Enrique Colmena

Corrían los últimos meses del año 1973. En aquel tiempo, un pipiolo de apenas 16 años descubrió un buen día –de qué forma, a fecha de hoy, soy incapaz de recordarlo... porque ese pipiolo, como habrás imaginado, lector, era yo...- un programa radiofónico que, todos los días, de lunes a viernes, hacia las 3,30 de la tarde, se emitía en la entonces Radio Popular de Sevilla (años después integrada en la cadena COPE). El programa se llamaba “Vida de espectáculos” y, aunque lo descubrí entonces, ya hacía 16 años (sí, justo en el año que nací yo, 1957) que estaba en antena, en diversas fases que se han glosado de diversa y competente manera en los dos capítulos anteriores de este tríptico, titulados Etapa fundacional de un histórico programa radiofónico (I), original de Rafael Utrera Macías, y Entrevista con Francisco Casado (II), publicado por el autor de estas líneas, un tríptico que presentamos en Criticalia en emocionado homenaje a aquel espacio de radio que, durante 36 años, de 1957 a 1993, fue una referencia fundamental en la orientación cinematográfica para los cinéfilos sevillanos. En estos días se cumple (el 30 de noviembre de 2023, concretamente) el trigésimo aniversario de su desaparición de las ondas; con este tríptico aspiramos a que no se pierda su memoria, su recuerdo.

Eran, como decimos, los últimos meses de 1973, y el descubrimiento de ese programa, “Vida de espectáculos”, supuso para aquel pipiolo de gafitas y flequillo (porque, aunque pueda parecer mentira, alguna vez tuve pelo...) la revelación de que había otro mundo insospechado, un mundo en el que el cine no era simplemente un entretenimiento, un pasatiempo para echar el rato, para divertirse o para aterrorizarse, si era el caso, sino que había más, mucho más, en ese fenómeno que en sus inicios fue atracción de feria pero que, con el paso del tiempo, llegaría a convertirse en la más importante forma (en términos de número de personas a las que ha llegado desde su invención) en la que el ser humano se ha comunicado con sus semejantes para contarles historias (en las películas de ficción), o para mostrarles realidades conocidas o desconocidas (en los documentales), e incluso ambas cosas a la vez, o hasta crear “ex nihilo” obras de arte que no son ni ficción ni documental.

Ese descubrimiento de que el cine era algo más que una astracanada de/con Landa, o un casposo espagueti-wéstern, o un elemental film de banal acción, supuso, como era de esperar, toda una revelación, como si, de la noche a la mañana, se abriera un mundo nuevo, distinto, complejo y a la vez tremendamente fascinante. Aprendimos a través de “Vida de espectáculos” que la figura del director era capital en el cine (y eso que todavía no sabíamos quién era André Bazin...), y que, aunque lo que llegaba a España en exhibición comercial era ya entonces abrumadoramente cine norteamericano, había otras cinematografías, especialmente las europeas (británica, francesa, italiana, alemana...) que tenían muchas y muy interesantes propuestas, con frecuencia con temáticas y estéticas muy distintas a las del preponderante cine de Hollywood.

“Vida de espectáculos”, en aquella época en la que empecé a escucharla, se emitía, como decíamos, en torno a las 3,30 de la tarde, de lunes a viernes: el comienzo del programa se realizaba siempre a los acordes del poema sinfónico de Chabrier “España” (para escuchar el fragmento concreto, pinche aquí, y escuche de 0:50 a 1:25), cuya música bajaba lo suficiente para que el locutor declamara solemnemente su título y descripción: “Vida de espectáculos... programa de formación e información cinematográfica”. A continuación generalmente se emitía la crítica de un estreno reciente; en este caso la sintonía que precedía a las palabras del locutor que anunciaba el nombre de la sección, “Crítica cinematográfica”, era el tema principal de Los siete magníficos (versión de 1960, se entiende... faltaban varios decenios para que se hiciera el prescindible remake del siglo XXI), música compuesta por Elmer Bernstein (para escuchar el fragmento concreto, pinche en este enlace, y escuche de 0:22 a 0:50). Después otras secciones seguían tocando asuntos cinematográficos, desde “Música de Películas” (sección que se iniciaba a los acordes de la banda sonora de Mi tío, de Tati, original de Frank Barcellini y Alain Romans: para escuchar el fragmento concreto pinche en este link, y escuche de 0:48 a 1:10) hasta obituarios, si era el caso, pero también notables artículos que buscaban trascender la inmediatez de la crítica diaria para hablar, más genérica, más extensamente, sobre un director, un género, una cinematografía nacional, un actor, un compositor de bandas sonoras... todo era posible en esos artículos; no me resisto a recordar uno, cuyo título lamento no recordar, memorable, de Rafael Utrera Macías, con ocasión del estreno de Zardoz, de John Boorman, en Sevilla, allá por 1975, en el que hablaba, entre otras cuestiones, de la fundamental influencia del pensamiento de Nietszche en el film, rematando el artículo con una sentencia que, medio siglo más tarde, sigo recordando (aproximadamente: la memoria no da para la rigurosa exactitud...): a la entrada del cine, un letrero advertirá, “nadie pase sin hablar con el portero”; este advertirá al espectador “nadie entre sin saber filosofía”. El espacio de “Vida de espectáculos” terminaba siempre con una “Guía Cinematográfica”, en la que se detallaban las películas que estaban en cartelera y eran recomendadas por los críticos del programa, con indicación de la calificación que había merecido en su crítica, en una escala de 0 a 10, aunque generalmente se solía calificar de 4 a 8, siendo escasas las puntuaciones por abajo y por arriba de esa horquilla.

