Pelicula:

CINE EN PLATAFORMAS
[Esta película forma parte de la Sección Oficial del ATLÀNTIDA MALLORCA FILM FEST’2024. Disponible en Filmin por tiempo limitado]

El tema del hermafroditismo (personas que nacen con características sexuales de los dos sexos) es, como se puede imaginar, escasamente hollado por cine y televisión, por obvias razones vinculadas a lo escabroso del tema (y también, desde luego, a lo infrecuente del fenómeno), lo cual no significa que no se hayan hecho audiovisuales al respecto, y algunos de ellos muy notables, como la espléndida miniserie canadiense Fragile (2019). Este Chica por un día (título que, la verdad, resulta un tanto chocante, como de comedia de adolescentes trans) presenta un caso real, o así se nos dice, ocurrido en un tiempo, 1765, en la todavía absolutista Francia borbónica, en la que este tipo de temas era impensable. Un rótulo inicial nos avisa de la autenticidad de la historia, y también que se tiene noticia de ella gracias a las memorias del letrado Vermeil, que fue el abogado que defendió a Anne/Jean-Baptiste Grandjean en la corte de apelación en aquel año.

La historia se inicia con el primero de los procesos contra él/ella, que la condenó a varias penas, a cual peor, desde el destierro de por vida al azotamiento y la exposición al escarnio público; ahí se le da la palabra a la rea (hablemos de ella en femenino, para no liarnos demasiado...), que explica su historia, con lo que prácticamente todo el film se cuenta en un gran flashback que va desde que Anne, cinco años atrás, vuelve a su casa, todavía vestida de mujer, tras haber sido formada en un colegio de monjas. Pero la joven Anne no siente absolutamente nada por los galanes que la cortejan, mientras que sí le hacen tilín las jóvenes con las que se relaciona; contado ello en confesión a su sacerdote, y tras reflexionar éste, le indica al padre que Anne debe vestir como hombre y llevar nombre y vida de varón. El padre acepta el consejo del cura y hace que su hija se transforme en hijo y tome el nombre de Jean-Baptiste. Pero, como era de esperar, el nuevo chico es objeto de burla y rechifla por parte de sus paisanos, así que decide emigrar a un lugar donde no sea conocido. En su nueva morada conoce primero una compañía de teatro, con la que hace buenas migas, y después se emplea como aprendiz de un viejo sastre, casándose poco después con su hija; cuando llega la noche de bodas, Jean-Baptiste tendrá que contarle su secreto a Mathilde, su mujer...

El caso del guionista y director de este film, Jean-Claude Monod, no es frecuente. Nacido en París en 1970, se formó en la prestigiosa École normale supérieure (ENS) y posteriormente se doctoró en Filosofía en la Universidad de París-Nanterre, siendo investigador del Centro Nacional de Investigaciones Científicas, con una amplia obra escrita relacionada con la filosofía. Vamos, que su perfil no se ajusta, ni de lejos, al del cineasta medio... El caso es que este filósofo, experto en pensamiento alemán y en especial en el filósofo teutón Hans Blumenberg, tiene también una incipiente carrera como guionista y director, que inició en 2004, habiéndose hasta ahora solo desempeñado en el formato de cortometraje, siendo este Un jour fille su primer largo.

Lo cierto es que, visto lo visto, Monod tiene buenas maneras, filma con elegancia aunque también con cierta impersonalidad, pareciéndonos que busca más contar una historia ciertamente sugestiva que hacerlo de una manera específicamente cinematográfica. Monod usa con frecuencia la cámara en mano, quizá para conferir a la historia una mayor naturalidad, aunque afortunadamente no es una cámara nerviosa, tan temible. También es cierto, o así nos lo parece, que el cineasta filósofo no busca el realismo a ultranza, sino una cierta visión poética de la historia, incluso a veces un tanto idealizada. En cualquier caso, nos parece que, sin ser brillante, sí es suficiente, y se agradece el tono menor, como sin alharacas, que propone el director.

