Lanzado a la fama en 1989 gracias a un pequeño film independiente que consiguió, ¡oh, prodigio!, nada menos que la Palma de Oro en el Festival de Cannes de aquel año, con el sugerente título de Sexo, mentiras y cintas de vídeo, el director Steven Soderbergh tiene a sus espaldas una filmografía que no admite otro calificativo que el de inclasificable.
Desde aquella su ópera prima, a vueltas con las relaciones personales de un grupo de gente de clase media, ha transitado, sin despeinarse, por la biografía claustrofóbica en Kafka, la verdad oculta (1991), el cine negro de presupuesto mínimo en The Underneath (Bajos fondos) (1995), la comedia romántica con polis y ladrones en Un romance muy peligroso (1998), el thriller de venganza en El halcón inglés (1999), el drama de ambiente judicial en Erin Brockovich (2000), el fresco dramático sobre el narcotráfico a ambos lados de la frontera en Traffic (2000), el golpe perfecto (aunque más bien incomprensible para el espectador, como suele ocurrir) en Ocean's eleven: Hagan juego (2001) y la metáfora en clave de ciencia ficción sobre el amor y la (im)posibilidad de recuperarlo a cualquier precio en Solaris (2002).
Con semejante rompecabezas temático, el último film que se estrena en España, Full frontal (2002) (aunque sea el penúltimo rodado, antes de Solaris) parece un compendio de tanto tema, y hay comedia, drama, y hasta romance. En cualquier caso, Soderbergh pasa por ser una de las personalidades más estimulantes del Hollywood actual, capaz de grandes logros, aunque también petardea de vez en cuando. A ello no es ajeno el hecho de que su cine es casi siempre formalmente rupturista, incluso en su faceta más comercial, y no digamos ya en sus empeños más personales. Lo dicho: inclasificable.
(05-03-2004)