Enrique Colmena

Ha muerto Yvonne Blake en Madrid, el 17 de julio de 2018. Con ella se va una de las grandes figurinistas de la Historia del Cine, una mujer que, además, quiso ser española cuando hoy tal cosa no está demasiado bien vista y tantos quieren dejar de serlo. Es cierto que lo fue, en principio, por su profesión y, fundamentalmente, por amor, al casarse con el director de cine sevillano Gil Carretero (de exigua carrera, dicho sea de paso, y no precisamente eximia...).

Blake nació en Manchester, la populosa ciudad industrial inglesa. Formada en su ciudad natal, pronto viajó a Londres, donde empezó a trabajar con apenas veinte años en el diseño de vestuario de películas, al principio como aprendiza, pronto como titular del departamento, dado su evidente talento para tal disciplina. Su primera película como tal sería Falso ídolo (1966), de Daniel Petrie, aunque de ese mismo año será su participación en Fahrenheit 451, una de las películas fundamentales de François Truffaut, cuyo peculiar vestuario futurista sería una de las señas de identidad visual de la película. Tras varios films en su Reino Unido natal, hace un par de películas en España, Duffy, el único (1968) y Talento por amor (1969), que le ponen en contacto por primera vez con nuestro país.

Su eclosión artística y profesional llegará pronto, a los 31 años de edad, al ganar el Oscar al Mejor Diseño de Vestuario por la superproducción Nicolás y Alejandra (1971), de Franklin J. Schaffner (el director del original El planeta de los simios, para situarnos), una mirada más bien complaciente con la dinastía de los zares, centrándose en los peores momentos de la vida del emperador y su esposa, de alguna forma deudora del éxito, unos años antes, de Doctor Zhivago (1965), de David Lean. Nicolás y Alejandra sería, también, el segundo Oscar que ganaría Gil Parrondo (está visto que en la vida de Yvonne el nombre de pila Gil, tan poco frecuente, tuvo una incidencia fundamental...), en su caso como Mejor Dirección Artística.

Tras el Oscar de la película de Schaffner, Blake trabajará ya con asiduidad tanto en su Inglaterra natal como en Estados Unidos, Europa y, dentro de esta, en especial en España, tomando la doble nacionalidad británica y española.

La década de los setenta será especialmente brillante para Yvonne. Es el tiempo del diseño del vestuario de la adaptación al cine del célebre musical de Webber y Rice, Jesucristo Superstar (1973), con dirección de Norman Jewison (tenía guasa que un judío fuera el director de una película sobre el creador del cristianismo...), pero también del díptico dumasiano de Richard Lester Los tres mosqueteros (1973) y Los cuatro mosqueteros (1974), donde pudo desarrollar su gran talento para el vestuario de época, nada menos que la Francia de Richelieu, sin por ello desdeñar trabajar en films ambientados en la actualidad, como en la interesante El último recurso (1976), del checo Ivan Passer, exiliado en USA. Era evidente, no obstante, que Yvonne era reclamada sobre todo para films en los que el vestuario era casi un personaje más, como ocurría en Robin y Marian (1976), la crepuscular historia del arquero de Sherwood, cuyos trajes, lejos de los colorines de las versiones más aventureras del mito, se ajustaba al mensaje nostálgico, melancólico que Lester quería transmitir de la leyenda y su amada cuando afrontaban el último recodo del camino.

Dando un considerable salto en lo que era el diseño de vestuario, pasará a hacer el traje del superhéroe de Krypton en Superman-El film (1978), de Richard Donner, con la famosa capa roja y la iconografía que ha permanecido en las sucesivas versiones del cómic, con algunas variaciones. Con su amigo Lester trabajará de nuevo en la segunda parte de esta serie, Superman II (1979), aunque curiosamente no en la tercera, Superman III (1983), que se le encargó a Evangeline Harrison.

