Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS


Disponible en Pluto TV y RunTime.


La acción se desarrolla en Italia a principios de los años cincuenta, los mismos en los que se rodó la película. Comienza en Milán, en una agencia de detectives, a la que ha llegado el encargo de un hombre de negocios, Enrico, que quiere que le informen sobre su mujer, Paola, con la que se caso 7 años atrás, pero de la que desconoce casi todo de la época anterior a la que se conocieron. El detective acude a Ferrara, la ciudad natal de Paola, donde se entera de que estuvo involucrada en el desgraciado accidente en el que su amiga Giovanna murió al caer por el hueco de un ascensor, a raíz de lo cual desapareció del pueblo. Ya en Milán, vemos a Paola con su marido, Enrico, cuando ella atisba de lejos a Guido, el novio de la chica muerta en accidente con la que ella mantenía también un “affaire” amoroso, y parece que donde hubo fuego, queda rescoldo…

Michelangelo Antonioni (1912-2007) fue un cineasta italiano que gozó de gran prestigio durante los años cincuenta y sesenta, para opacarse (corrían ya otros tiempos) a partir de los setenta, ser olvidado en los ochenta y tener un pequeño “revival” (a pesar de encontrarse ya con un grave problema de salud, un derrame cerebral que lo postró en una silla de ruedas) en los noventa gracias al film compartido con Wim Wenders Más allá de las nubes. Pero durante su época buena, Antonioni fue uno de los popes del cine italiano, una figura mundial a la altura de sus coetáneos Rossellini, De Sica, Visconti, Fellini y Pasolini. Hizo de la temática de la “incomunicación” (se entiende que en el contexto de la pareja) su asunto preferido, sobre el que basó la mayor parte de la filmografía de esas dos décadas prodigiosas de los cincuenta y los sesenta.

Crónica de un amor fue su primer largometraje, tras foguearse durante los años previos con varios cortos. Este su debut en el largo se saldó con un éxito razonable, con buenas críticas, e incluso fue objeto de un premio Nastro D’Argento del cine italiano para Antonioni. Con los ropajes del thriller, la película desliza entre sus fotogramas el tema más querido del cineasta de Ferrara, la incomunicación en la pareja, en este caso por partida doble, la que se aprecia entre Paola y su marido, Enrico, que hace incluso que éste, desconocedor por completo del pasado de su esposa (aunque la ha requirido con frecuencia sobre el tema, sin éxito), termine confiando en unos terceros, la agencia de detectives, para averiguarlo; pero tampoco la relación entre Paola y el que fuera (y ahora vuelve a ser) su amante, Guido, es tampoco un prodigio de comunicación, ambos asediados por la sorda culpa de lo que sucedió años atrás en Ferrara, en aquel desgraciado accidente de ascensor que quizá (o sin quizá…) pudieron haber evitado. Pero es que, además, ambos antiguos amantes ya no son lo que eran, ya carecen del nexo invisible que supone pertenecer a la misma comunidad, a la misma clase social: porque él es un infeliz sin futuro y ella se ha instalado en la plutocracia milanesa donde no falta ningún capricho; ambos están a años luz, y solo les une la lubricidad sexual, intensa, pero quizá no suficiente para arrojarse ambos a la aventura de vivir juntos sin el respaldo del dinero sin tasa del marido.

Quizá se podría definir el primer cine de Antonioni como una muy particular versión del Neorrealismo entreverado de una muy especial versión del existencialismo a la italiana; si esa definición es correcta, esta su primera película nos parece un ejemplo de libro, con ese Guido que no deja de ser un pobre diablo que, como reconoce en un momento dado, no ha conseguido nada en la vida y lleva dando tumbos desde que acabó la guerra, con pequeños chanchullos que le hacen malvivir; pero también en el caso de ella, Paola, que huiría de algo que la corroe (la responsabilidad de Guido y de ella misma en la muerte de su amiga -y rival en el corazón de su amante-) para entregarse al lujo y a la vida muelle tras casarse con el potentado milanés.

Con un tono sobrio, en el que apenas aparece la típica gesticulación y verborrea italiana, este thriller entreverado de drama y romance adúltero se erige como la primera piedra del cine italiano moderno, un cine que va dejando atrás los rigores del Neorrealismo más duro (De Sica, Rossellini, Germi, Zampa…) para adentrarse en otros terrenos en los que las dificultades económicas (que aquí aparecen solo tangencialmente en el personaje de Guido) van quedando atrás, con escaso eco en las historias que se cuentan y, en cualquier caso, no siendo el objeto ni el sujeto de estos nuevos films con los que se va introduciendo la modernidad de una nueva era en el cine, como también en la propia sociedad.

