (que después será o serón, que nadie tiene una varita mágica...).

Entre los intérpretes nos quedamos con la sabiduría de Emma Vilarasau, la eximia actriz catalana, una de las grandes del teatro de su tierra (y de España en su conjunto), así como la frescura de María Rodríguez Soto, como la hija que a su vez es madre de dos niñas (por cierto, manifiestamente estrangulables...), y también el talento actoral de Macarena García. Los hombres, en general, inferiores: esta es una peli sobre todo de mujeres, de mujeres poderosas (además de mentirosas a más no poder, como ellos también...).

(03-07-2024)



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105'

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Casa en llamas - by , Jul 03, 2024
2 / 5 stars
Una exagerada palabrería