El tema del film, por supuesto, además de dar a conocer este peculiarísimo hecho histórico, es presentar en pantalla un conflicto de identidad sexual cuando eso era impensable, en un tiempo en el que el hermafroditismo como fenómeno basculaba entre la interpretación religiosa, que creía que andaba de por medio el diablo, a la literaria, en la que Diderot, uno de los grandes de la Ilustración, en su El sueño de D’Alembert (que se cita expresamente en boca de los protagonistas), imaginaba que hombre y mujer, físicamente iguales salvo por una bolsa orgánica que podía estar dentro o fuera del cuerpo, eran mutuamente un monstruo para el otro, en cualquier caso un designio de la naturaleza en la que la persona afectada, por supuesto, carecía absolutamente de responsabilidad sobre ello, no digamos ya de culpabilidad. Así, Anne, o Jean-Baptiste, solo sería reo de haber actuado conforme a los designios de su director espiritual y de su padre, que optaron por vestirlo de hombre, y como tal actuó, casándose, en un matrimonio que Monod nos presenta de forma inequívocamente feliz: la esposa, lejos de sentirse ultrajada por ese fraude, encuentra en los brazos de este hombre imperfecto, de esta mujer imperfecta, quizá el antídoto a sus miedos hacia los hombres perfectos, por ello también quizá tan temibles desde su punto de vista.

En su declaración final ante el tribunal de apelación, Anne, o Jean-Baptiste, hace un apasionado alegato recordando el citado texto de Diderot sobre el hombre como monstruo de la mujer, y viceversa, y afirma con absoluta convicción que “mi esposa nunca me vio como un monstruo, con ella me sentía en mi lugar, me sentía como su marido, y ella como mi mujer… no veo como este amor puede ser un crimen…”.

Dos cuestiones más han interesado a Monod, o así nos lo parece: por un lado, nos pinta a la aristocracia como lo que era (lo he puesto en pasado porque, en el fondo, soy un pedazo de pan...), la hez de la Tierra, en la aberrante escena en la que tres abyectos miembros de esa clase de parásitos visitan en la mazmorra (obviamente previo pago de su importe al carcelero venal) a Anne/Jean-Baptiste, obligándole a mostrarle sus atributos hermafroditas, tratándola como un monstruo de feria, confirmando con ello que, efectivamente, el doctor Guillotin, pocos años después, hizo un gran servicio a la humanidad con su famoso invento... El otro tema que parece haber interesado al director es el empuje liberal del persuasivo abogado que tomó el tema en sus manos para, en un vibrante alegato ante el tribunal de apelación, y poniendo voz a las  nuevas ideas de la Ilustración, conseguir revertir casi todas las penas impuestas a la persona juzgada, un letrado en cuya boca Monod se permite hacer algunos guiños al futuro (por ejemplo, la posibilidad de que, con el tiempo, las mujeres puedan casarse entre sí) que, ciertamente, se antojaban entonces bastante improbables.   

Con una buena ambientación de época, que a ratos recuerda visualmente algunos de los films históricos de Herzog, como El enigma de Kaspar Hauser, la película abunda, especialmente en su primera parte, en escenas costumbristas, en concreto en las relativas a las labores del hogar, como lavar la ropa o bordar, tareas en las que había sido entrenada la hasta entonces muchacha.

Nos parece interesante el ecléctico tratamiento musical del film, que funciona muy bien, a veces con canciones actuales, de tipo balada, en otras ocasiones con canciones líricas en hermosas voces de bel canto, pero también con composiciones que buscan evocar la música específica del siglo XVIII en el que se ambienta la historia.

Buen trabajo actoral, resultándonos especialmente relevante la protagonista, cuyo personaje, obviamente, es un bombón por los matices que requiere, y que Marie Toscan du Plantier desarrolla con gran economía gestual, que es lo que pedía el rol. También a destacar la presencia del eximio actor teatral Thibault de Montalembert, que encarna al poderoso abogado que conseguirá la (cuasi) absolución de su defendida.

(11-07-2024)


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93'

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Chica por un día - by , Jul 12, 2024
2 / 5 stars
"No veo cómo este amor puede ser un crimen"