Enrique Colmena

No tengo ninguna intención de mandar a los albañiles a Rappel, pero ya dije hace cuatro meses (ver en CRITICALIA el artículo titulado "Los lunes al sol, una candidatura equivocada") que enviar la película de Fernando León de Aranoa a los Oscar era un error; ya de paso, mostraba mis preferencias por "Hable con ella" en esa carrera hacia la estatuilla. En fin, sobran los comentarios, pero parece que la Academia de Cine de España no ha estado precisamente fina... Los Oscar de este año, ya se ha señalado repetidamente, han estado marcados por la guerra de Iraq, y por tanto se puede considerar una ceremonia atípica; a pesar de ello, hubo algunos comentarios socarrones del presentador Steve Martin, y algunos de los premiados (sobre todo el valeroso Michael Moore, ganador con "Bowling for Columbine" del Premio al Mejor Documental) hicieron escuchar su voz tonante sobre este conflicto del que, lo prometo, hablaremos después.
El hecho de que "Chicago" fuera la vencedora por número de estatuillas me parece bien, porque es una de las grandes películas del año, un musical que recupera el tono corrosivo y de denuncia (aunque haya por ahí miopes que dicen es un producto convencional y meramente comercial) tan típico de Bob Fosse, cuya sombra desde luego no es ajena a esta brillante adaptación del musical de Broadway. El premio de Catherine Zeta-Jones, justificadísimo, en un papel de mala-malísima, y además canta y baila con gusto y ganas.
"El pianista", sin duda, se merecía los tres Oscar conseguidos, y seguramente más, pero es evidente que la sombra del estupro y/o violación de Roman Polanski, hace casi 30 años, sigue pesando sobre las mentes de los académicos, a pesar de lo cual el polaco se alzó con el Premio a la Mejor Dirección, que podría considerarse casi como un perdón, al menos "de facto", de la industria tras un exilio tan largo. El Oscar de Adrien Brody, por inesperado, resulta fresco y simpático, aunque había rivales mucho más cualificados, como el espléndido Daniel Day-Lewis de "Gangs of New York". En el apartado de Actriz Protagonista, el galardón para Nicole Kidman era merecido, pero no sólo por su trabajo en "Las horas", que era excelente, sino sobre todo por su ya larga y meritoria carrera, con trabajos tan magníficos en los últimos años como "Eyes wide shut", "Los otros" y "Moulin Rouge"; de todas formas, hubiera sido igualmente justo que se lo llevara la gran Julianne Moore por su matizadísimo papel de "Lejos del cielo".
El Oscar para Chris Cooper por "Adaptation. El ladrón de orquídeas" sabe a recompensa a intérprete modesto, teóricamente el más débil, junto a John C. Reilly, en la categoría de Mejor Actor de Reparto; de hecho, aunque su trabajo es interesante, yo hubiera preferido el notable Ed Harris de "Las horas" (la gran perdedora, para mi gusto, de entre las películas, siendo una de las mejores del año) o incluso Paul Newman, inconmensurable como el paterfamilias mafioso de "Camino a la perdición" (otro de los grandes filmes casi ignorados) y Christopher Walken, como siempre magnético, en el papel de fantasioso padre de Leo DiCaprio en "Atrápame si puedes".A destacar también el sorprendente éxito de "El viaje de Chihiro" en el apartado de Mejor Película de Animación, tanto más extraño cuanto que este magnífico filme japonés competía nada menos que con "blockbusters" de Dreamworks (la bostezante "Spirit") y, sobre todo, de Disney (nada menos que "La edad del hielo", "Lillo & Stitch" y "El planeta del tesoro").
El cero patatero de "Gangs of New York" no me ha sorprendido; los que hayan leído mi crítica en CRITICALIA saben ya que no es precisamente santo de mi devoción, a pesar de que me gusta casi todo lo que hace Scorsese.
En definitiva, unos Oscar que no pasarán a la historia, sobre todo por la rara atmósfera que la enturbió prácticamente en todo momento.
Y ahora, lo prometido es deuda: somos muchos, en España y fuera de ella, los que amamos la cultura norteamericana; hemos crecido, amado y vivido conforme a muchos de los roles que han difundido por el mundo. También es cierto que admiramos su estable democracia y su indomable sentido de la libertad. Desde ese amor y esa admiración, muchos también tenemos que decir que la guerra contra Iraq es un acto de violencia absolutamente injustificada. Se ha dicho que todas las guerras son ilícitas; no es cierto, porque las que se hacen en legítima defensa ante una agresión exterior son lícitas: nadie se deja que le guanteen sin, al menos, intentar responder. Pero la invasión de Iraq con el nuevo y abominable concepto de "guerra preventiva" no se sostiene en pie bajo ningún punto de vista.
Así que, también desde CRITICALIA, y desde la admiración y el amor que sentimos por el pueblo y la cultura de Estados Unidos, tenemos que decir, con serenidad, pero también con toda firmeza: NO A LA GUERRA.