En 1976 José Antonio de la Loma inaugura con Perros callejeros otro subgénero del cine español, el de delincuentes juveniles. Títulos como Navajeros, Colegas o La patria del rata aportarán otras perspectivas sobre el tema, aunque su interés fue bastante escaso. Un Carlos Saura desorientado a principios de los años ochenta decide presentar su visión sobre el fenómeno, que se condensa en el título: según el cineasta aragonés, los jóvenes lumpen que se ven arrojados a la delincuencia lo hacen por el afán, inoculado por la propia sociedad consumista, de obtenerlo todo y pronto.
Un grupo de chicos marginales sueña con salir de la miseria. Entre pequeño golpe y pequeño golpe, se embarcan en una aventura más grande que ellos, y el destino, inexorable, les esperará a la vuelta de la esquina. No es de lo mejor de Saura, pero sin duda tiene un valor testimonial apreciable. Los actores, todos ellos jóvenes no profesionales y procedentes de la extracción social que retrata el filme, están razonablemente bien. Alguno terminó mal y pronto, también deprisa, deprisa...
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