Nombres como los de Bergman, Saura, Polanski, Visconti, Hitchcock, entre otros muchos, empezaron a hacerse familiares a mis oídos; paralelamente, comencé a asistir a ese tipo de cine que, con la ayuda de las críticas de Francisco Casado y Juan-Fabián Delgado, y de los artículos de Rafael Utrera, me permitieron ir entendiendo cada vez mejor por qué el cine era realmente el Cine, para ir entendiendo que, siendo el entretenimiento una de las cualidades del cinematógrafo, había otra que te permitía conocer más del ser humano, del arte, de la cultura, de otras sociedades, de vivencias, de infinidad de cosas... y que había personas que eran capaces de transformar todo eso en películas maravillosas que, una vez vistas, no hacían sino crecer dentro de nosotros, de permitirnos hacer cábalas sobre su sentido, sobre su significado, que te daban con frecuencia más preguntas que respuestas.

A partir de ahí, mi cinefilia fue en aumento, convirtiéndose poco a poco en algo más, mucho más que una afición; poco más de un lustro más tarde yo mismo me vería delante de un micrófono, en la extinta emisora sevillana de La Voz del Guadalquivir (LVG), para empezar a hacer, yo también, crítica de cine, algo que solo unos años antes me hubiera parecido un imposible.

Pasaron los años, y una vez que salí de LVG,  a mediados de los ochenta, Paco Casado, con el que había trabado amistad desde que empecé a ejercer como crítico (al igual que con Juan-Fabián Delgado y Rafael Utrera, a todos los cuales nombro siempre que puedo como lo que son, mis maestros, además de mis entrañables amigos), me permitió generosamente que publicara mis artículos en “Vida de espectáculos”, así que puedo decir, con orgullo, que yo también formé parte de las personas que en algún momento participaron en la elaboración del programa.

Aquella participación en “Vida de espectáculos” duró un par de años, a partir de los cuales mi colaboración en Diario 16 Andalucía, en 1985, me hizo centrarme en esa nueva ocupación profesional, que se extendería a lo largo de 12 años. Más tarde llegarían las colaboraciones en El mundo y Fotogramas, la publicación de varios libros sobre cine, la fundación (junto a otros colegas, entre ellos Utrera, Delgado y Casado) de la Asociación de Escritores Cinematográficos de Andalucía (ASECAN), y llegaría, en 2002, la creación de esta web donde nos lees, lector, Criticalia, que lleva ya 22 años en internet.

Una web donde, desde algún tiempo más tarde, a partir de 2009, colaboran asiduamente mis maestros, Francisco Casado, Rafael Utrera Macías y Juan-Fabián Delgado. Con ello se cierra simbólicamente un círculo: hoy, medio siglo después de empezar a escucharlos reverencialmente en “Vida de espectáculos”, me honro de escribir junto a ellos en el mismo medio de comunicación: y es que los sueños se cumplen...

Nada de eso habría sido posible si hace 50 años yo no hubiera empezado a escuchar aquel programa, “Vida de espectáculos”, que estoy seguro no solo me cambió la vida a mí, sino a otras muchas personas, a las que enseñó a ver el cine de otra forma... Gracias por tanto, gracias por todo...
 
Ilustración: Cartel de la película Zardoz (1974), de John Boorman, objeto de un memorable artículo de Rafael Utrera Macías en “Vida de espectáculos”.