Pelicula: Jaime Chávarri, director, y Elías Querejeta, productor, son, al tiempo, guionistas de A un  dios desconocido, título que, de manera indirecta, nos aproxima a la biografía de Federico García Lorca; para ello, refleja los ecos temperamentales del poeta suscitándolos en un personaje próximo y recreando en éste vivencias emanadas de la influencia y del recuerdo de la etapa vivida en común.

La estructura de la película se organiza en dos bloques narrativos separados en el tiempo. Un jardín familiar situado en la Granada de 1936, vecino de la Huerta de San Vicente, nos evoca el ambiente, sucesivamente sereno y trágico, del que Federico fue testigo y víctima.

Desde estos primeros planos el filme apunta a unas relaciones homosexuales; las mantienen dos muchachos de distintas clases sociales: Pedro (hijo de los propietarios del chalet) y José (hijo del guarda y jardinero de la propiedad citada, que será asesinado por los fascistas); realmente, Pedro, por quien siente verdadera pasión es por su primo Federico: como ello le resulta inalcanzable, procura esas pasiones con otros amigos, a la vez que las mantiene, incestuosamente, con su hermana Soledad.  

García Lorca es, en este bloque, una presencia lejana; suena su piano como música de fondo a una escena que lo muestra asomándose desde su balcón para contemplar el jardín de sus primos.

Cuarenta años más tarde, José (Héctor Alterio), mago de profesión (actúa en una sala de fiestas madrileña), visita Granada; mientras rememora los paisajes de su infancia, se encuentra con su amiga Soledad, única persona que continúa viva de entre quienes habitaban el chalet en los tiempos de su niñez.  Así, trata de encontrar, en recuerdos y personas, una explicación a su vida. Durante el encuentro entre Soledad y José, éste sustrae una foto de Federico a la propietaria. Son múltiples en estas secuencias las referencias a un ambiente familiar lorquiano.

Las relaciones homosexuales de José se evidencian en los encuentros con Miguel, un político de izquierdas, casado y bisexual. Una de las más significativas escenas del film es aquella en la que José procede a quitarse su ropa, antes de acostarse, de forma tan cotidiana como ceremonial; su dormitorio, tonalidades azules, armario blanco, es el lugar donde, foto de Federico en la mesilla, oye la "Oda a Walt Whitman", grabada en un magnetófono con su propia voz.

El paralelismo entre la acción y la audición, con la delectación que ello conlleva, sugiere el clima psíquico y temperamental en el que el personaje se halla.  No es pues el uso del poema un mero homenaje bienintencionado hacia la figura evocada; por el contrario, es un recurso argumental y temático legítimamente utilizado como ingrediente cinematográfico, con auténtico valor expresivo y buen funcionamiento narrativo.

El comportamiento de José ante los hechos que la vida le va proporcionando, las matizaciones que estos reciben como consecuencia de las vivencias asumidas por la presión espiritual de ese dios buscado al que el título se refiere, son como si los temas de un Lorca maldito afloraran por los finales de cada secuencia.  

José haciendo frente a su soledad, analiza las diversas opciones que la vida presenta, con especiales referencias a comunicación y sexo; descartadas las diversas posibilidades, es nuevamente el poema citado quien marca la pauta a seguir: rechazar las ocasionales dependencias de la prostitución y de la pederastia, asumir la soledad como única salida, ser fiel a sí mismo y a un ideal de pureza acaso simbolizado en el Federico de la fotografía, de ese dios tan desconocido como inalcanzable.

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105'

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A un dios desconocido - by , Apr 06, 2013
3 / 5 stars
Tan desconocido como inalcanzable