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Martin McDonagh (Londres, 1970) es un autor teatral que desde principios de este siglo también está desempeñándose como guionista y director de cine, con notable éxito. Tras ganar el Oscar al Mejor Corto de Ficción con su debut en el cine, Six shooter (2004), su primer largo, Escondidos en Brujas (2008) ya dejó claro que McDonagh era cualquier cosa menos rutinario, confirmado con creces con su segundo film de largometraje, Siete psicópatas (2012), tan raro (y estimulante...) como su propio título. Con el tercero ya partió la pana: Tres anuncios a las afueras (2017) se alzó con dos Oscars, además de otros ciento y pico de premios, ratificando que el cineasta británico de ancestros irlandeses se había convertido en un peso pesado del cine y que había llegado para quedarse.

Con esta Almas en pena de Inisherin quizá baje un peldaño con respecto a sus anteriores films, pero lo cierto es que sigue interesando, y de qué manera, por esta forma de hacer cine tan a contracorriente, a pesar de lo cual consigue, ¡oh, milagro!, que sus películas no solo sean nominadas a numerosos premios y muchos incluso se los lleven, sino hasta que la gente vaya a verlas y no quemen las salas de cine... En serio, el cine de McDonagh es cualquier cosa menos acomodaticio: podrá interesar más o menos, podrá llegar al espectador o no llegar, pero desde luego no es cine perezoso ni ramplón ni falto de ideas.

La acción se desarrolla en la primavera de 1923 en la costa oeste de Irlanda, en el pueblecito de Inisherin; la cruenta guerra civil irlandesa, que siguió a la proclamación de la independencia de Irlanda con respecto al Reino Unido, está a punto de acabar, y será como un telón de fondo de la historia, con intermitentes bombazos que se oyen a lo lejos. En ese contexto conocemos a Pádraic, un hombre cuarentón, soltero y más bien simple, amigo irreductible de Colm, también soltero, melómano y algo mayor, en torno a los sesenta. Pádraic, como todos los días, va a por su amigo para tomarse unas pintas en el pub, pero aquel día Colm lo ignora; creyendo que está enojado con él, Pádraic le pide perdón si le ha ofendido, pero su amigo le dice que quiere que lo deje en paz, que no quiere perder más el tiempo con su charla insustancial porque quiere aprovecharlo para escribir melodías para su violín: aspira a la inmortalidad creando música que le sobreviva. Como Pádraic es más bien espeso y no se termina de enterar del deseo de Colm, esté da en amenazarlo con algo ciertamente espeluznante, aunque la víctima sería él mismo...

Hay en Almas en pena de Inisherin, efectivamente, una tensión entre la simplicidad del ser humano que no aspira a otra cosa que a pasar los días, tener comida suficiente, bebida a demanda y charla agradable con amigos, aunque sea para hablar de la caca de su burra, y el deseo de ser inmortal, la angustia vital de saber que el tiempo, ese traidor, se acaba, y que llegado el punto de partir, nada quedará de nosotros cuando ya no estemos aquí, salvo el recuerdo de los que nos amaron, y ese también se extinguirá cuando ellos también falten. Esa tensión, que podría invocar incluso a Shakespeare, es, desde luego, uno de los ejes sobre el que pivota este drama de ribetes negros, pero no es el único. Lo es también, y quizá a su altura, el valor de la amistad, hasta qué punto ese raro sentimiento (que con tanta frecuencia se bastardea llamando amigos a los que no son sino conocidos) es, en puridad, uno de los grandes motores del ser humano, acaso en pie de igualdad con otros de la enjundia del amor o la paternidad y la maternidad. La amabilidad versus Mozart, podríamos decir, parafraseando uno de los más brillantes diálogos entre los dos amigos.

Pero incluso por encima de esos temas, tan elevados, sobrenada otro bastante menos noble, el del empecinamiento, el de la brutal cabezonería de ambos: Pádraic, en su obtuso entendimiento, al no comprender no solo la decisión de su amigo sino que, contraviniéndole, aboca a este a una determinación atroz. Colm, por su parte, lleva a un extremo literalmente “gore” su negativa a relacionarse con su examigo, haciendo que esa misma determinación condicione abrumadoramente su tan anhelado deseo de inmortalidad.

Film que resulta ser, a la postre, existencialista, con su angustia de vivir, con su perplejidad ante el conocimiento de la finitud de la vida, Almas en pena de Inisherin sería también un nuevo dije en la corona de películas que definen la poliédrica alma irlandesa, una corona en la que tienen espacio privilegiado films como Hombres de Arán (1934), de Flaherty, El hombre tranquilo (1952), de John Ford, En el nombre del padre, de Jim Sheridan, Las cenizas de Angela (1999), de Alan Parker, o El viento que agita la cebada (2006), de Ken Loach, entre otras. La propia Inisherin donde se desarrollan supuestamente los hechos es un lugar ficticio, un espacio vital imaginario, pero también mental, a la manera del Innisfree de Ford.

Extraña película esta Almas en pena de Inisherin, que parece iniciarse con un conflicto no ya menor, sino directamente estúpido, para ir adensándose, cobrando cuerpo y grosor, hasta resultar casi una tragedia griega, la tragedia de dos hombres que, siendo amigos, se sienten compelidos en direcciones distintas por fuerzas motrices dispares: el deseo de vivir (y de morir...) apaciblemente, y la búsqueda de la inmortalidad a todo trance.

Muy buen trabajo del dúo protagonista: Colin Farrell compone atinadamente a un tipo al que parece le dieron un ladrillazo de chico, y Brendan Gleeson es la determinación con un punto demente que, junto a la espesura de su amigo, le aboca a un callejón sin salida. Notables también Kerry Condon, que hace de hermana de Pádraic, el único personaje realmente positivo y con sentido común del film, y también el joven Barry Keoghan, quien con solo treinta años ya ha trabajado con gente tan interesante como Christopher Nolan, Yorgos Lanthimos, Matt Reeves, Chloé Zhao y Craig Mazin.

Con un final abierto, que sugiere varias posibilidades (alguna de ellas podría cerrar el círculo, quizá con sendas pintas en el pub), la película de McDonagh ciertamente no deja indiferente. Ya lo decíamos: gustará más o menos, pero lo que está claro es que no es cine acomodaticio: aquí, desde luego, nadie espera hacerse de oro con la película, sino hacer pensar al espectador: ¡qué descaro, a dónde vamos a ir a parar!

(15-02-2023)


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114'

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Almas en pena de Inisherin - by , Oct 05, 2023
3 / 5 stars
La simplicidad contra el deseo de ser inmortal