Pelicula:

El mundo de la alta cocina cuenta con un buen ramillete de películas que se ambientan entre restaurantes y fogones; desde la ya clásica y oscarizada El festín de Babette, de Gabriel Axel, hasta la fábula (literal: los animales hablan) que hizo Pixar en el Ratatouille de Brad Bird, pasando por la metáfora de la vida de Ang Lee de Comer, beber, amar, la dramedia romántica de amores y cacerolas de Alfonso Arau en Como agua para chocolate, o como irse a la tumba a través de una comilona absolutamente desaforada, según Marco Ferreri, en La grande bouffe (formulación cinematográfica del castizo proverbio hispano “muerta Marta, muera harta”), muchos films han presentado en pantalla exquisitas comidas, manufacturadas desde la simpleza más absoluta (y por ello más irresistibles) hasta los platos más elaborados y complicados, auténticas obras de arte que da pena comérselas, de tan bonitas que son.

Delicioso es también una película de fogones, en este caso la historia de un cocinero, Pierre Manceron, siervo del duque de Chamfort, al que su iniciativa en la preparación de platos exquisitos le deparará la ruina, al ser humillado su amo (sí, su amo... estamos aún en los años previos a la Revolución Francesa...) por la cohorte de nobles innobles de la  época, tan diletantes y satisfechos de haberse conocido como ignorantes de lo poco que faltaba para que cierta máquina inventada por el doctor Guillotin les procurara un afeitado muy, muy apurado... Manceron, que ha optado por no disculparse porque, en puridad, no tenía por qué, habrá de volver a la modesta casa paterna, con su hijo. Allí se lamerá las heridas, pero la llegada de una mujer desconocida, que se postula como su ayudante a toda costa (cuando la cocina era impensable para las féminas...), lo cambiará todo...

Éric Besnard es lo que se podría llamar un “hijo del cuerpo”: y es que su padre, Jacques Besnard, fue un cineasta que tuvo cierto éxito comercial en los años setenta y ochenta, y el hijo le salió primero guionista y después también director. Éric Besnard hizo en sus primeros tiempos como realizador films de acción y aventura, como Cash y 600 kilos de oro puro, pero en los últimos años parece haber encontrado su tono en dramedias como Pastel de pera con lavanda, en las que mezcla relaciones románticas más bien complicadas con cierto compromiso social o humano, aunque siempre en do menor, sin radicalismos.

Delicioso es la historia de un hombre que sabía que tenía razón, pero al que el capricho del poderoso de turno (y en la Francia de la monarquía absoluta de los Borbones, los poderosos eran “muy poderosos”, siendo dueños de vida y hacienda de sus súbditos) aboca a una situación de penuria, cuando tiene cualidades como cocinero para estar sirviendo en los mejores palacios de la corte. Ese empecinamiento en mantenella y no enmendalla (más ficticio que real, nos tememos: en la realidad probablemente se hubiera plegado a los designios de su amo y señor...) constituye el meollo de este film que se desarrolla entre platos de aspecto más que apetitoso, además de la historia veladamente romántica entre el cocinero tamaño oso pardo y la mujer de ignoto origen que será decisiva en el devenir de los acontecimientos. Como paisaje, pero no menos importante, la supuesta creación del primer restaurante digno de tal nombre de la era moderna se enmarca en los convulsos tiempos prerrevolucionarios, meses antes de la Toma de la Bastilla que marcaría el principio del fin de uno de esos regímenes, la monarquía absolutista francesa, que se labró a conciencia su despeñamiento, su descrédito no solo social, sino histórico.

Eso sí, el desenlace (que no destriparemos para no hacer “spoiler”) resulta poco convincente, como si los guionistas, forzados lógicamente a restablecer el equilibrio de las cosas, se vieran obligados a una escena poco creíble, y menos aún antes de la Revolución. En conjunto, Delicioso es una agradable dramedia entre lo romántico y lo social, con una clara crítica del odioso régimen de la aristocracia francesa de la época, una dramedia que gusta también por apostar por protagonistas no precisamente apolíneos, mayormente el actor que encarna al cocinero Maceron, Grégory Gadebois, veterano y más que sólido actor generalmente relegado a papeles secundarios. También resulta interesante el trabajo de Isabelle Carré como la mujer de pasado desconocido, y no digamos de Benjamin Lavernhe, uno de los componentes de la prestigiosa Comédie Française, que hace verdaderamente odioso (como tenía que ser) al duque canalla, sibarita y gourmet que no vio venir que su tiempo, ¡loados sean los cielos!, se acababa.

(16-01-2022)


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112'

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Delicioso - by , Jan 16, 2022
2 / 5 stars
Antes de la revolución