Pelicula:

En 1966 los directores catalanes Feliu y Font-Espina rodaron un díptico, titulado El arte de casarse y El arte de no casarse, que, dentro de la comedia de enredo, jugaba divertidamente con la seducción, la lucha de sexos y las convenciones de la época con respecto a las cuestiones eróticas. Ambos estaban concebidos como films de “sketches”; en ambos casos eran cuatro episodios en total, estando dirigidos dos de ellos por Feliu (los más “negros”, los titulados Réquiem y Última tarde de Consolación) y los otros dos por Font-Espina (los llamados El no de las niñas y El soldadito). El film cuenta también con dibujos animados originales de Mingote, lo que ayuda a conferir a la película un estimulante tono de humor irónico e inteligente.

En el primer episodio, El no de las niñas (parafraseando y jugando, claro está, con la famosa comedia de Moratín), veremos cómo el protagonista, un abogado, vuelve a su pueblo. Allí tendrá que lidiar con la presión de la familia y los amigos para que se case, presión que llevan a cabo, entre otros, el tío cura y tres tías tan solteronas como arpías. El segundo es Réquiem, y a las características de comedia de lucha de sexos, etcétera, añade cierto tono como de thriller, iniciándose la historia en una sala de juicios, con el fiscal en su alegato; habla de una media de mujer como del cuerpo del delito. Al parecer, el marqués acusado ha estrangulado a su joven esposa; el abogado defensor no alega nada, pero el acusado sí que hablará, y dice que él es la víctima, procediendo a narrar lo sucedido... El tercer episodio se titula Última tarde de Consolación, en el que conocemos a Benito López, un tipo que tiene una tienda de ultramarinos, típico individuo de clase media de la época, que se dispone a disfrutar de 15 días de vacaciones; en ellas intenta ligar con una sueca en el comedor, a los sones de un pasodoble... pero la sueca no está por la labor... Y la cuarta historia que se nos cuenta es El soldadito, en la que vemos a una criadita que avisa a su novio soldado cuando los dueños no están; el militar raso es un tipo exigente: vino, puros, coñac... con la perspectiva que nos da los casi sesenta años transcurridos desde su rodaje y estreno, es evidente que se trata de un dominador de libro, un tipo poco recomendable, que además irá aprovechándose de varias mucamas a la vez (aunque en algún caso la relación es justamente la contraria...).

Como es lógico, cuando hay varias historias, unas son mejores que otras, por lo que, como es casi un tópico en los films de episodios, estamos ante una película irregular, pero que no por ello deja de ser interesante, sobre todo porque el film juega con frecuencia con los límites de lo que se podía decir o ver en una cinta de mediados de los años sesenta; es cierto que el franquismo ya estaba en una época bastante más laxa que la de los años cuarenta, sobre todo, y cincuenta, con el llamado “desarrollismo” que propugnaron los ministros tecnócratas del Opus Dei durante los años sesenta (López Rodó et alii), y la muy tímida apertura cultural que propició el ministro Fraga Iribarne desde la cartera de Información y Turismo. La clara mejoría de la economía en esa década y la llegada de viajeros extranjeros ayudaron a tener una perspectiva algo más abierta, que el cine aprovechó en la medida de lo posible.

Así, el primer episodio tiene un evidente tono de comedia farsesca, aunque también de lucha de sexos: el prota tendrá que apañárselas como puede para meter mano a las chicas estrechas, sin comprometerse por ello con ellas, porque es totalmente renuente al matrimonio... Como curiosidad, usa el metalenguaje para hacer que el protagonista se dirija directamente a cámara y le diga al espectador, entre otras lindezas, que “ninguna ley defiende al hombre asediado por las mujeres” (en esto es de una actualidad tremenda: parece un tío de Vox...). Por supuesto, como suele suceder con estos que van de listillos, al final terminará siendo el tonto de la película y cargando con mochuelo ajeno...

El segundo episodio está hecho en clave de comedia negra, muy negra, un episodio marcado por el consejo paterno a su hijo (el protagonista), cuando le dio una fórmula de defensa contra la mujer: son más o menos peligrosas según como se ajusten las medias, las peores son las pudorosas... Después el tratamiento que se le dará (oníricamente) al matrimonio será enteramente como el de una ejecución: lo llevan a rastras, incluso habrá un aplazamiento denegado, todo ello con un tono muy negro... sí, todo será un sueño, pero, ¿qué pasará cuando despierte?

El tercer “sketch” tiene como particularidad que los dos amantes van a follar a un picadero regido por una señora anciana, que se les pone muy malita, con las  previsibles consecuencias poco favorables a la rijosidad de la pareja; lo curioso es, sobre todo, la aparición de un “picadero”, toda una institución en la época, por obvias razones, un sitio tranquilo donde, mediante el correspondiente estipendio, las parejas podían dar rienda suelta a su lujuria sin temor a ser sorprendidos. Pero que en pleno franquismo, aunque fuera ya un franquismo algo descafeinado, se aceptara que existían tales lugares (gobernados además por venerables ancianas...), no dejaba de ser una cierta osadía...

En cuanto a la cuarta historia, tiene de nuevo un evidente tono de farsa, incluso podría llamarse una especie de comedia “screwball” a la española. Como cierta osadía (dada la época y el vigente régimen franquista), se presenta la figura del soldado que, no una vez que deja de serlo, por haber sido licenciado del ejército, se disfraza como tal para seguir disfrutando de las chachas... y de las ricas delicias que le facilitan en las casas en las que sirven. Historia muy guasona, como todas, esta tiene como aliciente adicional el de presentar las dos caras de la misma moneda, con este soldadito de Pavía dominador con una de las chachas pero totalmente dominado por otra (de raza negra, cuando en España era etnia era rara avis: algunas personas procedentes de la entonces Guinea Española y poco más...), que se comporta como una auténtica “dominatrix” y lo tiene literalmente comiéndole de la mano.

Buen trabajo actoral, evidentemente un tanto sobreactuado, como pedía la película, que no busca en ningún momento ser una obra realista. Alfredo Landa y Concha Velasco, como siempre, estupendos, pero también otros sólidos intérpretes, generalmente de carácter secundario, como Laly Soldevila, María Isbert y Margot Cottens.

Un epílogo en el que Velasco invita a ver El arte de casarse, y por ello se pelea jacarandosamente con Landa, completa el que ya aparecía en ese otro film, en el que precisamente hablaban de este El arte de no casarse, reafirmando de esta forma el carácter de díptico que tal vez podría verse en bucle.

(04-04-2024)


 


El arte de no casarse - by , Apr 04, 2024
2 / 5 stars
Bordeando los límites de la censura