Los años ochenta serán los de su establecimiento ya definitivo en España, donde hará films en los que su arte fue fundamental, como Bearn o la casa de las muñecas (1983), de Jaime Chávarri, donde vistió brillantemente a la decadente aristocracia balear retratada en la novela de Llorenç Vilallonga, adaptada al cine por el director madrileño. Como el cine español de la época, en cuanto a trabajos de este calibre, no estaba precisamente sobrado, Blake rodará, con su bien ganado prestigio internacional, para otras cinematografías, como la norteamericana para su querido Richard Lester, en su hoy olvidada Finders Keepers (1984), un rotundo fracaso comercial, y también la holandesa (aunque con rodaje en España) Los señores del acero (19856), de Paul Verhoeven, que ya se había hecho un nombre en el cine de arte y ensayo de la época con su provocadora Delicias turcas (1973), pero aún no había dado el salto a Estados Unidos donde triunfaría comercialmente con RoboCop (1987) y, sobre todo, Instinto básico (1992).

A finales de los años ochenta Blake comienza una fructífera relación profesional con Gonzalo Suárez, para el que diseñará consecutivamente el vestuario de Remando al viento (1988), libérrima visión del cineasta santanderino sobre Lord Byron, Shelley, Mary Wollstonecraft y el doctor Polidori y su famosa estadía en la mansión de Ginebra donde se incubó la novela Frankenstein o el moderno Prometeo; Don Juan en los Infiernos (1989), que le permitiría de nuevo crear hermosos trajes de época; La reina anónima (1993); y El detective y la muerte (1994). Sigue trabajando simultáneamente para otras cinematografías, como la norteamericana, en la comedia entreverada de thriller Espías sin fronteras (1991), de Nicholas Meyer, o la británica, en El regreso de los tres mosqueteros (1989), de su amigo Richard Lester, que sería la última película de este cineasta tras morir durante el rodaje, en un accidente, el actor Roy Kinnear, íntimo amigo del director.

A comienzos del siglo XXI Yvonne empezará otra interesante relación profesional, en este caso con Vicente Aranda, para el que hará los vestuarios de época tan distintos como el de la España del siglo XIX en Carmen (2003) y la Bizancio del siglo XV, en el convulso escenario de las Cruzadas, en Tirante el Blanco (2006). En sus últimos años de profesión, Blake trabajaría más intermitentemente (la edad no perdona...) en films como Los fantasmas de Goya (2006), última película de Milos Forman, donde de nuevo podrá lucirse con los figurines de finales del siglo XVIII y principios del XIX; y Encontrarás dragones (2011), la hagiografía de José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, que dirigiría el agnóstico (quién lo diría: la pasta es la pasta...) Roland Joffé.

En 2016 Yvonne Blake se convierte en la presidenta (primero en funciones, después definitiva, tras el correspondiente proceso electoral) de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Entre sus muchos reconocimientos, además del mencionado Oscar por Nicolás y Alejandra y una nominación sin estatuilla para Los cuatro mosqueteros, obtuvo cuatro Goyas, cuatro nominaciones a los Premios BAFTA (los Oscar británicos) y en 2012 consiguió el Premio Nacional de Cinematografía de España, siendo la primera mujer no actriz que lo consiguió.

Si Hollywood es sinécdoque de cine, y aquel mítico lugar es conocido como “la fábrica de sueños”, Yvonne Blake vistió muchos de esos sueños, con suntuosos ropajes que nos hicieron creer que realmente estábamos en la Revolución Soviética, o en la Jerusalén de hace dos mil años, o en el aristocrático París de Richelieu, o en los lujosos palacios baleares del XIX, o en las jornadas en las que, allá en una húmeda mansión suiza, se concibió uno de los grandes mitos de la literatura universal. Descanse en paz la gran artista, la española que quiso serlo, por amor o por vocación, seguramente por ambas cosas, la mujer que puso orden en el caos de la Academia, aunque su español fuera manifiestamente mejorable, como suele suceder con los que aprenden nuestra lengua procedentes del idioma anglosajón.

Ilustración: Imagen de Nicolás y Alejandra, Oscar al Mejor Diseño de Vestuario para Yvonne Blake.