Para entender la génesis de este remake (por cierto, término aceptado ya por la RAE, así que nos ahorramos las cursivas...) del homónimo de Disney de 1941, hay que remontarse a principios de esta década, los años diez, cuando los ejecutivos de la Casa del Ratón decidieron abrir una línea de negocio (porque en cine industrial esto es cada vez más empresa y menos arte...) en la que apostaban por llevar de nuevo a la gran pantalla sus clásicas películas de dibujos animados, pero ahora con personajes reales, aprovechando las grandes posibilidades que permite la actual tecnología digital. En 2010 Disney produce Alicia en el país de las maravillas, remake del clásico de animación, encargando la dirección al reputado Tim Burton, y con estrellas como Johnny Depp, Helena Bonham Carter y Anne Hathaway; como el resultado fue económicamente óptimo (también artísticamente fue interesante), con una recaudación de más de mil millones de dólares, se puso en marcha la máquina de hacer remakes de las mismas características.
Así han llegado, uno tras otro, Maléfica (2014), nueva versión de La bella durmiente (1959), en este caso con Angelina Jolie como estrella; Cenicienta (2015), con el shakespeariano Kenneth Branagh a los mandos, remake del clásico de 1950, aquí con Cate Blanchett de rutilante estrellaza; El Libro de la Selva (2016), que recrea el clásico de igual título de 1967; y La bella y la bestia (2017), nueva versión del homónimo clásico animado disneyano de 1991, con dirección de Bill Condon y protagonismo de la harrypotteriana Emma Watson; todos ellos han sido importantes éxitos de taquilla, así que Disney ha puesto la máquina de remakes en modo “boga de ariete” (como decían en Ben-Hur) y han manufacturado una tras otra esta Dumbo, más Aladdin y El rey león, que llegarán próximamente.
Queremos decir que en el remake de Dumbo hay mucho más de cálculo empresarial que de auténtico cine. Aunque se le ha encargado a Tim Burton (que también coproduce: se ve que quiere también su trozo del pastel...), lo cierto es que el admirado director de pelis como Ed Wood (1994), Eduardo Manostijeras (1990) y La novia cadáver (2005), no pasa precisamente por sus mejores momentos, y en los últimos años lo único medianamente potable que ha hecho ha sido el también remake, aunque inflado a largometraje, Frankenweenie (2012), sobre su humilde corto homónimo de 1984; si añadimos que su nuevo proyecto en lontananza es Bitelchús 2, está claro que el bueno de Tim está cortito de ideas no, lo siguiente (como se dice ahora un poco abusivamente).
Dumbo (2019) es, entonces, un mero pretexto para llenar, otra vez, las arcas de Disney, que están a reventar, y que lleva camino de convertirse en un cuasi monopolio (en su poder están ya Fox, Marvel, Pixar y Lucasfilm, entre otros sellos), pero no es una buena película. No lo es porque Burton, al que se ve que el tema del film le importa un bledo, ha delegado clarísimamente en los ayudantes de dirección (diecisiete hemos contado en los títulos de crédito, de mayor o menor rango, un pequeño ejército), para gobernar esta película con un presupuesto de 170 millones de dólares que aspira a reventar taquillas, aunque los primeros datos en su mercado nativo no parece que vayan en esa línea. Burton, entonces, se ha abandonado en sus subordinados, porque no es posible que esta película, mal planificada, sin alma, sin gracia, con personajes estereotipados, con un guion estúpido y plagado de tópicos y diálogos inanes, pertenezca al talento de un cineasta que nos ha dado horas de gloria.
Por supuesto, la distancia entre este remake y el modesto original de principios de los años cuarenta es abismal. Donde en el clásico había gracia y donosura, sencillez argumental, magnífico ritmo, extraordinaria capacidad visual, aquí hay torpeza, pesadez, constantes baches narrativos, aparatosidad... Lo dicho, nada que ver.
Claro que hay algún momento brillante, como la escena de las pompas de jabón que generan varias artistas circenses, que van tomando las formas de evanescentes paquidermos, evocando con buen criterio la divertidísima y muy creativa escena de los “elefantes rosas” del original de los años cuarenta, o la malévola conclusión en la que el parque de atracciones (uno de los pilares de Disney, como es sabido) tiene un final no precisamente favorable.
Pero casi todo es soso y sin interés, siendo servidos los personajes por unos intérpretes que en ningún momento parecen implicados en el proyecto, empezando por un Colin Farrell más bien catatónico, y no digamos un Michael Keaton como villano de opereta, totalmente sobreactuado y con el piloto automático a tope. Solo Danny de Vito y Eva Green parecen algo (no mucho...) interesados en lo que están haciendo. Como será la cosa que hasta la siempre inquietante música de Danny Elfman (el compositor de cabecera de Burton) aquí parece el hilo musical de la consulta de un dentista...
Desastroso, sin paliativos, este remake totalmente prescindible que, además, como apuntábamos, parece no va a rendir lo que esperaban sus (codiciosos) mentores: en el primer fin de semana, su recaudación en el mercado USA-Canadá ha sido menos de la cuarta parte que la que consiguió en ese mismo plazo La bella y la bestia, el anterior film de esta línea de negocio disneyana... Uy, uy, uy, la cabeza de algún CEO puede peligrar...
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