Pelicula:

Matteo Garrone se convirtió en un cineasta popular a partir del estreno de su Gomorra (2008), que se benefició de la leyenda (sin fundamento, como es obvio) de que destapaba secretos de la Camorra. La prueba fehaciente de que no había tales secretos es que Garrone está en el mundo de los vivos, y no en el de los muertos, como hubiera ocurrido si, efectivamente, les hubiera pisado un callo a tan siniestros señores. Su posterior filme, Reality (2012), hozó en el inframundo de la telebasura, pero no terminó de conseguir la esperable obra demoledora que hubiera puesto los puntos sobre las íes en esa bazofia catódica.

Como Garrone es, evidentemente, un ecléctico, ahora da un giro de ciento ochenta grados y dirige una libérrima adaptación de algunos de los cuentos de El Pentamerón, la obra magna del escritor renacentista Giambattista Basile. Tres son las historias que se narran, alternativamente, con algún punto en común, y las tres son historias medievales, fantásticas, mágicas, como corresponde al universo de los cuentos, las hadas, las brujas, los reyes, los monstruos. Estas tres historias, además, hablan de otros tres grandes conceptos, pero aportando perspectivas distintas a las habituales. Así, en el primero de ellos, la reina está triste porque no consigue quedarse embarazada de su rey. Un nigromante les propone un trueque, una vida por otra: ha de matarse a un monstruo marino, arrancarle el corazón, que habrá de ser cocinado por una virgen en absoluta soledad, y tras ser comido tal manjar (es un decir…) por la reina, quedará instantáneamente preñada y ya lista para parir. Así sucede, pero también le ocurre lo mismo a la virgen ocasionalmente cocinera, y ambos niños son como dos gotas de agua… En la segunda, otro rey, mujeriego y despótico (sí, ya sé que ambos adjetivos son epítetos de monarca, al menos en aquella época de reinos absolutistas), queda enamorado de la dulce voz de la que cree gentil doncella, pero realmente es una mujer muy mayor que vive con su hermana, también de edad provecta. A partir de ahí empezará a requerirla de amores, y las viejas no saben cómo hacer para sacar provecho de tal obsesión, dado su poco agraciado aspecto físico… En la tercera historia, otro soberano con hija casadera dispondrá que matrimoniará con la bella aquel que adivine el animal al que pertenece una rara piel que ha pasado por las manos del taxidermista; pero como las escopetas las carga el diablo, el pretendiente que acierta el envite dista mucho de ser un príncipe azul…

La primera de las historias habla sobre el ansia de la maternidad, en una especie de Yerma medieval que se angustia por no llenar sus entrañas de otra vida; cuando ello llegue, pagando tan alto precio, el retoño será objeto de una sobreprotección que, a la postre, terminará pasándole mortal factura. Garrone habla entonces del amor maternofilial, cuando se torna tan obsesivo que no entiende que la vida de cada ser humano es individual, autónoma, libre, y que intentar imponer el criterio propio, a partir de cierta edad, suele tener nefastos resultados. La segunda historia es una metáfora de la belleza, ausente de las dos hermanas y, por ello, condenadas a no poder gozar de los favores del rey, hasta que su inesperada llegada (tan efímera, finalmente), devendrá en encarnizamiento, en desventura, en la tortura más atroz. Segmento sobre la futilidad de la búsqueda de la belleza a todo trance, es quizá el capítulo más moderno de los tres, una historia que sigue teniendo hoy día, quizá más que nunca, una absoluta virtualidad. El tercer capítulo del filme habla del amor, o por mejor decir, de la apariencia de amor que se convierte en horror, en espanto, cuando el supuesto objeto del deseo diste mucho no ya de los cánones de la belleza, sino incluso de la propia morfología humana. En este sentido sería como el contrapunto, la contrafigura a los cuentos de hadas tópicos: aquí no sólo no habrá príncipe azul, sino que la vida en común de los esposos no será sino un infierno.

Estos tres cuentos terminan confluyendo en un único punto; aunque pueda parecer que se podría entonar el “y fueron felices y comieron perdices”, mucho me temo que el final no va en esa dirección.

El cuento de los cuentos es, para mi gusto, la mejor película hasta ahora de Matteo Garrone, al menos de las que se le conocen internacionalmente. Tiene intención, una sana mirada transgresora sobre los mitos infantiles (en este caso los cuentos son manifiestamente para adultos, cuando no directamente terroríficos), la ambientación es perfecta y todo confluye para que la película interese por lo que cuenta y como lo cuenta.

Entre los intérpretes me quedo con una Salma Hayek que compone una reina que habla en un inglés con cierto deje mexicano, lo que no deja de ser curioso. La música de Alexandre Desplat es magnífica, con resabios de cuentos, de hadas y magos, una auténtica delicia.



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125'

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El cuento de los cuentos - by , Dec 17, 2015
3 / 5 stars
Madre. Belleza. Amor.