Rafael Utrera Macías

Tanto la biografía de García Lorca como su filmografía fue durante la etapa franquista un “agujero negro” en el que sólo alguna excepción confirmaría la regla. Muy al contrario, la etapa democrática supuso una proliferación de títulos donde películas y programas de televisión compitieron para mostrar múltiples aspectos de la vida del poeta y diferentes versiones de sus más acreditadas obras: El barranco de Víznar (Zorrilla, 1976), Lorca y la Barraca (Alcobendas, 1977), España debe saber (Manzanos, 1977), A un dios desconocido (Chávarri, 1977), Bodas de sangre, (Saura, 1981), El balcón abierto (Camino, 1984), etc.

El cincuentenario de su muerte, en 1986, fue fecha oportuna para fomentar abundante producción de audiovisuales y, en consecuencia, contribuir con ese medio y de ese modo a la tarea divulgadora, en muchos casos bajo perspectivas claramente pedagógicas, de conocer a un escritor, hasta hacía poco, velado en tantos aspectos: La casa de Bernarda Alba (Camus, 1986), Lorca, memorias de un poeta (Cano Arrecha, 1986), Lorca, muerte de un poeta (Bardem, 1986), etc

Del mismo modo, la conmemoración de su nacimiento, en 1998, permitió una variada utilización de aspectos personales y literarios mediante los que el audiovisual contemporáneo, con sus múltiples facetas de géneros y tecnologías diversas, conformaron una universal iconografía de Federico donde hombre y obra se manifestaron en sus aspectos más conocidos o, por el contrario, más secretos. Su dramaturgia, su poética, encontraron un modo diferente de expresión y de comunicación con un público, otro público, acostumbrado ya a modos de recepción conformada por canales tan diversos como heterogéneos; y, consecuentemente, la modificación de tantos elementos que van desde la estructura del espacio a las plurales formas de montaje.

El “documental”, la “ficción”, la “adaptación”, la “musicación” (permítasenos la utilización de tales términos a pesar de su ambigua significación) son algunos de los “géneros” utilizados por los cineastas para versar sobre el personaje, el mito, el residente, el dibujante, el amigo, el autor, el director de escena, el asesinado, además de sus viajes, sus canciones, sus amistades, sus amores, sus miedos, su poética, su dramaturgia, su familia, sus gustos, sus manías, sus inquietudes, sus torturas, ... Sirvan como ejemplo algunos títulos: Federico García Lorca. Retrato de familia (Nicanor, 1998), Lorca: Así que pasen cien años (López-Linares y Rioyo, 1998), Los viajes de Lorca: Lorca en Nueva York (Palacios, 1998), Lorca y La Habana (Tabio, 1998) y Lorca en el Río de la Plata (Mignogna, 1998), FGL: De Granada a la Luna (Sánchez-Montes, Rivera, Arias, Codesal, La Sombra, Vergés, Cano, Da Cruz, Goicoechea, Sigler, Barroso, 1998), FGL: Imágenes, palabras (Zarza, 1998), Tardará mucho tiempo en nacer (Calabuig, 1998), FGL. Federico cumple 100 años (Negroni, 1998), Buscando a Lorca (Vigorra, 1998), Viaje a la Luna (Amat, 1998), Viaje a la Luna (Martín, 1998), Buñuel y la mesa del rey Salomón (Saura, 2001), Lorca: el mar deja de moverse (Ruiz Barrachina, 2007), etc.

Del mismo modo, los últimos días de Federico han generado algunos títulos que precisan momentos de su cautiverio, fusilamiento y desaparición, tal como en Lorca y los paseados de Víznar (Sella / Codina, 2003), al tiempo que, en otros, se especula, desde la hipótesis, con su destino final, salvado de la muerte por casualidad y viviendo una vida donde la amnesia le impedía saber quién era, sea documento de televisión, La otra muerte de Federico García Lorca (Díez Moro, 1997) o largometraje, La luz prodigiosa (Hermoso, 2003), basados uno y otro en la novela homónima de Fernando Marías.


Lunas de Nueva York

Lunas de Nueva York es un documental de Producciones Cibeles, concebido por el periodista Antonio Ramos Espejo, guionizado por Javier Vidal y José Romero y realizado por Juan José Ponce Guzmán. Estrenado en la sección Panorama Andaluz del XII Festival de Cine Europeo de Sevilla (2015), será emitido próximamente por Canal Sur Televisión.

