Enrique Colmena
Por fin Mario Vargas Llosa ha sido investido con el Nobel, aunque, teniendo en cuenta quien lo otorga y quien lo recibe, los galardonados han sido más bien los miembros de la Academia Sueca, unos señores a cuya muerte nadie se acordará de sus nombres ni de sus mediocres obras, lo que no se puede decir precisamente de la del autor peruano, uno de los grandes de la literatura mundial de los siglos XX y XXI. Ninguneado durante décadas para el máximo premio literario internacional por su ideología (siendo ésta irreprochablemente democrática, por más que sea de derechas; ya se sabe que sigue habiendo quien da patente de democracia en función del color político…), Vargas Llosa da sopas con onda a la inmensa mayoría de los premiados en los últimos veinte años. Da igual: dentro de cien años nadie se acordará de quien es Elfriede Jelinek, pero el mundo seguirá disfrutando con la obra llosiana. Pero Mario aparece por esta página no por su faceta fundamental, la de literato (esencialmente narrador, aunque también dramaturgo y prolífico ensayista), sino, lógicamente, por su vinculación al cinematógrafo. Y es que, ahí donde lo ven, el peruano (nacionalizado español en los años noventa) es uno de los pocos Premios Nobel que ha dirigido cine; en efecto, junto con Pinter, Beckett y alguno más, forman el selecto club de los galardonados con el premio sueco que ha tenido a sus órdenes un elenco técnico y artístico para filmar una obra audiovisual. En el caso de Vargas Llosa su experiencia en este campo se limita a una sola película, la versión que de su propia novela hizo con
Pantaleón y las visitadoras, en 1975, con José Sacristán como Pantaleón Pantoja; es cierto que la codirigió con José María Gutiérrez Santos, que a buen seguro pondría el “know how” (como dicen ahora los cursis) cinematográfico, pero el dato está ahí. Hay otro Vargas Llosa en cine, pero éste lógicamente es el adaptado por otros, que es lo más habitual en los grandes (y pequeños…) nombres de la literatura. Si la iemedebé no miente (y no suele hacerlo), son ocho los títulos llosianos llevados a la gran pantalla, que recordaremos a vuela pluma: el primero fue
Los cachorros, sobre su novela homónima, llevada al cine por el mexicano Jorge Fons en 1973. Dos años más tarde fue la propia versión de
Pantaleón… que hicieran Vargas Llosa y Gutiérrez, ya citada. Tendrían que transcurrir diez años para que Francisco J. Lombardi, el cineasta peruano “de cámara”, rodara su visión sobre la llosiana
La ciudad y los perros, su primera gran novela. Curiosamente, esa misma obra será adaptada un año más tarde con el título de
Yaguar, aunque con un paisaje y paisanaje muy diferente: el contexto será la entonces Unión Soviética, y casi todo el equipo técnico y artístico era de aquella nacionalidad, salvo el director, el chileno Sebastián Alarcón. El sexto título llosiano en cine será, en 1990, otra adaptación exótica, en este caso de producción norteamericana:
Tune in tomorrow es una versión más bien libre de
La tía Julia y el escribidor, con Barbara Hershey, Keanu Reeves y Peter Falk en los principales papeles, todos bajo la dirección de Jon Amiel. Lombardi vuelve a versionar a Vargas Llosa, ahora de nuevo con
Pantaleón y las visitadoras en 2000, confiando los papeles principales a Salvador del Solar y Angie Cepeda, para finalizar las adaptaciones llosianas, al menos por ahora, con la de
La fiesta del chivo, sobre el dictador dominicano Trujillo, aunque el director Luis Llosa, primo del escritor, perito en filmes de acción, se reveló enseguida como un profesional inadecuado para este empeño.
Queda mucho Vargas Llosa por llevar al cine o la televisión; así a ojo de buen cubero apostaríamos por la monumental
La casa verde convertida en una magna serie televisiva, con abundantes medios económicos y un buen equipo técnico-artístico, como en la versión que los hermanos Scott han producido de
Los pilares de la Tierra;
Historia de Mayta podría ser un filme un poco a la manera del Costa-Gavras clásico, una denuncia del fanatismo que corroe las mentes;
¿Quién mató a Palomino Molero? podría ser un intrigante policíaco de ambiente militar;
Lituma en Los Andes sería una estimulante investigación criminal a la sombra ominosa de Sendero Luminoso (no está buscada --¿o sí?-- la aliteración); y
Elogio de la madrastra y
Travesuras de la niña mala podrían convertirse en sugestivos filmes de corte sublimadamente erótico. Así que hay una temática llosiana amplia, atractiva y variada. Ahora sólo hace falta que se puedan llevar a la pantalla, a ser posible sin caer en los errores en los que hasta ahora se ha incurrido, desde la mediocridad del director (véase a Luis Llosa) a la escasez de medios (caso de
La ciudad y los perros). A ver si es verdad...