Pelicula:

Terence Davies (Liverpool, 1945) es autor de una filmografía de largometrajes que se puede considerar corta, nueve títulos, teniendo en cuenta que está dirigiendo películas desde hace casi cuarenta años. Su cine no es convencional en sentido alguno, sino que se caracteriza por un tono marcadamente poético, cultural, artístico, con frecuencia sobre personajes de gran sensibilidad y vidas complicadas, como la de la escritora Emily Dickinson en Historia de una pasión. Su cine es muy peculiar, casi siempre con interés, aunque a veces (es el caso) nos tememos que Davies no consigue dar con la tecla, con el tono necesario para su película.

Benediction cuenta la historia del poeta Siegfried Sassoon, que alcanzara el grado de alférez durante la Primera Guerra Mundial, en la que se alistó entusiasmado y lleno de ideales patrióticos, para comprobar pronto que, como sabemos, toda guerra es una atroz máquina de picar carne de cañón, en la que los iniciales elevados ideales son pronto sustituidos por la ambición, el deseo de conquista, la más absoluta falta de principios. Condecorado por su valor rayano en la temeridad, Sassoon pasó de ser un héroe de guerra a convertirse en un fervoroso antibelicista, en un devoto seguidor de los criterios pacifistas de amigos como Bertrand Russell. Una declaración incendiaria en este sentido, dirigida a sus mandos, le podría haber valido el paredón, pero sus influyentes amigos consiguieron dejarlo en un internamiento en una clínica psiquiátrica por “neurastenia”. Allí conocería a un pupilo, Wilfred Owen, al que tuteló en sus iniciales pinitos poéticos, con tan buena fortuna que el joven, aunque murió poco antes de terminar la guerra, consiguió, post mortem, un gran reconocimiento. Sassoon ya en esa época se mostraba como más o menos abiertamente gay (las leyes anti homosexualidad seguían vigentes en el Reino Unido y en el resto del orbe en los años diez y veinte del siglo pasado), pero con un pésimo ojo para sus novios, algunos de los cuales, que llegaron a ser muy famosos, como el cantante Ivor Novello o el aristócrata Stephen Tennant, resultaron ser relaciones muy tóxicas. En los años treinta se casó con Hester Gatty, con la que tendría un hijo, George...

La existencia de Siegfried se podría considerar la de una persona en la que se dieron todo tipo de contradicciones: fue un héroe de guerra de valor temerario y al poco tiempo se convirtió en un convencido antibelicista y pacifista; vivió de forma abiertamente gay, con varias tormentosas relaciones homo, y sin embargo se casó con una mujer y tuvo un hijo; siendo gay, además en los últimos años de su vida abrazó el catolicismo, cuando faltaba más de medio siglo para que un Papa dijera aquello de “quién soy yo para juzgar a un homosexual” y cuando él era, además, por etnia, de raza judía; fue muy ambicioso en su gran devoción, la poesía, pero, habiendo destacado como vate, sin embargo fue ampliamente sobrepasado por el humilde alumno al que tuvo que enseñar los rudimentos del verso..

La vida de Sassoon fue, pues, una pura contradicción, aunque Davies no se afana en mostrárnoslo, sino que ello se desprende de cuanto se nos cuenta de su existencia. Fuertemente traumatizado por lo que vio en la entonces Gran Guerra (antes de que otra conflagración aún peor le endosara un ominoso ordinal), la existencia de Sassoon quizá fue, a la postre, una interminable, imposible cura de ese trauma, de esa honda depresión que le causó vivir aquella feroz carnicería desde dentro, como uno más de aquellos soldaditos que se batían el cobre en nombre de los reyes, de los mariscales, de los generales de turno, tan a gusto en sus puestos de mando jugando a la guerra.

Pero Davies, cuyo ritmo apreciablemente moroso es una de sus marcas de fábrica, entendemos que en este caso yerra cuando fía en buena medida el interés de su film en los continuos diálogos de Sassoon con sus brillantes interlocutores, bien de la aristocracia, bien de la bohemia, peritos todos en el arte del diletantismo, del venablo envenenado envuelto en bella palabrería, de la réplica brillantemente ácida, por no decir vitriólica. Encima, él, que es un esteta y por supuesto sabe encuadrar como pocos (es prácticamente imposible ponerle un pero a cualquier plano de Davies...), sin embargo aquí, con frecuencia, incurre en la grosera repetición del recurso al manido plano/contraplano, como sucede en las distintas secuencias en las que el protagonista es entrevistado por el psiquiatra de la institución mental en la que fue internado durante la guerra. Esa fatigosa reiteración, tan frecuentemente utilizada aquí, es ciertamente impropia de un cineasta exquisito donde los haya.

Por supuesto, queda el retrato nítido de este poeta de actitudes contradictorias, de este hombre que vivió abiertamente su heterodoxa sexualidad en una época en la que eso era temerario, aunque parece claro que sus muy poderosas amistades le mantuvieron a salvo del inquisidor de turno. Con intermitentes declamaciones de algunos de sus más hermosos y sentidos poemas, casi siempre en torno al monotema bélico, y con periódicos insertos de imágenes (ora fotos, ora vídeos) documentales de la Segunda Guerra Mundial, con su letanía de muertos, con sus instantáneas de algunos de los desastres humanos propiciados por aquella locura colectiva, la película termina siendo, a nuestro entender, un estimable intento de acercarnos a una figura controvertida, difícil de entender si no es en función precisamente de sus contradicciones y de aquel trauma que supuso para él la intervención sin ambages en el conflicto bélico.

Buen trabajo del protagonista, Jack Lowden, tan implicado que incluso interviene en la producción. Del resto nos quedamos con el saber hacer del veterano Simon Russell Beale, al que últimamente estamos viendo con frecuencia en papeles de muy diverso signo (La muerte de Stalin, El arma del engaño, El sastre de la mafia), que él resuelve con su reconocida sabiduría.


(12-07-2022)
 


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137'

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Benediction - by , Jul 13, 2022
2 / 5 stars
Una pura contradicción