El mayor problema de este por lo demás potente drama antirracista es precisamente la endeblez de las varias conversiones a las que asistimos a lo largo de sus casi dos horas de duración. Y las hay de distinto signo, desde posiciones de extrema derecha a tibios lugares demócratas, e incluso viceversa. Pero resulta difícil creer que elementos recalcitrantes en su feroz fascismo puedan evolucionar hacia posiciones más razonables, sobre todo si alguno de estos conversos resultan ser líderes de sus grupúsculos neonazis. Por supuesto, en este (sub)mundo abunda el descerebrado sin dos dedos de frente, el débil que quiere ser fuerte, el negado para los estudios que quiere trabajos de first class, el que busca excusas exógenas para su propia mediocridad, el que quiere redimirse de su fracaso a costa de la sangre de los demás, mayormente de los que considera impuros. Pero, por poner un paralelismo quizá algo brutal, no me imagino a Marine LePen, la nueva líder de la formación neofascista francesa Front National, evolucionando hacia posiciones digamos simplemente de derecha democrática, neogaullista por ejemplo.
Todo el mundo tiene derecho a evolucionar. De hecho, ojalá lo que se nos cuenta en esta interesante American History X se diera con frecuencia, pero me temo que no es así. No obstante, ése sería el único pero que cabría achacarle a esta briosa historia, brillantemente contada por Tony Kaye en su primer largometraje de ficción, que encuentra en un espléndido blanco y negro la textura adecuada para los tiempos (pavorosamente) pasados en la historia de estos dos hermanos en los que se centra el filme, un veinteañero de ideología “skin” (si es que a eso se le puede llamar ideología...) y su hermano adolescente, sobre el que ejerce una fascinación cuasi hipnótica. Cuando el veinteañero vuelve de la cárcel, casi milagrosamente redimido de sus abyectos comportamientos nazis, encontrará a su hermano menor enfangado en el mismo lodo del que él acaba de salir, y entonces tendrá una dura tarea por delante...
Finalmente infeliz en su desenlace, quizá indicando con ello la dificultad intrínseca de salir de ese mundo (o de los mundos de la confrontación violenta) sin mácula, American History X se beneficia de un excelente trabajo de su estrella, Edward Norton, por entonces aún no demasiado conocido; el actor se atreve con hasta tres momentos distintos de la vida de su personaje, desde el adolescente (al que accede con una melena despareja que le otorga la necesaria apariencia atolondrada propia de la edad) hasta el veinteañero ya cuajado, especialmente poderoso, físicamente hablando, en su fase “skin”. Junto a él, un Edward Furlong aún fresco su papel más conocido, el del adolescente de Terminator 2. El Juicio Finalque algún día será jefe de la resistencia humana ante el gobierno de las máquinas, y poco antes de desaparecer de la primera línea, una vez que quedó claro que su talento interpretativo era (por decirlo de una forma suave) limitado... Entre los secundarios destaca una Beverly D'Angelo en un papel más bien ingrato, así como un redivivo Elliott Gould, que hacía tiempo que no veía su nombre en un proyecto relevante como éste. Stacy Keach (recordable por los que peinan canas por su serie televisiva Mike Hammer) vuelve a hacer de personaje facha: y es que este hombre parece que no sabe hacer otra cosa que personajes ultramontanos...
American History X -
by Enrique Colmena,
Sep 05, 2012
3 /
5 stars
Conversiones dudosas
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