Pelicula:

Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, Plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).

Isao Takahata (Ise, 1935 – Tokio, 2018) está considerado como el maestro de Hayao Miyazaki, el director de animes más prestigioso de Japón. Juntos, Takahata, Miyazaki y el productor Toshio Suzuki, crearon en 1985 Studio Ghibli, que se constituirá con el tiempo en el sello más importante del anime nipón, con un tipo de dibujo siempre tradicional en las formas pero claramente progresista en sus contenidos, siendo concebido no tanto para niños (aunque estos pueden verlo sin problemas, por supuesto) como por los adultos que sabrán paladearlo mejor.

Para hacernos una idea de lo que supone Takahata para el anime japonés, baste decir que a él se deben éxitos mundiales del calibre de las series Heidi y Marco, de los Apeninos a los Andes, series que se han incorporado desde hace casi medio siglo al imaginario popular y que todo el mundo conoce, ya sea por haberla visto alguna vez o de oídas. Curiosamente, tras crear Studio Ghibli con Miyazaki y Suzuki, Takahata bajó el ritmo de las películas que dirigía, a pesar de lo cual nos dio algunas pequeñas maravillas como La tumba de las luciérnagas (1988) o Recuerdos del ayer (1991). Sin embargo, esta El cuento de la princesa Kaguya, tan hermosa como sensible, tuvo una modesta acogida en taquilla, lo que finalmente precipitó el cierre de Studio Ghibli, ya tocado económicamente, aunque años después ha reabierto sus puertas de nuevo.

La acción se desarrolla en el Japón imperial, en ningún momento concreto: quizá hacia el siglo XVIII o anteriores (la ausencia de cualquier tipo de maquinaria así lo evidenciaría), aunque es un Japón real y fantástico a la vez, puesto que se dan en ella historias fabulosas que no se dan (lamentablemente, quizá...) en el país de verdad. En ese universo entre lo real y lo maravilloso, un viejo campesino que se dedica a la tala de bambúes con los que talle cestos, encuentra un brote de bambú con forma de princesita pequeña. Se la lleva a casa y allí, al tomarla en sus brazos su mujer, la princesita se convierte en un bebé, que adoptarán y cuidarán como suyo. La niña, en su infancia, juega con otros críos de la vecindad, formando un compacto grupo de amiguitos. Ya adolescente, el padre concibe la idea de, con una fortuna que ha encontrado en sus idas al bosque de bambú, convertir a su hija en una princesa, para lo que la familia se traslada a la corte y contrata los servicios de una experta en protocolo que aleccionará a la jovencita para que sea una auténtica dama...

Formalmente, El cuento de la princesa Kaguya llama la atención por sus colores deliberadamente desvaídos, sencillos, con tendencia en el dibujo al trazo simple, con colores decapados y de tonos mayoritariamente verdes, aunque a veces se permite otros colores cuando el contenido de la escena así lo requiere: así, la desaparición de la niña en un momento deeterminado hace que la búsqueda que emprende su padre adoptivo se tiña de un fuerte color ocre, el color de la ansiedad por la pérdida que se teme; o, cuando la adolescente, ya en palacio, se siente mal al comprobar cómo los nuevos modos palaciegos le impiden el contacto con su mundo anterior, su ira se plasmará en furiosos trazos negros en unión de un único color rojo que la define a ella en su estado colérico. Quizá esa simplicidad en el dibujo fuera una de las claves del fracaso comercial del film, acostumbrado el espectador de Ghibli a un tipo de dibujo más colorido, más antropomórfico, aunque ciertamente El cuento de la princesa Kaguya es formalmente de una hermosura prístina absolutamente cautivadora.

La película de Takahata, que parte de una historia original suya, presenta una metáfora de la vida, bajo las formas del “brote de bambú” que es la protagonista, que se irá convirtiendo progresivamente, a saltos, en el bebé, la niña pequeña, la niña ya crecidita, la prepúber, la adolescente, la joven, en un intenso recorrido por la existencia juvenil del ser humano. Pero la película habla también de la paternidad y maternidad sobrevenida, la adopción, y cómo las familias así constituidas son tan fuertes, tan amorosas como aquellas en las que la sangre es común. Otros temas, como la necesidad de ser uno mismo, sin impostaciones, la perentoriedad de mantener los afectos infantiles y juveniles que dieron sentido a nuestras vidas, la búsqueda de la felicidad en las cosas sencillas y auténticas, pero también la inevitable ambición paterna (no siempre bien encaminada) que desea que los hijos nos superen y sean mejores que nosotros, están también en Kaguya. Este último tema supondrá una crítica hacia el desclasamiento de los que creen que en la vida todo depende de su posición social y no saben de dónde vienen, a dónde realmente pertenecen, quiénes son los suyos de verdad.

Hay también, como en prácticamente todos los films de Ghibli, una mirada especialmente cómplice con la Naturaleza, una mirada protoecologista que busca la armonía entre el ser humano y el mundo animal y vegetal en el que vivimos, esa mirada que se plasma tan bellamente en la canción que canta la princesa, que habla de “plantas, insectos y hermosas aves”.

La protagonista habrá de lidiar con ese difícil momento por el que todos pasamos en los que han de asumirse los deberes de la edad adulta, dejando atrás la infancia dorada, la desidia de la pubertad. Habrá también de armarse de astucia para sortear los llamados de los pretendientes de alta cuna que, admirados de su belleza, anhelan desposarla

Un final en clave abiertamente fantástica (aunque el relato lo es en buena medida) quizá no esté a la misma altura argumental que el resto del film, aunque visualmente esa parte final es muy rica y creativa. La película, en su conjunto, resulta quizá demasiado larga: diez o quince minutos menos la habrían hecho más ligera, aunque en su conjunto, El cuento de la princesa Kaguya es sin duda una hermosa pieza del anime japonés de Ghibli, el que apuesta por la sensibilidad y la poesía, el que busca acercarse al alma humana a través del trazo simple, sencillo, austero, del dibujo tradicional, ese dibujo en dos dimensiones que es inherente a este “cartoon” de ojos rasgados.

(21-04-2020)


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137'

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El cuento de la princesa Kaguya - by , Apr 21, 2020
3 / 5 stars
Plantas, insectos y hermosas aves