CINE EN PLATAFORMAS
ESTRENO EN MOVISTAR+. Disponible también en Apple TV y Max.
Aquaman, el superhéroe más aguado de DC Comics, ya tiene su segunda película en solitario, tras la primera, Aquaman (2018), que se saldó, en términos económicos, muy bien: con un presupuesto de 160 millones de dólares, recaudó en todo el mundo la bonita cifra de 1.131 millones (fuentes: IMDb y The-numbers.com, respectivamente). O sea, que la franquicia del héroe enguachinado tenía pinta de ser larga y comercialmente fructífera, pero nos parece que esta segunda entrega de la que se imaginaba larga franquicia ha echado un jarro de agua fría (nunca mejor dicho...) a las productoras, la DC Entertainment que tiene los derechos del tío enleotardado (será con neopreno, para no pasar frío...) y la Warner, que es la que pone el “know how”, como dicen ahora los cursis, o sea, la experiencia (llevan un siglo haciendo cine, así que algo sabrán del tema...), además del resto de pequeñas compañías de las otras nacionalidades que han concurrido en la producción.
Eso hablando en términos económicos, porque si hablamos en términos artísticos, la cosa en esta segunda entrega es más o menos como en la anterior, más bien floja... Hombre, no es que a estas alturas queramos que se haga un Aquaman como si fuera una peli de Bergman, porque ni tiene sentido ni además habría público para verla, pero sí es cierto que la propia DC Comics fue la que ya en este siglo XXI apostó por los héroes con trastienda, los superhéroes con pasados traumáticos que tenían que enfrentar el dilema entre una vida al uso, con pareja, hijos, etcétera, y una existencia cuasi monacal dedicada a la erradicación del delito, del mal, con múltiples variantes que, sobre todo en el personaje de Batman (especialmente en la trilogía puesta en escena por Christopher Nolan), adensaba las historias hasta convertirlas casi en tragedias griegas.
Tampoco se pedía eso, por supuesto, pero sí un poquito más de nivel, no la sensación de historieta infantiloide que desprende este llamémosle, para abreviar, Aquaman 2. La historia arranca con nuestro héroe convertido ya en rey de Atlantis (aunque es un trabajo que no le interesa mayormente, en especial cuando se tiene que reunir con sus consejeros, un auténtico coñazo...), pero sobre todo en amantísimo padre de un bebé, al que cuida y mima junto a su mujer, Mera (¿femenino quizá de mero, riquísimo al horno?). El malo oficial de la peli (y, en general, de los cómix de Aquaman), David Kane, alias Black Manta, es decir, Manta Negra, está despepitado buscando la forma de recuperar los poderes que le confería su ahora averiado traje de supervillano, para vengarse de Atlantis y de Aquaman, al que culpa de la muerte de su padre, y para ello cuenta con el auxilio del Dr. Shin, un brillante científico asioamericano. En su incesante búsqueda encuentra el tridente de un rey maldito de la antigüedad, que le otorga grandes poderes. A partir de ahí, Kane roba todas las existencias de un peligroso combustible, el oricalco; quemándolo consigue que en la superficie la temperatura ascienda rápida e insoportablemente, lo que hace que Aquaman tenga que recurrir a su mediohermano, Orm, encerrado bajo siete llaves por su actitud criminal del anterior capítulo. A pesar de las iniciales reticencias mutuas, ambos tendrán que aprender a colaborar para enfrentar al cada vez más peligroso Black Manta...
La peli, como la anterior, la ha dirigido también el malayo-americano James Wan, cuyo nombre está en la Historia del Cine de Terror mayormente por una serie de títulos que han iniciado otras tantas franquicias, y que, sobre todo la primera, Saw, estableció unos cánones en el tema del sadismo difícilmente superables en cine comercial. Otros títulos también de interés han sido Insidious y Expediente Warren: The conjuring. Pero Wan, quizá ya un tanto cansado de inventar historias con las que asustar a la gente, parece en los últimos tiempos haberse pasado a la fantasía, como esta franquicia aguada de DC, o a la acción, en Fast & Furious 7. Wan no es un estilista, pero sí un profesional solvente. Otra cosa es que Wan se haya visto más o menos concernido en el desarrollo de este proyecto, lo que, a la vista del resultado, nos parece que ha sido más bien poco. La historia parte de una idea del propio Jason Momoa, el protagonista, pero no parece tener demasiado recorrido, aquí jugando con el tema de los hermanos desavenidos (bueno, es una forma de decirlo: se podría decir también que se odian a muerte...), pero que habrán de aprender a colaborar para vencer al villano de turno, aquí auxiliado por una especie de duende, el rey Nereus del llamado reino perdido, un personaje que parece inspirado en el Sauron de El señor de los anillos, encadenado a perpetuidad bajo los candados de una maldición tras haber forjado un tridente (en vez de un anillo “para gobernarlos a todos”...) cuasi omnipotente.
Quizá de lo mejor de este nuevo peldaño en la franquicia de Aquaman sea el sentido del humor que despliega, sobre todo, el personaje principal, y en especial en buena parte de su relación con su mediohermano, un tipo que es justamente lo contrario: serio, solemne, sin sentido del humor alguno, una personalidad depresiva... vamos, para irse de cañas con él; pues esa relación entre los dos hermanos, jugando con el “humor de opuestos”, consigue los mejores momentos de esta por lo demás endeble película, en la que incluso algunos efectos digitales dan bastante el cante, se nota que solo existen en el disco duro del ordenador (lo que, teniendo en cuenta que se han gastado más de 200 millones de pavos, resulta sorprendente...).
Pero la trama es floja, por no decir elemental, en una historia muy básica, llena de clichés y tópicos, que podríamos incluso intuir que es premeditadamente mala, suponiendo quizá sus autores que el público objetivo al que se dirige quiere un producto así; claro que el tremendo costalazo en taquilla ha debido convencerlos de lo contrario...
Un epílogo idealista, de esperanza y entendimiento entre civilizaciones, parece más un brindis al sol que otra cosa; los guionistas parece que viven en otro planeta, o en otro mundo, como el propio, y ficticio, Atlantis... Ojalá la Humanidad fuera así, pero nos tememos que, si mañana apareciera como por ensalmo una civilización que habita secretamente los mares, lo último que haríamos sería abrirles los brazos: un fuego graneado con armamento nuclear parece bastante más probable...
Los actores y actrices cumplen con su trabajo aseadamente: tampoco es cosa de ponerse exquisitos cuando tu interlocutor suele ser, con frecuencia, una pantalla azul en la que el ordenador añadirá después los personajes que correspondan. Jason Momoa, como es habitual en los papeles que interpreta (salvo el Khal Drogo de Juego de tronos), introduce en sus personajes toques cómicos llenos de autoironía que, ciertamente, hablan bien de él: que un tipo con más músculos que Hulk sea capaz de reírse de sí mismo, ya nos gana...
(31-08-2024)
124'