El cisne

La mítica Grace Kelly haría su última película con esta El cisne, antes de pasar a ser princesa consorte de Mónaco, previo desposamiento con Rainiero, componiendo una en su momento envidiada e idolatrada pareja de la alta realeza europea que a buen seguro no tenía ni idea de que sus tres hijos harían las delicias de las revistas y programas del corazón y de otras vísceras menos nobles… Kelly fue siempre una actriz de muy limitados recursos interpretativos, que sólo alcanzó cierto voltaje artístico bajo la batuta de Alfred Hitchcock, sobre todo en La ventana indiscreta (1954), donde pareció que debajo de aquella coraza de señorita Rottenmeier había pulsiones no precisamente castas.

En El cisne la máxima de la pudibundez y la mojigatería se cumplía a rajatabla, aparte de que la bella ya debía estar pensando más en su Principado que en el film que se suponía protagonizaba. Se trata de una especie de cuento de hadas, con jovencita de inmaculada hermosura, pretendida por dos galanes, uno de ellos nada menos que (precisamente…) un príncipe.

Charles Vidor, su director, es famoso por ser el creador de la legendaria Gilda (1946), aunque nunca más llegó a esas alturas. En El cisne cumple con su trabajo, y ya es suficiente. Esta sosería (y no sólo por la gelidez de Kelly: la trama argumental ya es una bobada...) no levanta cabeza ni siquiera con la interpretación de sir Alec Guinness, uno de los más distinguidos actores shakespearianos del pasado siglo XX.

(22-04-2007)