CRITICALIA CLÁSICOS
(En el día 1 de Noviembre, fecha clásica antaño para la representación en los teatros españoles de Don Juan Tenorio, de José de Zorrilla, recuperamos la crítica de una de las más apreciadas adaptaciones cinematográficas realizadas sobre la mítica obra teatral).
El personaje de Don Juan interesaba al realizador español, José Luis Sáenz de Heredia (director de Raza y Franco, ese hombre, de Mariona Rebull y Todo es posible en Granada, de Historias de la radio y Proceso a Jesús), desde los mismos comienzos de su carrera, en la empresa “Filmófono”, a las órdenes de su amigo Luis Buñuel.
La propia productora de la familia Sáenz de Heredia, “Chapalo Films”, produjo el film (acaso en un intento de contestación a la parodia estrenada en Argentina en 1949, dirigida por Luis César Amadori e interpretada por el cómico Sandrini), en el que participaron el portugués Antonio Vilar (Don Juan) y la francesa Annabella (Lady Ontiveros) junto a los españoles María Rosa Salgado (Doña Inés), Enrique Guitart (Mejía) y José Ramón Giner (Ciutti).
La principal novedad de este guión es que sus autores (el guionista Enrique Blanco y el propio Sáenz de Heredia) prescinden de efectuar una adaptación al uso de obra y autores concretos, Tirso y Zorrilla (a quienes está dedicado el trabajo), para ofrecer personales actitudes ante el mito: no es tanto la reprobación de su conducta como el cuestionamiento de su modalidad amatoria. Ésta se reduce a la suplantación (de Don Luis) y del enamoramiento de una menor inexperta (Doña Inés); sin embargo, el final será espiritualmente feliz, ya que el personaje queda redimido, gracias al amor, en la mejor tradición de un catolicismo antes sentimental que justiciero o, literariamente hablando, más cercano a Zorrilla que a Tirso.
La acción, situada en la Sevilla del XVI, presenta a un moribundo Don Diego que implora al Emperador el perdón para su hijo y su vuelta del exilio a fin de disfrutar del vástago en sus últimos momentos. Desde los canales venecianos, donde Don Juan burla y seduce según su fama, emprende el regreso a España.
En el viaje conocerá a Lady Ontiveros, versión femenina de su figura, con la que mantendrá amoríos intermitentes. Es éste un personaje fruto de los guionistas, en su necesidad de construcción narrativa, conformado como antagonista de Inés. Se carga contra la extranjera cuantos factores negativos ponen en duda la honorabilidad de una dama que comercia con sus matrimonios y se deja cortejar, sin distinción, por nobles y plebeyos.
Un sorprendente carnaval ambienta las fiestas sevillanas a la sombra de la Giralda. La arquitectura de la ciudad muestra interiores y exteriores que van de la Hostería del Laurel al palacio de los Tenorio, de la morada de los Ulloa a las tenebrosas capillas de la Catedral, de los Reales Alcázares a los barcos varados en el Guadalquivir. Arquitectura real y arquitectura fingida construyen cinematográficamente una hipotética Sevilla del Siglo de Oro cuyo costumbrismo popular aún carece de todos los consagrados estereotipos posteriores.
El humor de Ciutti, el solícito criado tipificado en la comedia áurea, alterna con las escenas dramáticas donde la espada y el florete actúan como armas de duelo. El escepticismo del seductor y burlador en materia religiosa distancia a amo y criado.
El proceso de arrepentimiento genera conversión en Don Juan. Doña Inés parece haber conquistado el corazón de Tenorio y, sin duda, su alma. Con la palabra Dios entre los labios, Don Juan pide a Ciutti que le calce con espuelas, como hacía en las cortes extranjeras, nombrándolo “Don Juan, Español”.
La lectura conservadora y patriótica efectuada por el director impide a un buen español morir condenado; en la más pura tradición cristiano-católica, la prolongada mala vida y su perverso comportamiento quedan superados instantáneamente por mor de los sentimientos y por intercesión de la mujer, medianera en este caso ante Dios y en favor del varón pecador. El burlador de oficio, el pecador irredento, acaba, en paradójico final, como el mejor caballero cristiano.
Don Juan, ambientada en la imperial y triunfadora España de los Austrias, producida en la primera etapa del franquismo, se inscribe como género entre la tipificación de drama romántico y la variante de la “comedia” de capa y espada.
El subrayado de autor combina la exaltación de lo patriótico con la vivencia de lo teológico en oportuna adecuación a la ideología de un contexto sociopolítico formada por el autoritarismo de una dictadura militar aliada con un catolicismo integrista.
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