El film de Vicente Aranda, como corresponde a un gran producto comercial del siglo XXI, fue una coproducción europea (hispano-inglesa-italiana), participada por algunas televisiones, que dispuso de todos los ingredientes necesarios para el mejor marketing en cualquier pantalla, desde la última tecnología de imagen digitalizada a disponer de un nutrido grupo de profesionales que, como Ivonne Blake en el diseño de vestuario, José Nieto en la composición musical, Francisco Femenía en el carácter de la fotografía, dotaron al film de una textura audiovisual y de una puesta en escena exigente y artística.
Si para el director estamos ante la historia de un hombre y una mujer que hay que recrear de acuerdo con una época, los profesionales mencionados aportan su experiencia y conocimiento artístico, de manera que, para la diseñadora, se trataba de utilizar colores fuertes y vivos en la vestimenta de Carmen mientras las demás cigarreras debían tener suavizadas las tonalidades de su indumentaria; el fotógrafo estimaba que la luz de Andalucía ofrecía una atmósfera especial porque “hiere y acaricia al tiempo”, lo que viene muy bien al director para conseguir el sentido de la tragedia vivida y, a la vez, la exaltación de la sensualidad; de manera que, entre la muerte y el deseo, se produzcan las procelosas relaciones amorosas además de los juegos de poder entre amantes; este ambiente lo adorna el compositor con la combinación adecuada de elementos sinfónicos, líricos y melódicos, donde no faltan sutiles toques flamencos.
Argumentación. Personajes y situaciones.
Los hechos suceden en la ciudad de Sevilla. El toque de campana anuncia la entrada de las cigarreras en la Fábrica de Tabacos. Una de ellas, Carmen, llama la atención de transeúntes y militares. Pasa por la garita de guardia y entabla conversación con Don José. En el puesto de trabajo surge la maledicencia entre las trabajadoras; la pelea termina con la cuchillada que Carmen le propina a una compañera. Don José es encargado de trasladarla a la cárcel.
El investigador extranjero Próspero Mérimée recorre la provincia de Córdoba acompañado de un guía, Antonio. En el trayecto coinciden con un bandolero, José; entablan conversación y se despiden sin delatarlo, aunque su cabeza tenga precio. Ya en la capital, el escritor investiga en la biblioteca de un convento; a petición de los frailes, enseña su reloj de bolsillo y hace oír la música del mismo. Tras recorrer la Mezquita, una mujer, Carmen, le solicita la hora y él vuelve a mostrar el reloj y a dejar escuchar su musiquilla para seguir conversando y pasear ambos hasta el puente donde bañistas desnudas son observadas, al anochecer, por caballeros provistos de catalejo. Carmen, en su casa, dice la buenaventura al extranjero. La entrada del ex-militar (Don José) interrumpe la reunión y da lugar a reproches, expresados en lengua vasca, entre la mujer y el bandido.
El citado investigador y su guía recorren otras rutas. En su vuelta a Córdoba recibe de los frailes el reloj que, según dicen, le fue robado por Don José, ahora condenado a muerte por crímenes diversos, y a cuyo juicio él asiste. En la cárcel, el condenado es visitado por el extranjero quien le regala unos puros, al tiempo que promete cumplir el encargo de misas solicitado por el reo. Seguidamente, se pone a contar cómo fue su encuentro con Carmen y de qué modo discurrieron sus relaciones. La riña de la tabacalera enfrenta a la Carmencita y a la Fernanda; el teniente pregunta, las mujeres acusan. La detención de Carmen obliga a callejear hasta la cárcel. Don José se deja convencer por la detenida para aflojarle la cuerda que la maniata y la deje escapar; nuevamente, el vascuence es el vehículo de su comunicación. Carmen consigue huir por lo que el militar es degradado a soldado raso y enviado a prisión.
En la fiesta ofrecida por el coronel, el soldado José hace guardia en la puerta. Carmen le convoca en la taberna de Lillas Pastia donde ella canta. Luego, ambos se marchan a una casa de citas, en la calle del Candilejo, para pasar la noche.