Hay en el film, es cierto, una mirada entre cómplice y crítica sobre los excesos de la alta sociedad de la época (en puridad, de cualquier época: toda élite se comporta igual, en cualquier lugar, en cualquier momento…), aunque no es su tema, sino en todo caso una derivada.

Sorprende la filmación elegante, clásica, para ser una ópera prima que no lo parece, en la que los paisajes urbanos están encuadrados con un tono arquitectónico, o pictórico, con un gusto exquisito por el encuadre y por la composición del cuadro, en una película en la que con frecuencia las calles están vacías, quizá para remarcar el concepto de soledad, de aislamiento, consustancial al tema de la incomunicación que atraviesa toda la obra antonioniana.

El personaje de Paola es, sin duda, el más interesante, la chica que huyó de un hecho execrable en el que quiere creer que no tiene responsabilidad (“ambos queríamos que muriera, pero eso no es delito”, se dicen, intentando autoconvencerse), para encontrar la tranquilidad económica en brazos de un hombre que se lo da todo, aunque quizá no lo que ella necesita, paz para su alma. Porque Paola es un personaje muy peculiar, una sobrevenida pobre niña rica, caprichosa y atrabiliaria, un tanto incoherente, asaltada por dudas y remordimientos, que se siente atrapada de nuevo en una relación que es probablemente solo puro sexo, sin los afectos generados en la etapa anterior con Guido en Ferrara, porque ahora ya no tienen vínculos de ningún tipo entre ellos, más allá de lo bien que se entienden en la cama, especialmente ella, presentada por Antonioni en esas escenas con el deseo pintado en la cara, y con frases (“ahora llega el peor momento, el momento de vestirse”) que delatan esa torrencial pasión. Y ese es otro punto muy interesante en el film, esta relación puramente carnal con su amante adúltero, en una época, principios de los años cincuenta, en la que este tipo de relaciones meramente sexuales no eran precisamente apreciadas por la censura, ni siquiera en una joven democracia como era entonces la Italia de Alcide de Gasperi.

Para cualquier espectador avisado será evidente las influencias en la última parte del film de dos clásicos del cine moderno como Perdición (1944), de Billy Wilder, y El cartero siempre llama dos veces (1946), de Tay Garnett, si bien esas influencias, obviamente claras, no suponen seguidismo ni mucho menos copia o plagio, porque la forma en la que se presenta esa tentación de los amantes de eliminar al marido que les estorba es aquí muy distinta de las magníficas películas de Hollywood citadas, y también la resolución de la película, en clave de nuevo existencialista, se distancia más que apreciablemente de los films yanquis, que concluirán en el tono de thriller en el que están concebidas y plasmadas. Del mismo modo, podría hablarse de que Crónica de un amor influyó en otra gran película posterior, la española Muerte de un ciclista (1955), de Juan Antonio Bardem, con varios elementos comunes, como el tono adulto, el sexo fuera del matrimonio y, claro está, Lucia Bosè.

Preciosa y muy adecuada la melancólica música de Giovanni Fusco, con predominio de trompeta y saxo, con frecuentes “solos” de estos instrumentos, que subrayan la desolación de los personajes, en una banda sonora de obvias reminiscencias jazzísticas, algo muy poco frecuente en el cine italiano de la época, contribuyendo con ello también al tono moderno, postneorrealista, del film.

Antonioni se permitió incluso algunas escenas de evidente simbolismo, como aquella en la que Paola y Guido suben por unas escaleras, alrededor de las cuales existe un ascensor… ella va diciéndole a su amante todo lo que odia a su marido Enrico… justo en un escenario, ese elevador que van circundando ambos, que remiten a aquel primer crimen (probablemente por omisión) de la pareja, como preanunciando el deseo que pronto aparecerá de eliminar físicamente al hombre que se interpone en su supuesta felicidad.

Crónica de un amor nos parece una película ciertamente muy interesante, a pesar de que (quizá por la bisoñez de Antonioni) a veces se nota un tanto envarada, con un punto artificioso que, sin embargo, no resulta desagradable, confiriéndole un tono como intemporal, a pesar de las evidentes referencias geográficas y cronológicas.

Buen trabajo actoral de la pareja protagonista, un Massimo Girotti ya convertido en un sólido valor del cine italiano, y una Lucia Bosè que se estrenaba en la gran pantalla, iniciando una carrera que desarrolló tanto en su Italia natal como en la España en la que se afincó por motivos conyugales y familiares.  

(07-07-2024)


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98'

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Crónica de un amor - by , Jul 11, 2024
3 / 5 stars
Thriller entreverado de drama adúltero