Tras su debú en Tango feroz, la leyenda de Tanguito (1993), Marcelo Piñeyro vuelve por sus fueros con otra película airada y arriesgada, que sigue de alguna forma los pasos de una nueva corriente de cine que quiere quedarse al margen de las estructuras convencionales, un cine que apuesta antes por la utopía (recuérdense títulos como Un lugar en el mundo, de Adolfo Aristaráin, o Libertarias, de Vicente Aranda) que por el universo de plástico y mierda en el que cada vez más nos zambullimos.
Caballos salvajes tiene defectos, tan evidentes en ciertas incoherencias del guión y en algunos bandazos no demasiado afortunados. Pero todo ello se le perdona, y con creces, por ese aliento vital extraordinariamente contagioso que la invade. Es, también, una película visual y temáticamente no muy lejana a un clásico de los noventa, Thelma & Louise (1991), de Ridley Scott, lo que nos ha permitido la broma del título de este comentario. Pero, por encima de chanzas más o menos afortunadas, queda la película irregular pero tremendamente impactante de un loco por el cine "de verdad".
(22-01-2002)
118'