En una puerta de Sevilla hace guardia José, quien es requerido por Carmen para que facilite el paso a los contrabandistas; el soldado se resiste. Ella desaparece y él la busca por todos sitios. En la casa de citas coinciden José y Carmen, ésta acompañada por el teniente.
Discusión entre hombres; resultado: muerte del militar a manos de José. Se impone un cambio de vida, por lo que Carmen le provee de ropa civil y destino adecuado. En la serranía José conoce al Dancaire y a su cuadrilla, entre quienes goza de prestigio por haber matado a un militar. La llegada de El Tuerto, el marido de Carmen, añade inquietudes al grupo, aunque ella le asegura a José ser él su único amor. Tras la reunión con El Tempranillo sucede el conocimiento de Lucas, el torero. El encuentro entre bandoleros y militares obliga a deshacerse del contrabando; deducen que el famoso José Mª les ha traicionado.
El Tuerto envía a Carmen a La Línea para que le saque dinero a un inglés. A su regreso, vestida con trajes generosos, viene acompañada por este extranjero. En la refriega con El Tuerto, José, en defensa de García, mata al “milord”. El juego de cartas entre el Dancaire, El Tuerto y José termina, propiciado por Carmen, con la muerte del marido a manos de éste. Carmen se deshace del cadáver.
Los celos de José, a causa de las relaciones entre Carmen y Lucas, le hace recorrer la plaza de toros y comprobar que, tras la corrida, los amantes se van juntos. José los sorprende en la cama y, en nuevo ataque de celos, mata a Lucas. Se lleva a Carmen con él; en una iglesia quiere hacerle jurar que siempre será suya. La navaja se clava en el vientre de Carmen ayudada por ella misma porque así estaba escrito.
Mirada frontal a la novela de Mérimée
Desde un punto de vista histórico-cinematográfico, esta Carmen abandona los caminos sugeridos por Meilhac y Halévy y vuelve la mirada a la novela de Mérimée para, desde ella y desde su estructura, dotarla de un subrayado propio y personal. Por tanto, la presencia del novelista como personaje de su obra es novedad en la filmografía española sobre el mito. Respecto a las “Cármenes” precedentes, este factor es significativo, aunque no lo es menos el que Carmen, según el novelista, sea cigarrera y no sólo cantante / bailaora como el star-system de nuestro cine demandó en películas precedentes (Carmen, la de Triana, Carmen, la de Ronda) para mayor gloria de las intérpretes que, tal como ahora diremos, acomodaban el personaje a su experiencia profesional.
Aranda parece entender el personaje de Carmen en la línea habitual de sus preocupaciones temáticas y estilísticas; ante todo es, debe ser, como se ha dicho, la historia de un hombre, Don José (Leonardo Sbaraglia), y una mujer, Carmen (Paz Vega); el poderío de ella, el apocamiento de él, la relación entre ambos, supondrá para el varón una inmediata destrucción de su filosofía y sentido de la vida. Alfa y omega de esta unión serán el deseo, manifestado en sexo abundante, y la muerte, tal como desde la propia novela se aventura el final de la mujer, transgresora de reglas que la sociedad del momento no está dispuesta a permitir.
Los antecedentes filmográficos de Aranda no dejan dudas para que la biografía de su heroína, por más que venga precedida de tradición y autoridad literaria, conciba la vida bajo una exigente sexualidad y con cierto determinismo sobre el final de la misma. Se ha dicho que sexo y crueldad son dos temas que impregnan la filmografía de este director:
“Sexo como fuente de relación personal, como elemento de placer, pero también de poder, como desencadenante de tragedias, como realización humana pero también como conflicto, drama enfrentamiento y muerte. Crueldad, así mismo como muerte, pero también como símbolo de amor oscuro, de sangre y de terror, de verdades asumidas al borde mismo de la desesperación. Sexo y crueldad también unidos, Jano bifronte, dos caras de una misma moneda, dos formas, Eros y Tánatos, de entender la vida, la muerte” (Colmena, E. “Vicente Aranda”, págs. 25-26).
Ilustración: Cartel de la película Carmen (2003), dirigida por Vicente Aranda.
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