La estancia de García Lorca en Nueva York ha sido abordada en otros títulos anteriores tal como hemos mencionado en párrafos precedentes. El tema puede ser planteado desde múltiples perspectivas y, consecuentemente, los resultados podrán ser semejantes aunque en cada uno encontraremos aspectos novedosos bien sea por la información ofrecida o por el tratamiento otorgado; así ocurre en este Lunas de Nueva York (Pinche aquí)

Dados los reducidos materiales existentes sobre la estancia del granadino en la gran urbe, un modo de resolución puede ser la de evocar, por procedimientos indirectos, la incidencia de la vida norteamericana en la personalidad del poeta. Desde nuestro hoy se viaja al ayer; e, inversamente, se le procura al espectador el viaje de regreso.

El punto de partida de esta Lunas… es un momento crucial en la vida y en la obra de Federico. En 1929 se está produciendo un cambio fundamental en su obra poética y dramática. Antes de esa fecha ha estrenado “El maleficio de la mariposa” y “Mariana Pineda”, además de publicar “Romancero gitano”, al que sus amigos consideran poesía vieja. La llegada a Nueva York significará dejar atrás su etapa clasicista, compuesta principalmente por “Odas” y “Poemas en prosa”, y encauzar sus rumbos poéticos hacia nuevas formas de expresión que culminarán en “Poeta en Nueva York” y en “El público”; y ello, sin atender a otros textos complementarios a los anteriores como serían el guión cinematográfico “Viaje a la luna” y algunos otros que quedarían esbozados.

De otra parte, Lorca llega a la gran metrópoli sentimentalmente hundido; su íntima amistad con el escultor Emilio Aladrén ha quedado rota; un cambio de aires, geográficos y afectivos, le vendrán bien, cuestión que le procura Don Fernando de los Ríos. Desde la Universidad de Columbia, el poeta granadino inicia su periplo en compañía de buenas amistades; la ciudad y su entorno ejercerán una positiva influencia en su espíritu al tiempo que la vida cultural de la gran ciudad se dejará sentir en sus nuevas formas de expresión artística.

El documental se sirve de la presencia de distintos expertos que relatan esos avatares del poeta en Nueva York; así, oiremos las explicaciones de Antonio Muñoz Molina, Valeria Luiselli, Ian Gibson, Laura García Lorca, Luis Antonio de Villena, Alfonso Alcalá, Christopher Maurer, Javier Rioyo y Javier Huerta; del mismo modo, la colaboración de determinados artistas, invita a situarse en ámbitos culturales posiblemente vividos por nuestro visitante y, en algunos casos, convertidos en poesía propia; así, el actor Walter Krochmal efectúa la interpretación y recitado de “Oda al rey de Harlem”; la cantante Lara Bello evoca su personal experiencia neoyorquina, sentida por ella con corazón de artista granadina, mientras deleita con “Los cuatro muleros”; Raúl Ruiz, conocido como “el niño de las pinturas”, diseña y pinta, en un gran mural sobre fachadas urbanas, el rostro de Lorca.

Entre los recursos utilizados por el guionista y realizador están las cartas de Federico a sus padres remitidas desde Nueva York dando cuenta de sus impresiones (acaso, evitando sus depresiones) sobre teatro y jazz, amistades norteamericanas y españolas, cine mudo y sonoro, modos de vida y situación económica, negros y blancos en armonía o en discordia. Al impacto de esos nuevos modos de vida sólo les faltaba conocer, in situ, la caída de la bolsa de Nueva York y sus dramáticas consecuencias sobre la población. La “danza de la muerte” (“…son los muertos que arañan con sus manos de tierra…”) tituló Lorca ese poema que serviría igualmente para describir la tragedia contemporánea de las “torres gemelas”.

El cierre del film aporta una de las imágenes hasta hace poco menos conocidas de la familia García Lorca: la tumba donde está enterrado Don Federico García Rodríguez, padre del poeta. El cementerio “Puerta del cielo”, en Riverside Park, acoge los restos de este exiliado, muerto en 1945, quien vivió, con su familia, en el barrio de Columbia. Su nieto, Manuel Fernández-Montesinos, ha relatado que, cuando salieron de España, oyó decir a su abuelo: “…no quiero volver a ver este jodío país en mi vida”.

El documental, con sus novedades y aportaciones, se olvida de una pieza extraordinariamente significativa de la obra lorquiana, visceralmente relacionada con “Poeta en Nueva York”, “El público”, y la estancia del poeta en Norteamérica: el guión de cine “Viaje a la luna”. Un texto que Lorca escribió atendiendo las indicaciones de su amigo Emilio Amero y que éste hizo lo posible por llevarlo a la pantalla (llegaron a rodarse algunas escenas) aunque ciertas dificultades, en nuestra opinión más técnicas que económicas, impidieron culminar el proceso. Habría que esperar a las tecnologías contemporáneas, junto a la resolución de otras problemáticas, para que viéramos en la pantalla el mencionado “viaje”, hecho con los mismos mimbres que los títulos lorquianos antes mencionados.