El cine español (en puridad, no solo el español...) opera con frecuencia, sobre todo en géneros como la comedia, como un cine que repite fórmulas y, desde luego, también repite intérpretes cuando estos funcionan en taquilla. Es el caso: Leo Harlem, monologuista vallisoletano tardío (empezó profesionalmente con 40 años, cuando otros están casi acabando su carrera...), comenzó en cine con papelitos muy secundarios, casi cameos, en películas lógicamente cómicas como Torrente 5: Operación Eurovegas; un personaje de algo más fuste en Villaviciosa de al lado (2016) le permitió acceder al protagonismo en El mejor verano de mi vida (2018), que se convirtió en la película más taquillera del cine español del año. A partir de ahí, la carrera de Harlem como actor está ya más que encauzada, casi siempre en papeles que (como su “personaje” como monologuista, que no sabemos si será también él mismo, o no...) hacen del llamado “humor de cuñados” su mejor arma para hacer reír.
La película, ambientada en nuestro tiempo, y concretamente en Málaga, nos presenta a Andrés Cuadrado (el nombre y el apellido no son aleatorios: Andrés es, en griego, “hombre”, en su acepción de “varón”; y Cuadrado remite evidentemente a esa concepción sobre el ser humano que define como “cuadriculados” a las personas muy estrictas, perfeccionistas hasta la náusea, que lo tienen todo claro y no admiten más opiniones que las propias, que consideran “dogmas de fe”), un probo funcionario de Hacienda que, sin embargo, por mor de una serie de desconsideraciones hacia sus compañeros, es enviado, como castigo, al área de Igualdad, donde tendrá que acostumbrarse a modos y modas que le pillan muy, muy lejos...
Paz Jiménez (Málaga, 1977) es un directora de todavía corta carrera, con un par de cortos, una serie de televisión (la divertida y con frecuencia surrealista Brigada de fenómenos) y este su primer largo comercial. Tiene, eso sí, una larga trayectoria como ayudante de realización, habiendo ejercido tal labor en films de reconocidos directores andaluces como Antonio Banderas, F. Javier Gutiérrez, Manuel Martín Cuenca y Alberto Rodríguez, así que ha tenido buenos maestros. En esta Como Dios manda, por supuesto, pone su profesionalidad, que es lo que se le pedía, y poco más.
Se apoya la película, con guion de Marta Sánchez (no la cantante, sino su homónima guionista, coautora de libretos de series tan conocidas como Aida y Allí abajo, y de comedias también populares como Hasta que el matrimonio nos separe), en el consabido “humor de opuestos”, además del “de cuñados” que parece inherente a Harlem. Oponen así la guionista Sánchez y la directora Jiménez a su protagonista, un conservador a la vieja usanza, que concentra en una sola persona todos los tópicos del facha de guardia (racista, machista, homófobo...); sería como un Torrente que no fuera ni del Atleti, ni un guarro redomado, ni un pícaro de libro. La comicidad “de contrarios”, entonces, funciona al enfrentar a este fachoso arquetípico, tradicional y cuadriculado, con el resto de sus compañeros, todos progres; en eso lo cierto es que directora y guionista no nos ahorran ni un tópico sobre derechosos e izquierdistas.
Lo mejor del film, curiosamente, es justo de lo que se supone que huye: el hecho de que veamos en pantalla, con humor, a un personaje que está en las antípodas de lo que hoy se considera una persona más o menos normal, con un descarado tono políticamente incorrecto cuando esto a día de hoy es pecado mortal, es cuando menos refrescante, con independencia de que el prota sea un mentecato de marca mayor. Pero ese pisar callos constantemente, ese meterse en todos los charcos del rojerío, resulta gracioso en su (ciertamente) grosera caricatura de estereotipos.
Hay, es verdad, cierta crítica a la tendencia al escaqueo y a la desidia del españolito, con especial hincapié en los funcionarios, que no parecen ser de la devoción de las autoras de la película. Con un estilo más bien impersonal, esta comedia, ciertamente un tanto burda, por supuesto virará, mediante los estímulos adecuados (la “abuelidad” putativa, la reconciliación paterno-filial con el hijo que antes era hija), hacia la redención del facha: otra cosa hubiera sido impensable...
Harlem compone su papel habitual: no se puede decir que sea un actor de amplio registro. En puridad, “no” es un actor (carece de estudios como tal, y por tanto de técnica interpretativa, y él así lo reconoce), sino un monologuista que se aprende unos diálogos y los dice como mejor sabe, aunque hay que reconocerle una gracia natural que hace fácil reírse con él. El resto del reparto, en general, va un poco con el piloto automático puesto: todos saben que no están haciendo Ciudadano Kane, por decirlo de una forma un poco brutal, así que tampoco vamos a ponernos demasiado estupendos... En todo caso, citaremos el trabajo siempre notable de dos actrices andaluzas, Mari Paz Sayago y Mara Guil, que siempre están bien, hagan lo que hagan.
(01-04-2024)
99'