Pelicula:

Esta película se proyecta en la sección Instrucciones para un Mundo en Llamas, dentro del Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF’20).

El cine reciente nos ha traído, y en qué buena hora, una eclosión de directoras cuyo origen étnico son los países de religión árabe. Estamos hablando, por ejemplo, de la iraní (aunque nacida en el Reino Unido) Ana Lily Amirpour, la saudí Haifaa Al-Mansour, la palestina Annemarie Jacir, o la libanesa Nadine Labaki, entre otras. Sara Fattahi (Damasco, Siria, 1983) es otra de las nuevas cineastas de origen étnico musulmán que está haciendo un cine de interés. Educada la damascena en la Universidad de su ciudad natal, donde se graduó en Bellas Artes, su primera relación con el audiovisual fue la creación de “storyboards” y animaciones para canales como Al Jazeera, para después dedicarse a la dirección artística de culebrones en los países islámicos. A partir de 2010 se dedica de forma independiente a producir y dirigir sus propias películas. Hasta ahora se desenvuelve en el campo del documental, fórmula en el que debutó en el cine con el corto 27 meters (2013), para hacer su primer largo, también documental, titulado Coma (2015), en el que la directora se centra en la vida de tres mujeres de tres generaciones distintas, de la misma familia, en el horrísono mundo del Damasco en guerra.

Para su segundo largo, Fattahi parece que ha buscado justamente lo contrario del primero, hacer una especie de complemento. Si en Coma las protagonistas eran tres sirias de distintas edades que soportaban la cotidianidad de la guerra, en Chaos las tres protagonistas solo tendrán en común ser sirias y haber tenido en sus vidas, por mor de la guerra que asuela el país desde hace ya demasiado tiempo, traumas que, evidentemente, las han marcado de por vida. Aquí serán tres mujeres exiliadas, algunas con un exilio físico, otra con un exilio interior. Una de ellas, en torno a los 35/40 años, ha emigrado a Suecia tras la traumática desaparición de su hermano en Siria; en el país escandinavo, aquejada de una enfermedad mental (trastorno bipolar severo, dice ella misma), fue internada en una clínica. Habiéndose querido suicidar pero incapaz de hacerlo, se vuelca en la creación artística, en pintar dibujos que retoca con collages para recordar a su hermano, a su padre, a sus seres queridos. La segunda mujer, más mayor, quizá sobre los 55/60 años, sigue viviendo en Damasco, en plena guerra civil, pero se ha recluido voluntariamente en su casa tras la muerte de su hijo adolescente, que apareció en un río (se supone que el Barada, principal curso fluvial de la ciudad), apuñalado mortalmente; la anciana vive por y para rendir culto a su hijo muerto, preparando y guardando su ropa, rezando y deseando venganza. La tercera mujer, en Austria, de mediana edad, es o quiere ser escritora, y de ella será de la que menos sepamos.

Lo cierto es que Chaos comienza de forma demasiado pausada, o así nos lo parece. Se suceden los planos vacíos, en los que vemos a las tres mujeres retratadas en el documental, bien visitando un museo en Viena, bien en la cocina de su casa en Suecia fumando un cigarrillo tras otro y preparando comida, bien arreglando la habitación del hijo muerto en Damasco. Hasta casi la mitad el documental no empieza  a cobrar velocidad de crucero y empezamos a conocer (de unas más que de otras) las circunstancias vitales de las tres sirias. De la que más, la que vive en Suecia, curiosamente para nuestro gusto la menos interesante, al darnos cuenta pronto de que esta mujer, sin duda traumatizada por la desaparición (vale decir muerte) de su hermano menor, tiene un serio problema psiquiátrico, pero sobre todo hace gala de un llamativo narcisismo: se sabe filmada, entrevistada, importante, y con frecuencia sus respuestas a las preguntas de la directora suenan a falsas, a impostadas, “a darse pisto”, como decimos a mi tierra, a parecer muy profunda, o muy desvariada, o ambas cosas a la vez.

Sin embargo, la madre huérfana de hijo tiene más interés, esa “mater dolorosa” absolutamente volcada en la memoria del vástago perdido, en la preservación de sus cosas en el hogar como si fuera a aparecer por la puerta en cualquier momento, entregada a sus rezos y a su deseo infinito de venganza. La tercera, la exiliada en Austria, es quizá la más endeble, de la que tenemos menos datos, casi siempre filmada por la espalda con planos de nuca.

Film entonces muy contemplativo, con pocos diálogos (y los que hay, sobre todo los de la sirio-sueca, no son precisamente de mucho interés), busca premeditadamente los planos estáticos y silenciosos, con una morosidad que pudiera parecer vacía. Planos como el que dedica la directora a la artista sirio-sueca, fumándose un cigarrillo durante 75 segundos, nos parece una evidencia de que la película abunda en metraje prescindible (y menos mal que no se fuma un puro habano...).

Cuando a mitad del film comienzan las entrevistas, mayormente a la artista sirio-sueca y a la “mater dolorosa” en Damasco, el tono mejora; el conocer de primera mano las experiencias traumáticas de ambas enriquece la trama y la dota de interés. Por otro lado, formalmente, Fattahi demuestra buen ojo para el encuadre original, hermoso y sin extravagancias, y repetidamente evidencia su gusto por los planos premeditadamente desenfocados o duplicados, como en la escena en la que la sirio-sueca cuenta su enfermedad mental, el trastorno bipolar severo, tomada en un plano en el que la artista aparece como reduplicada en el reflejo de una superficie espejeada de su hogar. Por el contrario, la directora siria adolece de un escaso interés por la elipsis narrativa, esa pequeña maravilla que, cuando se usa bien, es una auténtica joya.

Como casi todo el cine moderno, tiene más metraje del debido; si se hubiera podado adecuadamente su primera mitad, el documental, aunque se hubiera quedado en 70/75 minutos, hubiera sido igual de impactante y mucho más conciso: no siempre regodearse en los temas es buena idea (de hecho, casi nunca...).

Fattahi busca con su película hacer una taracea crípticamente angustiada sobre las mujeres sirias y cómo la infausta guerra civil ha influido en sus vidas, desde las que fueron obligadas a optar por el exilio exterior, con su desarraigo cultural, hasta el interior, en el que se cerraron sobre sí mismas sin esperar ya nada. Dice una de ellas, en un momento dado, “soy una persona muerta que deambula”: quizá no haya mejor definición, mejor resumen de lo que son sus vidas.  

(15-11-2020)


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95'

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Chaos - by , Nov 15, 2020
2 / 5 stars
Una persona muerta que deambula